Titulo foto: Agencias
La madrugada del 23 de enero de 1958, los caraqueños pudieron ver como “La Vaca Sagrada” se iba con su dictador: Marcos Pérez Jiménez. Luego de la sublevación popular, el militar que había tomado control del país decidió huir con su familia.
En este trabajo presentamos algunos detalles de ese día histórico que marcó un antes y un después en la política nacional de Venezuela.
Por Eduardo Fernández
Pompeyo Márquez bajó apresurado del edificio San Pedro en Los Chaguaramos, mientras que otros de sus compañeros en la clandestinidad subieron a la terraza. Fijaron sus ojos en las tremulantes luces de un estruendoso avión que despegaba bamboleándose del aeropuerto La Carlota, era la “Vaca Sagrada”, el aparato se va de un lado, endereza su curso y levanta vuelo circundando El Ávila hasta perderse en las tinieblas aquella madrugada del 23 de enero de 1958.En el barrio Guaicaipuro, los vecinos salieron de sus casas. Alfonso Campos salta del camastro matrimonial, era la una de la madrugada. Llamó a su mujer, Sabrina, y le dijo: “Es un avión, y pasó bajito”. Alcanzó a divisar el aparato cuando ya silenciaba sus motores en la lejanía de la noche y sus luces se confundían con el titilar en los cerros.
De otras parroquias populares como San Agustín, El Guarataro y Catia despertaban en una algarabía, y un río de vecinos bajaba a Miraflores, El Silencio y a otras calles céntricas de Caracas.
Los edificios del 2 de Diciembre, así los llamó Pérez Jiménez, hoy 23 de Enero, eran un hervidero. Bajaban camiones con jóvenes ondeando banderas y cantando el Himno Nacional, se escuchaba la metralla y algunos automóviles lujosos eran interceptados e incendiados en la avenida Urdaneta al unísono de “¡fuera el tirano!” Tanques del ejército sitiaban la zona y soldados con sus armas no sabían a quién disparar, aviones de guerra surcaban el cielo.
Miraflores, tomado por la tropa militar, amaneció rodeado por la muchedumbre enardecida. Se corría la voz: “Un movimiento cívico-militar derrocó al gobierno de Pérez Jiménez, quien huyó a República Dominicana en el avión presidencial La Vaca Sagrada”.
El país se mantenía tenso desde el amanecer del primero de enero, cuando se produjo la primera intentona golpista. Aquel día de año nuevo, aviones de guerra sobrevolaron Caracas. El coronel Hugo Trejo se sublevó sacando los tanques del cuartel Urdaneta camino a Los Teques, por la Panamericana, con rumbo a la Base Aérea de Maracay, epicentro de la insurrección encabezada por el capitán Martín Parada, hombre de confianza del presidente Pérez Jiménez y piloto de “La Vaca Sagrada”.
Ese día, Miraflores, en la resaca de la fiesta de fin de año ofrecida por el dictador a su gabinete y al cuerpo diplomático, fue sorprendido con bombardeos. Una bomba cayó en el palacio y al explotar mató a un portero que le decían “Perecito”, porque “mandaba más que el Presidente”. Fue un día intenso para los venezolanos, se hablaba de muchos muertos y heridos, algunos en sus casas esperaban noticias pegados a la radio.
En la noche se escuchó el Himno Nacional, Pérez Jiménez anuncia al país, en cadena de radio y televisión, que la sublevación había sido “aplastada” y los conspiradores presos esperando castigo. Trejo fue detenido entrando a Maracay, en La Encrucijada, y Martín Parada, junto con otros oficiales golpistas, huyeron a Colombia en “La Vaca Sagrada” que estaba estacionada en la pista de la base aérea de Aragua.
El avión fue regresado a Venezuela por la junta militar que asumió el poder en Colombia, luego de la renuncia del general Rojas Pinilla en mayo de 1957.
Permanecería en La Carlota hasta la madrugada de la huida del dictador.
Aquel movimiento fue la primera estocada hiriente que recibía la dictadura perezjimenista, y ahora la conspiración se sentía fortalecida con aliados descontentos con el Gobierno en las tres fuerzas castrenses.
Más de 20 días después, Pompeyo, o Santos Yorme, como lo llamaban bajo la sombra de la resistencia, y sus compañeros del Partido Comunista de Venezuela (PCV), se reunían desde la tarde anterior al 23 de enero, en el edificio San Pedro. Aupados por sus contactos en el ejército y el “ruido de sables” que se escuchaba en los cuarteles y en la escuela militar, habían salido de “El hueco”, su refugio en San Antonio de Los Altos. Además de Pompeyo, estaban Eloy Torres, Alonso Ojeda Olaechea, Guillermo García Ponce y el líder estudiantil Héctor Rodríguez Bauza.
En el escondite de San Pedro, los conspiradores comentaban, analizaban, estaban confundidos, desde hacía rato habían perdido contacto con la Junta Patriótica presidida por el periodista Fabricio Ojeda, quien había convocado a una huelga general que se mantenía desde el mediodía del martes, 21 de enero, cuando el mandato estalló con un repicar de campanadas en las iglesias y el corneteo de vehículos en las calles caraqueñas.
La tarde del miércoles 22 se hablaba de la sublevación de oficiales en la Base Naval de Mamo y en la Comandancia General de la Marina en el Centro Simón Bolívar, pero nada estaba claro para los dirigentes del PCV, por lo que ante la incertidumbre, el joven Rodríguez Bauza, retando la presencia de unidades de la Seguridad Nacional en las inmediaciones de Los Chaguaramos y Bello Monte, había salido desde temprano en la tarde a husmear en el entorno militar de su confianza.
Después de la medianoche es cuando Pompeyo recibe la llamada que le dice “sube a la azotea y espera una sorpresa en pocos minutos”, era la voz de Rodríguez Bauza, quien se identificaba con su remoquete. Pompeyo da el mensaje a sus compañeros, todos se miraban incrédulos.
“Se fue el tirano”, pensó Pompeyo mirando aquel avión barrigón, cuatrimotor, que llevaba en su “vientre” a Marcos Pérez Jiménez, su familia, sus servidores entrañables y maletas repletas de dinero, según dijeron después ligados a la conspiración. “Uno de los bultos con los billetes había quedado en los patios de Miraflores”, aseguraban. Acompañaban al general, además del piloto, mayor José Cova Rey; su esposa, Flor María Chalbaud Cardona, sus tres hijas, su suegra; Luis Felipe Llovera Páez, Pedro Gutiérrez Alfaro, Antonio Pérez Vivas, Raúl Soulés Baldo y Fortunato Herrera.
El aparato volaba rumbo a Ciudad Trujillo, hoy Santo Domingo, donde otro dictador, Rafael Leonidas Trujillo, “Chapita”, esperaba a su amigo. Antes haría escala en Curazao.
“¡Vamos a liberar los presos!!!”, gritó Pompeyo, uniéndose a la multitud eufórica que bajaba por la calle 24 de Los Chaguaramos celebrando la caída de la dictadura.
“La Vaca Sagrada” es un Douglas C-54 Skymaster con registro oficial 7-ATl, que fue comprado para el uso del presidente Rómulo Gallegos, quien no lo disfrutó, ya que cuando la nave arribó al país, había sido derrocado el 24 de noviembre de 1948 por un golpe encabezado, precisamente, por el entonces coronel Pérez Jiménez.
Su apelativo tiene la connotación de lo sagrado, lo supremo, lo universal, lo intocable. Dicen que ese nombre surgió del seno del ejército, por representar, aunque analógicamente simbolizaba los excesos, que según sus adversarios, cometía Pérez Jiménez en sus festines de la isla de La Orchila a donde lo trasladaba la emblemática nave.
“La Vaca Sagrada” o Sacred Crow, también llamó el Servicio Secreto al avión que llevó al presidente estadounidense Franklin D. Roosvelt a la célebre conferencia de Yalta, en Rusia con los líderes aliados Joseph Stalin y Winston Churchill sus homólogos de la Urss y el Reino Unido el 11 de febrero de 1945 en la postrimería de la Segunda Guerra Mundial.
Al igual que el avión presidencial venezolano, era un Skymaster C-54 reconfigurado y adaptado a las necesidades de un Roosvelt enfermo de cáncer. Tenía dormitorio, radioteléfono, área de descanso y un ascensor eléctrico para silla de ruedas. Dos meses después de Yalta, el 12 de febrero, Roosvelt muere y el avión paso al servicio de su sucesor en la presidencia Harry S. Truman. Hoy se conserva en el Museo Nacional de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de América.
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