Una decena de pueblos
españoles se resisten a deshacerse de sus apellidos "franquistas", en
memoria del dictador Francisco Franco o de algunos de quienes fueran
dignatarios locales, así como a retirar símbolos de la dictadura, cuarenta años
después de su fin (1939-1975).
Un
juez español ha obligado hoy a uno de esos pueblos, el extremeño de Guadiana
del Caudillo (suroeste), a cambiar la denominación del municipio, tras un
recurso presentado por el partido socialista, que pide que se aplique la
llamada Ley de Memoria Histórica, que obliga a la retirada de todos los
símbolos franquistas.
Los
socialistas de esa localidad, ubicada en la occidental provincia de Badajoz,
han recordado que se trata de la primera sentencia de este tipo en España y
consideraron que puede sentar un precedente para otros casos similares.
En
España, muchos pueblos llevaron tras la guerra civil (1936-1939) el apellido
"de Franco" o "del Caudillo", el titulo que en la época de
la dictadura se dio el dirigente fascista como jefe del Estado a imitación de
los dictadores coetáneos como Adolf Hitler, que se hacía llamar
"fuhrer", o Benito Mussolini, "duce".
En
su mayoría eran municipios de nueva creación como resultado de la puesta en
marcha de los diversos planes de desarrollo que en zonas rurales se pusieron en
marcha en los años 50 y 60 del pasado siglo.
Las
autoridades de otras localidades quisieron en aquellos años rendir homenaje al
dictador y colocaron esa coletilla a los nombres de sus pueblos, como ha
ocurrido con la también localidad extremeña de Villafranco del Guadiana, y en
otras ocasiones los de algunas personalidades del franquismo, como Quintanilla
de Onésimo (noroeste, Valladolid), en reconocimiento de uno de los fundadores
del fascismo español.
Uno
de los más conocidos ha sido el gallego de El Ferrol del Caudillo, ciudad natal
de Franco, que mantuvo ese nombre desde 1938 hasta 1982.
Aparte
de los nombres de los pueblos, todavía quedan en el país otros vestigios del
pasado franquista en monumentos y placas repartidos por toda su geografía y se dan casos
en que son los propios vecinos los que defienden su pervivencia.
También
este jueves un grupo de vecinos de Callosa de Segura (Alicante, este) paralizó
los trabajos para la retirada de "La Cruz de los Caídos", acordada en
cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica de 2007.
Estas
cruces, que recordaban a los muertos del bando franquista, llamado
"nacional", estaban en todos los pueblos de España, pero se han ido
quitando a lo largo de los años, la mayoría, con la llegada de los
ayuntamientos democráticos a principios de los años 80.
No
obstante, todavía se conservan dos de los monumentos más emblemáticos de esa
época, ambos en Madrid: El Arco de la Victoria, que conmemora la entrada de las
tropas de Franco en la capital en 1939, y el Valle de los Caídos.
Este
último, construido por presos del bando republicano, fue concebido como
monumento a los muertos en la Guerra Civil, aunque el franquismo le otorgó un
gran significado político e ideológico.
Allí está enterrado
Franco, junto a José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), fundador de la
Falange, partido en la línea de los movimientos fascistas de los años 30.
Desde hace años se mantiene la polémica sobre el cambio de
nombre y de uso de estos monumentos.
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha propuesto llamar al
Arco de la Victoria, Arco de la Concordia o de la Democracia y ha planteado
cambiar el nombre del Valle de los Caídos por Valle de la Paz, y darle a este
enclave una nueva visión.
Lo que sí ha desaparecido de los espacios públicos son las
estatuas ecuestres que del dictador había repartidas por todo el país, ya que
en diciembre de 2008 el ayuntamiento de Santander (norte) retiró la última de
ellas.
El intento de acabar con
los vestigios franquistas es un asunto recurrente en los últimos años y en
muchas ocasiones provoca polémica entre los partidarios de suprimirlos por
considerar que son una ofensa a la memoria de las víctimas del franquismo y los
que opinan que son parte de la historia y hay que dejarlos.
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