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martes, 13 de noviembre de 2012

La propaganda en "la era" de Trujillo


POR EDDY PEREYRA ARIZA
La propaganda política, como instrumento dirigido  a orientar, excitar  y manipular el pensamiento social, busca influir en la conducta y en el sistema de valores de las personas,  con la intención de apuntalar una determinada opinión ideológica o política.  Sigue la preferencia y el movimiento de la sociedad, sin dejar de ser la técnica científica que Jean Jacques Chevalier ha interpretado como “uno de los fenómenos más impresionantes e inevitables de nuestra época; que por ser dominante por naturaleza, discurre con  acrecentada tendencia al totalitarismo”.  Su meta ha sido obtener el apoyo o el rechazo de la población,  apelando a argumentos emocionales, más que racionales, porque el instinto y las emociones son los polos de las acciones políticas, no la lógica ni el razonamiento. Así lo asume, Carlos Luis Napoleón Bonaparte III, cuando establece que “uno conmueve a las masas mediante el corazón, nunca mediante la fría razón.”  Hubo siempre personas con tendencia a la dominación y otras propensas a la sumisión y, según Kimball Young en su obra “Psicología Social”, aún en las formas  de vidas inferiores se desarrolla una jerarquía de dominio y de sumisión en que los miembros más viejos y fuertes, llegan a mandar y dominar a sus demás congéneres. La organización humana es forjada en torno al poder, siendo éste el gran objetivo de los hombres y de los pueblos. En su ámbito se arremolinan las multitudes y las individualidades. Esto se explica en función del  ansia de dominio del ser humano. Muchas cosas han girado alrededor de ese ímpetu o impulso humano, que Fredrich Nietzsche llama la voluntad de poder. Los que lo promueven, en cualquier sistema, inquieren siempre la estimulación de voluntades, bajo la invocación de una idea motivadora, suficientemente atractiva, como para movilizar a la gente alrededor de un propósito común.  El sentido del poder no está orientado a exigir obediencia por la fuerza, debido a que la experiencia ha demostrado, cada vez más, que la represión genera reacciones rebeldes e incontrolables de parte de las personas y poblaciones. En algunos casos, ésta ha tenido éxitos, pero no duraderos.   Por esta y otras razones, surge como necesidad política inaplazable la de reproducir ese arte, que es la propaganda, capaz de contribuir por medio del manejo de la conducta social, al sometimiento y  mantenimiento del poder político, con la menor intervención posible del uso excesivo de la fuerza.  Entonces, la propaganda emerge como el fenómeno político del Siglo XX, el medio de control social que produce el armamento psicológico del poder, para vender una idea, una acción o un perfil en el mercado político electoral, así como,  mantener una buena imagen ante la sociedad.  PIONEROS  En República Dominicana, es el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina y sus colaboradores, los que desentrañaron los secretos y los influjos de la propaganda política moderna, empleada como efectivo lavado cerebral sobre la población civil. La operaron con impresionante destreza para triunfar y detentar el poder. Trujillo Molina implantó un régimen autoritario pero mantuvo la preocupación de justificar las actuaciones de su dominio y así salvaguardar su base social y la imagen del contenido ético del Estado.  Mientras, el instrumento represivo del gobierno operaba con su naturaleza violenta, el aparato ideológico funcionaba por medio de las ideas para conquistar, conformar a los sojuzgados y evitar que perciban su estado de opresión. El trujillismo reprodujo una ideología dominante, que actuó como encerado para mantener fluidas las relaciones sociales, proporcionando el consenso social necesario, mediante la justificación del predominio de su dictadura.  El dictador tuvo en sus manos el aparato coercitivo del Estado, (Ejército, Policía, Justicia), destinados  a hacer que las masas estén sojuzgadas, sometidas al sistema autocrático de gobernar que implantó. Pero  utilizó cuatro instituciones esenciales en la difusión de la ideología trujillista: la Iglesia, la educación escolar, los medios de comunicación  y el Partido Dominicano. La función de la hegemonía, realizada por la propaganda trujillista, fue asumida, entonces, por los intelectuales, sacerdotes, maestros, funcionarios del gobierno y militantes del Partido.   La dictadura de Trujillo, tuvo una característica singular: fue la única en América Latina que usó la persuasión, por vía de la propaganda política,  para sostener su dominio, por encima de la represión física. Dándole, un orden a esos valores, la fuerza jugó un su rol en la aplicación, pero el aparato ideológico de Trujillo, montado en su tribuna de difusión,  constituyó la sustancia fundamental del poder político. Con la fuerza puede mantenerse el poder, en base al miedo y el castigo, pero no se logra la adhesión espontánea, duradera y masiva.  El doctor Paúl Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda del régimen alemán nazi, afirma en su discurso del 6 de septiembre del 1934 en el Congreso de Neurembens, Alemania, que: “Quizás sea bueno el poder que reposa sobre la fuerza de las armas. Pero es mejor y más perdurable ganarse el corazón de un buen pueblo y conservarlo”. Harold Lasswell, en sus reflexiones sobre “Propaganda Techniques in the World War (Técnicas de propaganda en la Guerra Mundial, 1927), afirma que la propaganda, sobre todo, a través de los nuevos medios de comunicación, permite conseguir la adhesión de los ciudadanos a unos planos políticos determinados sin recurrir a la violencia, si no, mediante la manipulación. Asimismo, entiende la comunicación en términos propagandísticos, como la forma más eficaz de mediación.  Está comprobado, que el apoyo político invariable se obtiene a través del convencimiento. Con las armas se obliga y con el dinero se compra, pero este último hay que utilizarlo de manera constante, porque si se deja de apuntar con el fusil o se deja de pagar las monedas, los soportes sociales finalmente se van gastando, hasta derrumbarse.  DIOS Y TRUJILLO  Trujillo sustrajo de las ideas teocráticas, que la naturaleza da a los hombres autoridad sobre sus semejantes y rechazó la tesis de que la fuerza por sí sola, pudiese ser la columna principal del mando político. Por eso, su desmedido afán por sobresalir y encumbrar su imagen, hasta lo divino como el slogan “Dios y Trujillo.  Ese poder político que logró el autócrata,  mantenido por el rito de la propaganda política como control social, fue lo que permitió superar las barreras de los 30 años, a  la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, que, de alguna manera, sigue presente.

2 comentarios:

  1. Muy buen articulo, quisiera escribirle al autor, por favor podrían facilitarme su email?

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    1. Excuse licenciado, hoy fue que vimos su comentario. La verdad este artículo lo reproducimos de otro diario, no conocemos al autor .

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