Por Rosario Espinal.
La reacción inmediata de algunos lectores a este artículo será que los términos derecha e izquierda son obsoletos, o que en la República Dominicana no hay diferencia ideológica porque todos los partidos giraron a la derecha. Es cierto, pero falta especificación.
El comunismo colapsó y la social democracia europea anda de capa caída; ambos sistemas fueron variantes de la izquierda. China ha impulsado una economía capitalista y no puede vanagloriarse de ser comunista más allá de usar el término para justificar el dominio político del Partido Comunista. Los países latinoamericanos del socialismo del Siglo 21 han devenido en regímenes caudillistas. Así, de la izquierda entendida como proyecto progresista de transformación social a favor de las mayorías oprimidas, queda poco en el mundo. Hasta Fidel murió.
El espacio que dejó la izquierda lo ha ido llenando la derecha. Europa occidental y oriental son muestra hoy del crecimiento de partidos de derecha xenófobos, y en Estados Unidos ganó el trumpismo.
En la República Dominicana, la izquierda de la década de 1960 fue aniquilada por Joaquín Balaguer, y por su propio divisionismo. Durante 12 años (1966-1978), Balaguer gobernó el país como le dio su gana. El clientelismo y la corrupción eran rampantes, y el límite lo imponía él mismo, supuestamente, en la puerta de su despacho. Se hablaba entonces de 300 ricos.
En el PRD, la social democracia consistió en posicionamientos y relaciones internacionales de José Francisco Peña Gómez. Los gobiernos perredeístas no impulsaron políticas social demócratas. Peña Gómez fue confinado a líder de masas que no hizo mucho por las masa. Su partido se constituyó en una garata y se impusieron las tendencias irreconciliables (Guzmán-Jorge Blanco, Jorge Blanco-Majluta, Hipólito-Miguel), hasta la división en el 2014.
El PLD llegó al poder de la mano de Balaguer. O sea, antes de llegar al Palacio Nacional, ya tenía hipoteca con la derecha. Las alianzas no son pura conveniencia de momento, transforman los proyectos políticos. El PLD es clara evidencia.
Por el apoyo de Balaguer, el PLD se convirtió en el gran heredero de la base social conservadora dominicana, y así se hizo partido mayoritario. Al clientelismo y la corrupción heredada, le agregó el asistencialismo; y esa potente combinación, sin una crisis económica de magnitud durante su mandato, explica su larga estadía en el poder.
A la gran coalición del PLD se unieron derechistas e izquierdistas. El llamado “Bloque Progresista” incluyó los principales partidos de la derecha dominicana: el Partido Reformista (PRSC), grupo a grupo, la Fuerza Nacional Progresista (FNP) y el Partido Quisqueyano Demócrata Cristiano (PQDC), entre otros. Esos partidos salieron de la coalición del PLD durante el primer gobierno de Danilo Medina por diversas razones.
Para las elecciones de 2016, el PRSC se alió al PRM, y ahí mismo murió la remota posibilidad de que el PRM se constituyera en alternativa progresista. Otros partidos de derecha (la FNP, el PQDC y el PUN) llevaron candidaturas propias.
Al final de la campaña electoral y después de las elecciones, estos grupos de derecha se han unido al PRM en la lucha por una supuesta institucionalidad que esos partidos nunca han representado ni impulsado. Por el contrario, siempre han bloqueado.
Más aún, en esa nueva alianza “pro-institucionalidad”, también están los llamados partidos alternativos, que pudieron haber forjado una alianza progresista en las pasadas elecciones y no lo hicieron. Ahora levantan la voz y la mano por la institucionalidad junto a la derecha rancia.
Sobran pues las muestras del inmenso poder de la derecha dominicana. Trastoca todo y siempre sale vencedora. Por eso no hay transformación en la República Dominicana.
El comunismo colapsó y la social democracia europea anda de capa caída; ambos sistemas fueron variantes de la izquierda. China ha impulsado una economía capitalista y no puede vanagloriarse de ser comunista más allá de usar el término para justificar el dominio político del Partido Comunista. Los países latinoamericanos del socialismo del Siglo 21 han devenido en regímenes caudillistas. Así, de la izquierda entendida como proyecto progresista de transformación social a favor de las mayorías oprimidas, queda poco en el mundo. Hasta Fidel murió.
El espacio que dejó la izquierda lo ha ido llenando la derecha. Europa occidental y oriental son muestra hoy del crecimiento de partidos de derecha xenófobos, y en Estados Unidos ganó el trumpismo.
En la República Dominicana, la izquierda de la década de 1960 fue aniquilada por Joaquín Balaguer, y por su propio divisionismo. Durante 12 años (1966-1978), Balaguer gobernó el país como le dio su gana. El clientelismo y la corrupción eran rampantes, y el límite lo imponía él mismo, supuestamente, en la puerta de su despacho. Se hablaba entonces de 300 ricos.
En el PRD, la social democracia consistió en posicionamientos y relaciones internacionales de José Francisco Peña Gómez. Los gobiernos perredeístas no impulsaron políticas social demócratas. Peña Gómez fue confinado a líder de masas que no hizo mucho por las masa. Su partido se constituyó en una garata y se impusieron las tendencias irreconciliables (Guzmán-Jorge Blanco, Jorge Blanco-Majluta, Hipólito-Miguel), hasta la división en el 2014.
El PLD llegó al poder de la mano de Balaguer. O sea, antes de llegar al Palacio Nacional, ya tenía hipoteca con la derecha. Las alianzas no son pura conveniencia de momento, transforman los proyectos políticos. El PLD es clara evidencia.
Por el apoyo de Balaguer, el PLD se convirtió en el gran heredero de la base social conservadora dominicana, y así se hizo partido mayoritario. Al clientelismo y la corrupción heredada, le agregó el asistencialismo; y esa potente combinación, sin una crisis económica de magnitud durante su mandato, explica su larga estadía en el poder.
A la gran coalición del PLD se unieron derechistas e izquierdistas. El llamado “Bloque Progresista” incluyó los principales partidos de la derecha dominicana: el Partido Reformista (PRSC), grupo a grupo, la Fuerza Nacional Progresista (FNP) y el Partido Quisqueyano Demócrata Cristiano (PQDC), entre otros. Esos partidos salieron de la coalición del PLD durante el primer gobierno de Danilo Medina por diversas razones.
Para las elecciones de 2016, el PRSC se alió al PRM, y ahí mismo murió la remota posibilidad de que el PRM se constituyera en alternativa progresista. Otros partidos de derecha (la FNP, el PQDC y el PUN) llevaron candidaturas propias.
Al final de la campaña electoral y después de las elecciones, estos grupos de derecha se han unido al PRM en la lucha por una supuesta institucionalidad que esos partidos nunca han representado ni impulsado. Por el contrario, siempre han bloqueado.
Más aún, en esa nueva alianza “pro-institucionalidad”, también están los llamados partidos alternativos, que pudieron haber forjado una alianza progresista en las pasadas elecciones y no lo hicieron. Ahora levantan la voz y la mano por la institucionalidad junto a la derecha rancia.
Sobran pues las muestras del inmenso poder de la derecha dominicana. Trastoca todo y siempre sale vencedora. Por eso no hay transformación en la República Dominicana.
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