Por Eva Alvarez
En un artículo, Eduardo Díaz y Luichy Estrella aseguran que aún hoy tienen pesadillas con Trujillo. ¿Cómo no van a tenerlas? Durante los últimos meses del pasado año, se juntaron varios asuntos de importancia para los antitrujillistas: el recurso de amparo para evitar la venta en RD del libelo de Angelita Trujillo, la lucha para evitar sede en el país de la Fundación Trujillo y sobre todo el debate Museo Sí - Museo No. Todos los que de alguna manera nos vimos envueltos en esa causa, coincidíamos en haber tenido pesadillas durante los meses que duró ese pulso. ¿Cómo no van a tenerlas personas que siendo niños quedaron marcadas de por vida? Porque si perder a un padre es muy duro, infinitamente más tiene que serlo en la forma en que ellos se quedaron sin los suyos.
Cuando hablamos de la dictadura de Trujillo, pensamos en aquellos que fueron asesinados y torturados, y sin embargo muchas veces ignoramos a las víctimas indirectas; pero no por ello menos víctimas.
Pachi Awad no conoció a sus padres. Creció junto a su abuela y a sus tíos maternos y pese a que se le dio todo el amor del mundo, nada pudo sustituir la ausencia de Pilar y Jean, fatalmente asesinados con 20 y 22 años respectivamente. No tiene ni una foto junto a ellos.
Machy Cedeño nunca escuchó la voz de su padre, Pedro Livio. Su madre fue encarcelada en avanzado estado de gestación y pocos meses después, su padre fue cobardemente asesinado junto a cinco de sus compañeros en la Hacienda María. A Machi le gustaría poder conseguir las grabaciones en las que la prensa internacional entrevistó a su padre, días después del tiranicidio, mientras se recuperaba en el hospital de la herida que accidentalmente recibió durante el ajusticiamiento. Sólo quiere oír su voz, nada más.
Huáscar tenía tres años la última vez que vio a su progenitor, con quien compartía nombre. Recuerda que fue a un hospital junto con su madre, Doña Lindín, y a sus hermanos Rocío y Manuel y le extrañó ver a su papá con un pie escayolado. Desde su inocencia, Huáscar le preguntó a su padre lo que le había pasado y éste, para no hacer sufrir al pequeño, le respondió que se había golpeado. En realidad, lo tenía roto porque al levantarse del "trono" (para quién no lo sepa, el trono era una silla que soltaba descargas eléctricas, popular método de tortura trujillista), el sicario César Báez quiso sujetarlo ante su escasa fuerza tras tantos malos tratos y Huáscar le dijo que él se paraba solo. La bestia le propinó una patada con sus botas de diablo, causándole dicha fractura.
Mayra vivió su infancia vestida de negro, a partir del 30 de mayo. Eso le afectó de tal forma que aún a día de hoy, cuando se viste y se ve muy oscura, siempre busca corriendo un toque de color para no parecer enlutada.
Y como ellos tantos otros...
Por eso no podemos olvidarnos de las otras grandes víctimas, de las voces inocentes que sin ser culpables de nada han tenido que convivir desde niños con una enorme pena.
De ellos es este día, porque su sufrimiento ha sido el que conformó la libertad y el inicio de la democracia.
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