Un dictador es un dictador

Viejo, mi querido viejo

RAFAEL ÁLVAREZ CORDERO

04 de Diciembre de 2016

Durante siglos, los reyes y emperadores fueron dueños absolutos de vidas y haciendas, sus riquezas aumentaban a costa de la pobreza y miseria de sus súbditos; la Revolución Francesa rompió la cadena de inequidad e injusticia y sentó las bases para poder hablar de libertad, nació la república, nació la democracia, que con todos sus defectos, acota las intenciones de avasallamiento de los hombres sobre los demás.

Pero tristemente, en más de una ocasión, quienes se alzan contra la injusticia, enfrentan y derrotan al tirano y liberan a un pueblo, más pronto que tarde se convierten en lo mismo que combatieron y llegan a ser dictadores tanto o más crueles que su antecesor.

Así sucedió en Alemania, en donde el pueblo alemán le dio con vítores y alabanzas todo el poder a un hombrecito que fue responsable de la  muerte de decenas de millones de seres humanos; así ha sucedido en muchos países de África, donde los libertadores se convierten en tiranos; así sucedió en la Nicaragua de Ortega, la Venezuela de Chávez y la Cuba de Fidel.

Porque en esta semana hemos escuchado y leído cientos de opiniones sobre Fidel Castro, yo lo admiré y elogié su triunfo sobre la dictadura de Fulgencio Batista y la proclamación de la libertad para los cubanos, pero al pasar el tiempo lamenté que, aprovechando el aislamiento geográfico de Cuba, haya convertido esa bella isla en una gigantesca prisión, en la que ningún cubano tiene derechos, no puede hablar, opinar ni cuestionar las decisiones del partido único y si lo hace es encarcelado o  termina muerto; los datos están ahí, miles de cubanos intentaron escapar de Cuba, fueron llamados “cochinos” y murieron ahogados en su intento.

Fidel solamente tuvo un propósito, cultivar su imagen de libertador, todo el día, todos los días, todos los años, pronunció larguísimos discursos de cinco o más horas ante miles de cubanos,  manipuló a todos esperando que lo llamaran libertador, pero un dictador es un dictador, es un dictador.

Fidel ya no está y esperamos ver, más pronto que tarde, que los sueños de libertad del pueblo cubano sean una realidad; habrá lucha, que creo no será muy cruenta, porque Fidel, el gigante, empequeñeció a todos los que estaban a su lado y los que quedan no tienen ni la estatura moral ni la fuerza para continuar la dictadura que él personificó.

Ahora sucederá lo que ocurrió cuando don Porfirio salió para Europa y esperamos que su camino a la democracia no sea como aquí, que costó más de un millón de vidas, sino que Cuba se integre al mundo y los cubanos puedan vivir libres y felices; el problema es que millones de ellos nacieron en la dictadura y es difícil que entiendan qué es democracia y qué es libertad; para eso, será necesario que se repita una y otra vez: un dictador es un dictador, es un dictador.

¿Hay otras dictaduras que nos preocupan?, sí, varias, una de ellas es la que surge con el arribo al poder en Estados Unidos de un tipo ignorante, abusivo, racista y misógino, que pretende cancelar desde el derecho a disentir y quemar la bandera hasta el derecho de elegir el estilo de vida, el derecho al aborto y tantos derechos más; afortunadamente la democracia yanqui, con sus imperfecciones, tiene contrapesos que habrán de limitar en algo los sueños delirantes de un aspirante a dictador; el rechazo de los alcaldes de Los Ángeles y de Nueva York a entregar datos de los indocumentados es muestra de eso.

Y ¿qué tenemos en México?, ya en 1990 Mario Vargas Llosa habló de la “Dictadura Perfecta” del país, una Dictablanda en donde no rige un dictador, sino un partido político, que parecía inamovible; cuando hace 16 años llegó a la presidencia el primer mexicano que no pertenecía al PRI, se pensó que la dictadura del partido en el poder había terminado, pero no, porque seguimos siendo testigos mudos de lo que sucede “allá arriba” en el gobierno, en las Cámaras de Diputados y Senadores, en las Procuradurías de Justicia, en todos lados; ciertamente no nos podemos comparar con lo que ocurre en Cuba, Venezuela o Nicaragua, pero ese poder omnímodo del gobierno y sus funcionarios ha dado por resultado una impunidad total y la corrupción que padecemos; la persistencia de la pobreza y el pobre desarrollo económico, así como la manipulación (torpe) de la verdad añade más inri al malestar de los mexicanos.

Castro inundó su isla con desplegados que exhibían sus logros, ocultando la miseria y falta de libertad; aquí sucede algo parecido, “lo bueno también cuenta” y la celebración multitudinaria de 4 años de gobierno de EPN (muy al estilo castrista), oculta lo malo que aún es evidente en muchos rincones del país.

Un dictador es un dictador, es un dictador, no lo debemos olvidar.