Lograr que la sociedad dominicana consiga un nivel óptimo de desarrollo, de respeto institucional y una educación plena en valores quizás sea difícil, pero no imposible.
La nación cuenta con las herramientas necesarias para sobreponerse al desorden, al caos que impera en el funcionamiento de muchos de los sectores que inciden en la vida diaria.
Leyes, reglamentos y ordenanzas tenemos en demasía, quizás más de las que podríamos necesitar para enrumbar el país por senderos de bienestar.
Sociedades quizás con menor andamiaje jurídico y limitados recursos han vencido la inercia y escalado niveles de progreso por encima del nuestro. Los ejemplos sobran.
Los dominicanos hemos carecido de la voluntad indispensable, del coraje que se necesita para echar a andar el carro del progreso. Solo falta que la clase política dé el ejemplo, que trace las pautas para que reine el comedimiento, y que prevalezca el apego al orden.
Los partidos que han detentado el poder se han enfocado demasiado en los planes asistencialistas, populistas, los que generan apoyo en cada elección, descuidando la atención al ser humano, ese elemento que es protagonista de todo lo que se mueve en una sociedad.
Hay que dirigir la atención primaria hacia el hombre y la mujer, la familia, el núcleo esencial de una nación.
Hay que dirigir la atención primaria hacia el hombre y la mujer, la familia, el núcleo esencial de una nación.
Siempre me ha llamado la atención el respeto que el dominicano de todos los estratos guarda cuando pisa territorio extranjero. En cambio aquí pretende burlar todas las reglas, como si viviéramos en una selva. Esto último es una clara señal de que nos falta gerencia, supervisión y aplicación vertical de las leyes.
Los códigos están en plena vigencia; solo faltan organismos y justicia con la debida responsabilidad de sus deberes, para que nos subamos al progreso.
El país que necesitamos es el del orden, el de la convivencia pacífica, el consciente de que sin respeto no llegaremos al anhelado destino de la equidad.
Justo es consignar que la república cuenta con enormes reservas morales, dispuestas a aportar su valiosa contribución para que tengamos una nación más organizada.
No podemos dejar al libre albedrío las minorías que intentan imponer un proceder censurable.
Hay espacios económicos y sociales conquistados que es preciso resguardar, como el del sector turismo, que podrían verse reducidos por malas acciones.
Debemos poner, por tanto, manos a la acción, al trabajo, al cumplimiento del deber.
Hay espacios económicos y sociales conquistados que es preciso resguardar, como el del sector turismo, que podrían verse reducidos por malas acciones.
Debemos poner, por tanto, manos a la acción, al trabajo, al cumplimiento del deber.
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