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La sed de venganza por el ajusticiamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo, ocurrido un día como hoy, hizo rodar la sangre de hombres que, a fuerza de coraje, decidieron ponerle fin a la satrapía que por 30 años martirizó a la República Dominicana.
La sed de venganza por el ajusticiamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo, ocurrido un día como hoy, hizo rodar la sangre de hombres que, a fuerza de coraje, decidieron ponerle fin a la satrapía que por 30 años martirizó a la República Dominicana.
A su hijo Ramfis Trujillo solo le bastaron 48 horas para ejecutar en noviembre del año 1961 lo que constituyó el último gran crimen del régimen, cuando en una orgía de sangre y alcohol él y sus colaboradores acribillaron en la Hacienda María a los seis conjurados que habían sido apresados por matar a El Jefe.
El hecho fue el resultado de toda una trama orquestada, dirigida y ejecutada por el propio Ramfis, quien, con el poder que mantenía, pasó por encima de todo obstáculo legal que le impidiera realizar sus planes.
La trama. El 17 de noviembre de 1961 Ramfis encomendó a su cercano colaborador y cuñado José León Estévez (Pechito) que agenciara el traslado de los presos que estaban recluidos en la cárcel de La Victoria, con la excusa de realizar un descenso en el lugar donde mataron a Trujillo.
Esto así porque el plan inicial era matar a Huáscar Tejeda, Pedro Livio Cedeño, Roberto Pastoriza, Tunti Cáceres, Salvador Estrella Sadhalá y Modesto Díaz en el mismo sitio donde cayó el tirano.
De acuerdo con interrogatorios contenidos en el expediente del proceso judicial que siguió a esos hechos, León Estévez tramita la solicitud al jefe de la Policía, Marcos Antonio Jorge Moreno, para que pidiera al fiscal del Distrito Nacional, Fabio Rodríguez, que de orden superior autorice el traslado, pero éste le respondió que ya esa acción no le correspondía porque el caso había adquirido una providencia calificativa que lo enviaba a juicio.
Jorge Moreno responde con esos argumentos a León Estévez pero éste no entendió la justificación, y entonces el jefe policial se dirige al procurador general Porfirio Basora, que le explica lo mismo y, a su solicitud, le dicta un memorándum (que tomó su asistente José Morillo López) en que le detalla las razones jurídicas que impedían el traslado.
Según narró Jorge Moreno, esa acción enfureció aún más a Ramfis y próximo a las 6:00 de la mañana del 18 de noviembre, lo manda a buscar y hasta se vio obligado a ponerse un jacket de cuero sobre la pijama.
Es ahí cuando llama al comandante de La Victoria, Dante Minervino, y le pide el traslado de los reos. Minervino dice que le extrañó que solo pidiera tres custodias para los seis reos.
Últimas horas. Contra todo procedimiento llevaron los presos a Ciudad Nueva y dispusieron que el fiscal Fabio Rodríguez hiciera el descenso,y así lo hizo. Empero, narra en su testimonio de los hechos, que tomó previsiones ante la sospecha de que se urdía un plan contra los conjurados. Tras concluir el descenso, en lugar de ser retornados a La Victoria, los custodias los retornaron a la cárcel del Palacio de Justicia.
Ya para ese momento sus familiares sospechaban que algo podría pasar y hasta fueron donde el presidente Joaquín Balaguer en compañía del cónsul dominicano en México para que los orientara, pero la respuesta no fue más de que estaban haciendo un descenso.
¡Gasparín, coño, nos van a matar a todos!. Esa frase la pronunció Luis Manuel (Tunti) Cáceres al secretario del tribunal, Gaspar Tevenin, a quien conocía de infancia, en el momento en que fueron retornados al Palacio de Justicia. Ya lo presentían.
Como parte de la trama mandan a buscar la guagua que los trasladaba y los custodias, supuestamente para un servicio, y próximo a las 4:00 de la tarde envían una nueva custodia compuesta por miembros del Servicio Secreto que fueron uniformados a tales fines y éstos informan al llavero Zoilo Hernández que harán otro descenso. Esto, aprovechando que ya no estaban el fiscal ni el resto del personal. Ahí inició el final.
Traslado a la hacienda. La nueva custodia la integraban los agentes del Servicio Secreto Ramón Rivas Viñas y los exsargentos Rafael Palma Pichardo (Frillo) y Pedro Julio Vizcaíno.
Ciertamente, la orden inicial era dirigirse con los presos hacia el lugar donde cayó El Jefe, y así lo hicieron, pero allí les esperó un carro marca Zodiac, azul claro, con soldados de la Aviación Militar a bordo quienes les hacen señas de que los siguieran, y la ruta fue hacia la Hacienda María. Así lo afirma Vizcaíno en su interrogatorio.
Allí esperaban Ramfis, los hermanos Luis José y José Alfonso León Estévez, el coronel Juan Disla Abreu, Gilberto Sánchez Rubirosa y otros que compartían tragos con Ramfis, al parecer, desde horas antes ya que se ha afirmado que el hijo de Trujillo estaba ebrio.
Como un guayo. Dante Minervino, quien en los diferentes interrogatorios de que fue objeto se incrimina, confesó que estuvo ahí y narró paso a paso lo que vio ese sábado en la noche.
Minervino dice que inmediatamente llegó la guagua con los presos se les acercó José Alfonso León Estévez y ordenó a Pedro Livio Cedeño que bajara. Éste bajó y lo agarró por un brazo y lo llevó donde estaban Ramfis, Pechito y Sánchez Rubirosa. Ellos estaban en una plataforma de cemento un poco alta y Cedeño fue llevado frente a ellos, inmediatamente fueron escuchados los disparos, y fueron muchos, con diferentes armas ya que nosotros los militares podemos distinguir los tipos de arma, nosotros alcanzamos a ver que los tres disparaban, pudimos distinguir de espalda a los que tiraban, que eran Ramfis, después el marido de Angelita y luego Sánchez Rubirosa….
El procedimiento fue usado con los otros cinco y el hecho quedó consumado. Mataron a los seis de los héroes sobrevivientes.
¿Y los cadáveres? Sobre el paradero se han tejido varias versiones: se dice que fueron sepultados en una fosa que luego fue sellada con concreto, que fueron lanzados al mar o que fueron incinerados.
Aunque a 50 años quedan vivos algunos actores de ese acontecimiento, nunca han aclarado lo ocurrido.
El proceso de investigación del asesinato de la Hacienda María fue retomado hace alrededor de tres años y los nuevos investigadores ubicaron e interrogaron a Vizcaíno, y al preguntarle qué había pasado con los cuerpos de los prisioneros acribillados respondió con seguridad pregúntenle a la Aviación, que ellos son los que saben.
Las claves
Huida de Ramfis
Tras cometer el asesinato, Ramfis abordó su fragata hasta nunca, no sin antes dejarle instrucciones a Jorge Moreno de recomendar un ascenso a Dante Minervino y de entregar el vehículo que dirigió los presos hacia la Hacienda María.
A 50 años
El destino de los cadáveres de los conjurados aún es un misterio.
La mentira
El final de la trama urdida por Ramfis era simular que los asesinados se habrían fugado mientras eran trasladados a la cárcel. ¿Cómo lo hicieron? Tomaron el vehículo en que trasladaron a los reos y lo estrellaron a tres kilómetros de la cárcel de La Victoria en un árbol de javilla, lo ametrallaron y colocaron los cuerpos de tres policías que habían sido asesinados en otra operación parte del plan en horas de la tarde.
El propio Dante Minervino admitió haber participado en esos hechos, sin embargo, siguiendo el plan, se dirige a la cárcel de La Victoria y allí, supuestamente, a las 10:30 de la noche es enterado de que la vagoneta con los policías se había estrellado y que los tres custodias estaban muertos. El hombre hizo sonar la alarma y ordenó a decenas de policías que capturaran vivos o muertos a los prisioneros. Esos mismos que admitió haber visto caer horas antes en la hacienda María.
Los señuelos
Sobre los tres muertos colocados como que eran los que conducían los reclusos a La Victoria, Minervino admitió durante el proceso del caso en instrucción que en horas de la tarde tomaron unos policías especiales que no eran más que ex convictos que tenían para operaciones específicas, y los enviaron al ensanche Isabelita en un vehículo para que realizaran un servicio.
En su testimonio dice que estando ellos allá, en cumplimiento de sus órdenes, él mismo y un policía llamado Dedé les dispararon a quemarropa y guardaron los cuerpos hasta el momento en que fueron colocados en el vehículo en que simularon que se habían fugado los presos. Los pusieron uno en el asiento del chofer y otros dos afuera, les colocaron las cananas vacías y luego ametrallaron la guagua para simular la fuga.
En el expediente de ese proceso figuran los nombres de los diferentes custodias y las fichas de los que fueron usados como señuelos. Los que trasladaron a los seis ajusticiadores de Trujillo desde el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva a la Hacienda María fueron el segundo teniente Ramón Rivas Viñas y los exsargentos Rafael Palma Pichardo (Frillo) y Pedro Julio Vizcaíno de los Santos, miembros del Servicio Secreto que fueron uniformados. Mientras que los que fueron colocados en la guagua ametrallada fueron los rasos Pedro Romero Félix Calderón Castillo, José Fabriziano Cruz Guaba, indultados tras cometer delitos.
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