Hoy, en Cuba, el cadáver calcinado de un dictador recorre su país como para que, después de muerto, vea la ruina en la que dejó a su patria.
Fidel Castro se ha convertido en una cajita de cenizas ruleteada. Despedido con lágrimas de adeptos y de víctimas.
Nunca entenderé a quienes lloran a sus dictadores vivos o muertos. ¿Recuerdan los millones de alemanes llorando en los discursos de Hitler? ¿O a los cientos de miles de rusos haciendo cola a 30 grados bajo cero para ver a Stalin, su “papacito” muerto? ¿Cómo llorar a un monstruo que asesinó a 20 millones de rusos? Igual pasó con Mao Tse-tung, otro asesino de la humanidad. Millones de chinos murieron por su culpa. Fue responsable de la triste Revolución cultural. Algo muy parecido a los locos del Estado Islámico o a los talibanes. Estos fanáticos maoístas torturaron, mataron y destruyeron todo lo que no había nacido, durante la Revolución cultural.
No existen dictadores buenos. Unos de derecha, otros de izquierda, pero todos son malos. Lo que pasa, y esto es inexplicable, es que los dictadores de izquierda son vistos por cierta intelectualidad del mundo como seres románticos salvadores de su pueblo. Estos intelectuales revolucionarios, comeflores de cafetín, serían, sin embargo, incapaces de vivir en un país donde exista un dictador de izquierda.
En Caracas o en La Habana, vemos a estos intelectuales invitados a cuanto congreso hay. Van con todos los gastos pagados: hotel, viáticos, comidas y paseos dirigidos para ver los progresos de la revolución. Me gustaría que estos sinvergüenzas tarifados me expliquen por qué Fidel fue un dictador bueno y Pinochet un dictador malo.
Y sí, se murió un dictador llamado Fidel Castro.
Y dejó a más de 6.000 cubanos que fueron fusilados.
Y dejó a cientos de presos políticos.
Y dejó a más de 2 millones de cubanos emigrados.
Y dejó la industria de la caña de azúcar en ruina.
Y dejó a miles de familias divididas para siempre.
Y dejó a miles de jóvenes como prostitutas en La Habana, vendiéndose para poder comer y vestirse. “Las putas más cultas del mundo”, como una vez con cinismo dijo el propio Fidel.
Y sobre todo dejó, qué arrechera, a mi país, Venezuela, colonizado por Cuba, subyugado y sumido en la miseria.
Desde el mar, miles de manos le dicen adiós a Fidel. Son las manos de los cubanos que murieron ahogados intentando escapar de la involución comunista cubana.
Dos opresores ya no están. Venezuela y Cuba siguen.
¡Hasta nunca, comandantes!
No hay comentarios:
Publicar un comentario