Jens
Stoltenberg, durante su comparecencia ante la prensa en Bruselas. OLIVIER
HOSLET EFE
Estados Unidos quiere que la OTAN dé un
paso adelante para combatir al Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en
inglés). Casi un año y medio después de abanderar la gran coalición contra el
extremismo suní, Washington pide por primera vez apoyo a la Alianza, hasta
ahora muy reacia a implicarse en el conflicto. “Estamos estudiándolo. Tiene que
ser una decisión adoptada por los 28 países aliados”, ha confirmado esta mañana
el secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, en una conferencia
de prensa en Bruselas.
Lo que Estados Unidos –principal aliado y soporte económico de la OTAN-
requiere es la cesión de varios AWACS, aviones de vigilancia, que constituyen
el principal activo de la Alianza. La idea es aprovechar la gran precisión de
estos aparatos, equipados con radares de largo alcance, para perfeccionar las
operaciones militares, que la coalición estadounidense quiere intensificar. La
Alianza ha utilizado estos aviones en misiones como las de Libia y Afganistán.
Dispone de 17, almacenados en Alemania.
Stoltenberg ha señalado que la petición debe ser estudiada por los ministros de
Defensa de los aliados, aunque ha eludido aclarar si se hará ya en su próxima
reunión, prevista para el 11 de febrero. Pese a haber prestado su sede para la
constitución formal de la alianza de 50 países contra el ISIS y favorecer algún
tipo de coordinación, la OTAN se ha mostrado hasta ahora muy reacia a
participar directamente en la batalla contra el Estado Islámico. La reciente
experiencia de Libia, donde la OTAN intervino en 2011 y ahora es un Estado
fallido, disuade a sus dirigentes de implicarse de nuevo en la región.
El secretario general argumenta que ya participa, de otro modo, en la lucha
contra el terrorismo. Además de la pertenencia de los países aliados a la
coalición que lidera Estados Unidos, Stoltenberg invoca los acuerdos de
cooperación con Jordania, Irak y Túnez para defender su papel. Y se muestra
dispuesto a hacer lo mismo en Libia si en algún momento hay un Gobierno
representativo que lo solicite. “No solo hay que estar preparado para desplegar
tropas. Es muy importante contribuir a mejorar las capacidades locales [de esos
países vecinos de Siria]”, ha alegado.
Más allá de las turbulencias en el sur, el líder de la OTAN ha dado las
primeras muestras de distensión con Rusia desde que arrancó el conflicto con
Ucrania. La Alianza está buscando fecha para volver a convocar el Consejo
OTAN-Rusia, que reúne a los 28 países con Moscú. Ese órgano, paralizado desde abril de 2014, tras la anexión que hizo
Moscú de la península ucrania de Crimea, está a punto de fijar una nueva cita,
confirmó Stoltenberg. La cita se producirá probablemente a finales de febrero o
principios de marzo. En esa relajación respecto al Kremlin tiene mucho que ver
el papel clave de mediador que desempeña el presidente ruso, Vladímir Putin, en
las negociaciones para acabar con la guerra siria.
Lo que Estados Unidos –principal aliado y soporte económico de la OTAN- requiere es la cesión de varios AWACS, aviones de vigilancia, que constituyen el principal activo de la Alianza. La idea es aprovechar la gran precisión de estos aparatos, equipados con radares de largo alcance, para perfeccionar las operaciones militares, que la coalición estadounidense quiere intensificar. La Alianza ha utilizado estos aviones en misiones como las de Libia y Afganistán. Dispone de 17, almacenados en Alemania.
Stoltenberg ha señalado que la petición debe ser estudiada por los ministros de Defensa de los aliados, aunque ha eludido aclarar si se hará ya en su próxima reunión, prevista para el 11 de febrero. Pese a haber prestado su sede para la constitución formal de la alianza de 50 países contra el ISIS y favorecer algún tipo de coordinación, la OTAN se ha mostrado hasta ahora muy reacia a participar directamente en la batalla contra el Estado Islámico. La reciente experiencia de Libia, donde la OTAN intervino en 2011 y ahora es un Estado fallido, disuade a sus dirigentes de implicarse de nuevo en la región.
El secretario general argumenta que ya participa, de otro modo, en la lucha contra el terrorismo. Además de la pertenencia de los países aliados a la coalición que lidera Estados Unidos, Stoltenberg invoca los acuerdos de cooperación con Jordania, Irak y Túnez para defender su papel. Y se muestra dispuesto a hacer lo mismo en Libia si en algún momento hay un Gobierno representativo que lo solicite. “No solo hay que estar preparado para desplegar tropas. Es muy importante contribuir a mejorar las capacidades locales [de esos países vecinos de Siria]”, ha alegado.
Más allá de las turbulencias en el sur, el líder de la OTAN ha dado las primeras muestras de distensión con Rusia desde que arrancó el conflicto con Ucrania. La Alianza está buscando fecha para volver a convocar el Consejo OTAN-Rusia, que reúne a los 28 países con Moscú. Ese órgano, paralizado desde abril de 2014, tras la anexión que hizo Moscú de la península ucrania de Crimea, está a punto de fijar una nueva cita, confirmó Stoltenberg. La cita se producirá probablemente a finales de febrero o principios de marzo. En esa relajación respecto al Kremlin tiene mucho que ver el papel clave de mediador que desempeña el presidente ruso, Vladímir Putin, en las negociaciones para acabar con la guerra siria.
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