Fuente :abc.es
Actualizado
Miércoles
, 23-12-09 a las 19
:
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El
25 de noviembre de 1960, los cuerpos de las tres hermanas Mirabal se
encontraron en el fondo de un acantilado en la costa de la República
Dominicana. Aquel acontecimiento, que fue vendido a la prensa
como un trágico accidente por Trujillo, el dictador dominicano que dio
la orden de acabar con ellas, contribuyó a despertar la conciencia entre
la población, que culminó, seis meses después, con el asesinato del
caudillo.
En honor a estas tres valientes hermanas asesinadas a
garrotazos, que se habían convertido en auténticas heroínas de la lucha
clandestina antitrujillista, se conmemora cada año en esta fecha el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer,
aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de
1999, a propuesta de la República Dominicana con el apoyo de 60 países.
Patria, Minerva y María Teresa,
así se llamaban las hermanas, nacieron y crecieron en el seno de una
familia rural acomodada en el paraje de Ojo de Agua, en Salcedo, el
municipio más importante de la provincia que se rebautizó más tarde, y
en honor a ellas, con el nombre de Hermanas Mirabal.
Estas mujeres, que habían mostrado un interés muy
temprano por los estudios, dedicaron gran parte de su corta vida a
luchar por la libertad política de su país, oponiéndose firmemente a una
de las tiranías más opresoras y duras que tenía Latinoamérica: la de
Rafael Leónidas Trujillo, conocido también como «El Jefe», «El
Generalísimo», «El Chivo» o «El Chapita», por su afición desmedida por
las condecoraciones.
El mismo hombre, protagonista de uno de los más acusados
cultos a la personalidad del siglo XX, que arrebató casi toda la fortuna
a su familia cuando llegó al poder. Convencidas «Las Mariposas» –así
era conocidas entre sus compañeros de lucha– de que Trujillo llevaría al
país a un auténtico caos, decidieron formar el grupo de oposición «Agrupación Política 14 de Junio».
A causa de su persistente actividad rebelde, fueron
encarceladas y torturadas en no pocas ocasiones, a pesar de los cual
decidieron continuar luchando con el único objetivo de acabar con la
dictadura.
Cuando «El Chivo» comprobó que la cárcel no era
suficiente para detener aquella actividad clandestina, a la que cada día
se iban uniendo más adeptos, decidió acabar con ellas. Eran los últimos
años de la década de los 50, en los que se estaba despertando una
fuerte inquietud social en toda América Latina, con la caída de varios
dictadores y el triunfo de Fidel Castro.
Las hermanas Mirabal habían comentado a sus maridos, en
una visita a la cárcel donde se encontraban recluidos, los rumores que
circulaban en Salcedo sobre la posibilidad que sufrieran un «accidente»,
como se denominaba entonces a la manera que utilizaba el régimen de
ordenar la desaparición de un opositor importante, con la supuesta
intención de ocultar el crimen.
Uno de los esposos, Manolo, sugirió que debían acabar con
los viajes y marcharse a Puerto Plata para evitar el paso por las
carreteras, pero ya era tarde: la orden de asesinar a las hermanas ya
había sido dada.
Cinco miembros del Servicio de Inteligencia Militar
detuvieron el jeep en el que regresaban de la prisión, las introdujeron
a empujones en un coche y las llevaron a un lugar previamente escogido,
cerca de La Cumbre.
Eran aproximadamente las 19:30. Allí las mataron a golpes
y colocaron sus cadáveres en el jeep, antes de arrojarlo por el
precipicio.
Ciriaco de la Rosa, uno de los asesinos, lo contaría más tarde:
«Después de apresarlas, las condujimos al sitio cerca del abismo, donde
ordené a Rojas Lora que cogiera palos y se llevara a una de las
muchachas. Cumplió la orden en el acto y se llevó a una de ellas, la de
las trenzas largas (María Teresa). Alfonso Cruz Valerio eligió a la más
alta (Minerva), yo elegí a la más bajita y gordita (Patria) y Malleta,
al chofer, Rufino de La Cruz. Ordené a cada uno que se internara en un
cañaveral a orillas de la carretera, separadas todas para que las
víctimas no presenciaran la ejecución de cada una de ellas […] Traté de
evitar este horrendo crimen, pero no pude, porque tenía órdenes directas
de Trujillo y Johnny Abbes García. De lo contrario, nos hubieran
liquidado a todos».
Nunca olvidaremos este cruel y trágico suceso. . La muerte de las Hermanas Mirabsl muestra el abuso, la insensibilidad y las crueldades del régimen del nefasto dictador Rafael Lronidas Trujillo.
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