No pocos panegiristas del difunto, no sólo sabían de esos excesos y lujos ofensivos en un país con millones apenas sobreviviendo.
30 de Noviembre de 2016
Un denominador común entre los dictadores —que gobernaron con puño de hierro sus países—, como Josef Stalin (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili), Mao Tse-tung, Enver Hoxha, Nicolae Ceausescu, Hugo Chávez y Fidel Castro, entre otros (al heredero de éste, lo incluiré en la lista en no pocos años), es que una vez que fallecen, la verdad de lo que fue su vida, o versiones más cercanas a lo que en realidad hizo (porque lo que dicen que hizo, lo sabemos hasta el cansancio), empieza a ser conocida.
Hoy, Fidel Castro no será la excepción. Al libro La vida oculta de Fidel Castro, de la autoría de Juan Reinaldo Sánchez, publicado hace escasos dos años y meses, deberá seguir una avalancha de publicaciones diversas donde, no pocas honras y demasiadas mentiras e invenciones serán desnudadas.
Lo sucedido en la hoy extinta Unión Soviética, es de sobra conocido; el acceso a los archivos otrora secretos, permitió la publicación —entre otras obras—, de la trilogía de Vitali Shentalinski sobre los archivos literarios del KGB (Esclavos de la Libertad, Denuncia contra Sócrates y Crimen sin Castigo; Galaxia Gutemberg).
En el caso de Mao Tse-tung, son numerosos los libros acerca de su vida y errores; de entre todos, me quedo con éste: The Private Life of Chairman Mao, del doctor Li Zhisui. Éste, médico personal desde 1954 a la muerte del dictador chino en 1976, fue testigo privilegiado de una vida de excesos.
De Enver Hoxha, el dictador albanés, tendría usted suficiente con leer el libro Enver Hoxha de Blendi Fevziu y, para no dejar fuera al dictador rumano, Nicolae Ceausescu, dos o tres libros de Norman Manea, que recién acaba de recibir el Premio de la FIL Guadalajara.
Con relación a los dictadores latinoamericanos —algunos, copias burdas del recién fallecido—, hay libros de lectura obligatoria; La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa, por ejemplo. El dictador Trujillo es mostrado ahí, en su tinta; la sociedad que fue su cómplice, también.
Este apretado recuento de algunos dictadores, cuya vida real fue conocida una vez que dejaron el mundo de los vivos, no estará completo mientras no se diga la verdad de Cuba desde el mero principio; desde la organización de la expedición desde México y la participación cómplice en sus preparativos, de agencias de seguridad del Estado mexicano, como la hoy desaparecida Dirección Federal de Seguridad, hasta los excesos y lujos de la vida diaria del hoy difunto, durante decenios.
No pocos panegiristas del difunto, no sólo sabían de esos excesos y lujos ofensivos en un país con millones apenas sobreviviendo en la peor de las miserias, sino que los disfrutaban frecuentemente. Durante años callaron y, sin duda, seguirán con su silencio cómplice; algunos, ya se adelantaron al que hoy rinden homenaje en Cuba y otros, por su edad, seguramente no alcanzarán a ser desnudados en su hipocresía y complicidad.
Sin embargo, no desesperemos; hay miles que saborearon las abundantes mieles, normales éstas en la vida diaria de El Comandante; todos ellos, más temprano que tarde, serán exhibidos. De eso, no tenga la menor duda.
¿Qué será de tanto cómplice mexicano? ¿Qué será de tanto político que, orgulloso, exhibía en sus oficinas la foto con El Comandante? ¿La tendrán todavía en el lugar destacado donde estuvo por años, o ya los alcanzó el realismo y la descolgaron?
Sin duda, tal y como sucedió con no pocos dictadores, también lo veremos con el finado y su hermano, su hoy heredero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario