BIENVENIDOS

PARAQUENOSEREPITALAHISTORIA .Para los interesados en el tema y los olvidadizos de sus hechos, aquí están para consultar múltiples artículos escritos por diversas personalidades internacionales y del país. El monopólico poder de este tirano con la supresión de las libertades fundamentales, su terrorismo de Estado basado en muertes ,desapariciones, torturas y la restricción del derecho a disentir de las personas , son razones suficientes y valederas PARA QUE NO SE REPITA SU HISTORIA . HISTORY CAN NOT BE REPEATED VERSION EN INGLES

domingo, 24 de enero de 2016

Calle 5, detrás de una ventana


Género: Cuento 
Autor: Jairon Francisco 
Temática: Era de Trujillo 
Páis: República Dominicana

Los inviernos grises y húmedos de mi infancia, resplandecían gracias al sonido de la radio. Las canciones estridentes por las mañanas, acompañadas de un vaso de jengibre, con clavos dulces y malagueta rondando el borde, iban marcando el ritmo de escobas y pucheros; con esos merengues, hartos de melancolías, de una profunda locura por querer cambiar la realidad, diciendo “ hay una palomita blanca, que llora de dolor, porque su nido pierde, cuando cae la flor” por no decir: “ ¡líbrennos ya de ésta opresión!, o ¡ayúdennos a soportar un día mas de miles de silencio!” con la misma melodía pestilente. 

Eran tiempos difíciles, casi invisibles, no por necesidades ni por falta de dinero, era algo así como la libertad, yo no podía saberlo muy bien, estaba demasiado pequeña. Los oía hablar de eso, a mi padre – cuando estaba- y los padres de mis demás amigos, excepto al de Pedro Cardoso, con el cual papá no tenía muchas relaciones. Era un tipejo alto, carnudo de ojos engolados pero ciertamente expectorados, con su sombrero, carabina y valija, que con aspecto ofuscado rondaba todas las esquinas de los barrios buscando secretos y confidencias para llevárselas al Jefe. De vez en cuando, escondida detrás de algún tablón, los escuchaba, porque nunca me dejaban en las reuniones de los grandes. Hasta mamá, que antes se dedicaba a hacerme su confidente, empezó a menguar y a callar, y así callábamos todos. 

Jugábamos en la esquina del barrio, con entusiasmo, como despistados del mundo, con cierto miedo, no sabíamos a que, porque no podíamos entenderlo, pero sí temerlo. Tenía cuatro amigos, la bandada: Pedrito Cardoso, el hijo de Pedro, una niña haitiana que felizmente llamábamos Casi Lolo, Juan Felipe Adrúsbal y Topaco, el más perdulario. 

Aquella tarde bisiesta, como en la mañana habíamos tenido un desfile para el Jefe, al que respetábamos y en cierto modo amábamos, estábamos libres de tareas, no habían razones para que no nos dejaran salir, aunque a Casi Lolo, la dejaban salir siempre, no iba a la escuela, y su padre no salía mucho, parecía esconder algo, y así fue como le conseguimos temer. Lo de amar al Jefe, bueno eso decía papá cuando hablaba con Pedro Cardoso; que lo amaba, que era eterno, y yo si entender ni un pelo, mas que papá era un mentiroso, hasta cierto punto muy convencedor. Después lo entendería. 

Pronto llegaron los oficiales. Mi padre se apresuró y me tomó en sus brazos y corrió conmigo hasta entrar en las trincheras del arrabal. El Señor Cardoso envió a Pedro a la casa, guiado por su madre, con cara de pánico. 

Entraron en la casa y sacaron a papá. Lo sentaron en la vereda, y papá se puso la mano en la cabeza. Pensé que se le estaba cayendo del dolor. Mamá no me dejaba salir, y yo me diluía en sudor, como gelatinizada. El tiempo era ininteligible. Luego supe que le habían consignado dos condiciones: ó se iba a la mañana siguiente a cualquier sitio del mundo, menos este país -el suyo-, empero lo llevarían a un paseo de caníbales. Armó sus maletas y en la mañana zarpó a Venezuela. 

Le esperé. Conseguía subir a los balcones de la casa abandonada a tres esquinas, y le mandaba mis ojos. Sentada tardes completas ahí, porque del otro lado, en algún sitio del mundo el podría estar pensándome. Siempre he creído que la luna, en cualquier parte del mundo es la misma, el sol, el viento, el mismo cielo es un testigo fiel de todas las historias de desamor y esperanzas, junto al agua, que cuando renace se pasa por donde antes pasó, por lo que todo los días esperaba a alguno de ellos y le mandaba recados a papá. A las doce o veinticuatro horas después, sabía que alguno habría pasado cerca de él, aunque no le hayan dicho nada. Era una forma de creerme que estábamos en el mismo universo. 

Después de su partida, la radio se convirtió en un refugio de mi soledad. Adornaba la sobremesa, con novelas, y algún programa de humor, previamente empreñado, bifurcado y asediado, de un humor azulejo, casi llegando a verde, que levantaba una risa, de vez en cuando por la ironía. No sé que habría sido de nosotros sin la radio y la foto de papá, detrás de ella. 

Se fue una mañana. Así como de cualquier forma, se puso un sombrero, apretó sus zapatos de charol, estrujó el traje contra un abrazo y se alejó. Iba lanzando su mano hacia atrás, como cuando uno se despide para siempre. 

Entre papá y yo se interpuso una península completa. A veces me escribía postales, que yo guardaba en el cajón de los tesoros y, también a veces – muy pocas- hablábamos por el teléfono fuliginoso del vestíbulo, donde metía los dedos para hacer sonar la rueda en su timbre peculiar, deseando que en el sitio donde el estaba, estuviese haciendo lo mismo. 

Cuando llamaba, hablábamos poco. Simplemente lo justo para oírnos las voces temblorosas y eterificadas, y saber que seguíamos ahí, divididos de mundos, colapsando lágrimas, deseando comerciar abrazos tiernos de una hija y su padre, pero aislados. 

Sus promesas de volver un día, sin saber fechas, ni tener esperanzas me dejaban triste. Pero, sobre todo asombrada. Asombrada de poder oír su voz a pesar de lo lejísimos que estábamos y de la cantidad de montes y océanos que había que atravesar para ligarnos un instante. 

Sin premisas ligeras, llegaron unos tipos, de la guardia, y se llevaron el teléfono. Después de eso no llegaron postales. Después de eso tampoco supe de él. Después de eso, tampoco supe de mi. 

Y sí, lo sé, hay un Alejandro Morillo, del otro lado del mundo, desaparecido. Y aquí, como a medio ecuador de ese lugar, hay una niña que quiere desaparecer, metida en este cuerpo de mujer. Pero como quisiera que todos sepan, que aun hay un tipo meticuloso que se asoma a una ventana en la calle 5, metiéndose en la vida de todos.

1 comentario:

EL MERENGUE Y TRUJILLO

  • AQUÍ

CUENTO SOBRE LA DICTADURA DE TRUJILLO

COMUNICACION Y PRENSA EN LA DICTADURA DE TRUJILLO

POESIA EN LA DICTADURA