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PARAQUENOSEREPITALAHISTORIA .Para los interesados en el tema y los olvidadizos de sus hechos, aquí están para consultar múltiples artículos escritos por diversas personalidades internacionales y del país. El monopólico poder de este tirano con la supresión de las libertades fundamentales, su terrorismo de Estado basado en muertes ,desapariciones, torturas y la restricción del derecho a disentir de las personas , son razones suficientes y valederas PARA QUE NO SE REPITA SU HISTORIA . HISTORY CAN NOT BE REPEATED VERSION EN INGLES

jueves, 4 de abril de 2013

Trujillo nunca permitió libertad de expresión

¿Por qué conceder a los trujillistas algo que ellos nunca permitieron?
Escrito por: Santiago Castro Ventura
 Algunos ciudadanos “amantes de la libertad” se han alarmado por la decisión “arbitraria” de ejecutar la ley que prohíbe la promoción del trujillismo. “Olvidan” que el tirano nunca consintió el más mínimo ápice de libertad de expresión, otros colegas fueron más flexibles: Tacho Somoza toleraba a regañadientes la edición del periódico La Prensa de Pedro Joaquín Chamorro; fue su hijo Tachito quien luego ordenó el asesinato del reconocido periodista; Fulgencio Batista, pese a su carácter sanguinario, aceptaba al periódico Hoy y la revista Bohemia; Marcos Pérez Jiménez siempre bajo amenazas permitió las ediciones de El Nacional y otros medios adversos; Ubico, aunque con censura, aguantaba al Independiente y El Imparcial; Stroessner soportaba periódicos por épocas: El Independiente, El Día, ABC, etc. Por el contrario, tras el advenimiento de Trujillo, cerraron paulatinamente el Listín y La Opinión en la capital y El Diario en Santiago. La revista Bahoruco nunca rindió loas al régimen, fue conminada a desaparecer. La revista Renovación fue cerrada y sus ejecutivos inculpados de editar volantes críticos del gobierno, uno de ellos fue asesinado, otro logró exilarse.
Félix A. Mejía en su penetrante obra Vía Crucis de un pueblo (publicada en medio de la tiranía), nos dice cómo fueron desmontando la estructura de prensa libre que existía al iniciar la tiranía: “Al director de La Información, César Tolentino, lo mandó como Ministro de nuestro país en Madrid y luego en Francia. El director del Diario del Comercio, José M. Roque Román, fue hecho diputado. El director y dueño del semanario Cosmopolita, Bienvenido Gimbernart, también fue diputado, el del Nuevo Diario, Francisco Sanabia, alias Panchito, Juez Alcalde de la Capital, y así sucesivamente”. Refería Mejía que el director del semanario satírico Cójanlo no fue tomado en cuenta y decidió publicar algunas sátiras contra el “Jefe” tratando de buscar un nombramiento, sin embargo la respuesta fue una paliza que casi le arranca la vida.
En 1936 se emitía una ley que prohibía la introducción de revistas, periódicos, libros, folletos y carteles “subversivos”, serían sancionados con prisión, se agregaba al listado los propietarios o administradores de medios que imprimieran los materiales prohibidos. Conocer el avance de las ideas políticas y sociales estaba vedado, obras como “El hombre mediocre” de José Ingenieros fueron prohibidas, y las de Neruda ni hablar, por ejemplo se estimó un gran triunfo de la oposición interna la introducción clandestina del poemario Canto general, de Neruda. Trujillo presentó a Américo Lugo como historiador de la “Era”, Lugo rechazó esa condición y envió a los periódicos una carta de réplica que no fue publicada. Esto obligó al célebre intelectual a sacarle copias a su misiva y repartirlas entre sus amigos aclarando que no era historiador del gobierno, acto “subversivo” que atentaba contra la “libertad de prensa”. Con esa “indulgencia” fue asesinado Andrés Requena por su novela crítica: Cementerio sin cruces; igual suerte corrió Jesús de Galíndez por los aprestos para publicar su tesis doctoral sobre la Era de Trujillo. Galíndez, conocedor del tema, advertía en su obra: “... en la República Dominicana no existe prensa ni radio libre. El problema no es de censura ni de mordaza. Es de asfixia, por un monopolio casi absoluto en manos del propio Trujillo o de su hermano Petan”. A nivel de prensa escrita solo subsistían los medios leales al “Padre de la patria nueva”, en la capital El Caribe y La Nación y en Santiago La Información.
La “afable libertad de expresión trujillista” llegó al extremo de incendiar un cine por el “delito” de exhibir la película “Píntame angelitos negros”, basada en un poema de su archi-enemigo Andrés Eloy Blanco. La extinción de la libertad de opinión era más ostensible en el pueblo llano, que solía cometer la “rebeldía” de escuchar de modo muy secreto las emisiones de los exiliados en la CMQ de La Habana; en la universidad no pocos jóvenes fueron asesinados acusados de distribuir propaganda conspirativa. Germán Ornes, opositor y otrora funcionario de prensa, apuntó: “Cada mañana Trujillo recibe en su despacho una relación de todas las llamadas telefónicas interurbanas o internacionales del día anterior”. Bernardo Vega, en La Vida Cotidiana Dominicana, cita casos paradigmáticos, como el ocurrido al sargento Francisco Rodríguez en el Jaragua, supuestamente se negó a brindar por la salud del “Benefactor” alegando que era comunista, Trujillo fue notificado del caso: “El nombrado Francisco Eugenio Rodríguez se encuentra preso y será sometido a la justicia”. El reconocido opositor Ostacilio Peña Páez descartó brindar por la salud de Trujillo en 1943, el gobernador de San Francisco informaba que por este “delito” el comandante del ejército: “... condujo preso al licenciado Peña a la Fortaleza Duarte y hoy en la mañana lo condujo a Santiago de acuerdo con información me dio teniente Morillo. Según informes obtenidos el Lic. Peña negóse a tomar parte en un brindis que se formuló por la salud de nuestro ilustre Jefe. Irán detalles”. Serían interminables las perlas sobre la “libre expresión en la Era”, pero concluiremos con una referencia de un reciente libro del historiador Eliades Acosta Matos, precisamente en San Francisco de Macorís el Gobernador informaba la clausura de un periodiquito escolar denominado “Fiat-Lux, decía que junto al comandante policial: “.. .les hemos aconsejado la suspensión inmediata y la destrucción de los números que ya en el correo se disponían a circular, cosa que fue bien acogida por ellos”. Agregando: “En caso que estos jovencitos no den cabal cumplimiento a nuestros consejos, procederemos con mano dura a castigar su insolencia”. Sí, constituía una insolencia cualquier atisbo de perturbar la “libertad de expresión trujillista”. La permisibilidad del presente ha logrado que cobre auge en las nuevas generaciones la falsedad de que en aquellos tiempos se “vivía una gran tranquilidad”, sin aclarar que era de tranca, de foete indiscriminado. ¿Por qué concederles a los trujillistas algo que ellos nunca permitieron? Sin duda en esta coyuntura solo nos resta parafrasear a Madame Roland y sentenciar: ¡Oh, libertad! ¡Cuánta demagogia se comete en tú nombre!

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