Jose del Castillo
El domingo 24 de abril de 1966 se celebró en el teatro Baquedano de Santiago de Chile un evento de solidaridad con Santo Domingo y Cuba, convocado por un comité integrado por organizaciones políticas, sindicales y universitarias. Se conmemoraba el primer año de la revolución constitucionalista que dio origen al desembarco de las tropas norteamericanas en el país el 28 de abril de 1965, juntamente con el quinto aniversario del fracaso de la invasión de Playa Girón de abril de 1961 patrocinada por Estados Unidos para derrocar a Fidel Castro. Dos episodios de la Guerra Fría verificados en la convulsionada región del Caribe bajo las administraciones demócratas de Kennedy y Johnson. En la capital de ese país de larga y loca geografía -como le llamara Benjamín Subercaseaux al apéndice continental aprisionado entre el macizo de los Andes y el Pacífico- disfrutábamos de una mañana otoñal bajo cielo plomizo con fondo cordillerano.
A la usanza de la época, aparte de los encendidos discursos antiimperialistas de dirigentes políticos y líderes estudiantiles (socialistas, democristianos, comunistas y radicales) y del secretario general de la poderosa Central Única de Trabajadores, el diputado Luis Figueroa, los mejores artistas del neo folklore con contenido social exhibían sus dotes: Ricardo Alarcón, Patricio Mann, Víctor Jara, Ángel e Isabel Parra, hijos de la gran Violeta. Despliegue de telas alusivas al fervor solidario, consignas coreadas y la presencia de personalidades del mundo de la cultura, la política y la academia. Los primerísimos actores de Chile, la bella diputada María Maluenda y su esposo Roberto Paradas, premios nacionales de literatura y de ciencias, como el narrador Francisco Coloane y el poeta Juvencio Valle, pintores como Nemesio Antúnez. El diario El Siglo destacaría al día siguiente: "Vibrante Solidaridad Popular con Cuba y Santo Domingo".
Pero el plato fuerte de cierre se reservó al poeta Pablo Neruda, militante del Partido Comunista y sin dudas el chileno de mayor proyección universal del momento. Una suerte de semidiós de la poesía a quien se profesaba generalizado respeto en Chile, aupado no sólo por su partido -el más articulado de su clase en las Américas- y la franja de grupos que compartían la cultura de izquierda, sino por un amplio espectro ideológico que incluía a Alone, el principal crítico literario del gravitante diario conservador El Mercurio, uno de los promotores de su carrera literaria desde la época de sus incursiones juveniles en la literatura con los Veinte poemas de amor. Para dicha de quien escribe -admirador de Neruda desde que tropecé con sus producciones primerizas atrapadas por los dilemas existenciales propios de la edad temprana y más aún al leer su poesía militante que aportó municiones a las luchas libertarias tras la decapitación de Trujillo- estar allí esa mañana, era saltar de El Conde nervio político del país y de la UASD contestataria, a la sombra de la ocupación, al Santiago de amplias alamedas poblado por banderas promisorias. Plural y hospitalario. "O la patria será de los libres/ o el asilo contra la opresión", reza el hermoso himno chileno.
Un nutrido grupo de dominicanos asistió a ese encuentro y tuvo el privilegio de escuchar en la voz cansina del poeta el estreno del Versainograma a Santo Domingo. Entre ellos, cadetes de la Academia Batalla de las Carreras sumados al movimiento constitucionalista en 1965 que estudiaban en la Escuela Militar de Chile enviados por el gobierno de García Godoy, con el entrañable fraterno Fidencio Vásquez Caamaño a la cabeza. Claudio Caamaño, quien asistía a la Escuela de Oficiales de Carabineros. Como agregado militar de nuestra legación se hallaba el coronel Mario Peña Taveras. La familia Pedemonte en pleno, con don Alfonso -nombrado en la embajada- y su señora, junto a sus hijos Margarita, Leo y Alfonsito, lugartenientes del legendario coronel Montes Arache en abril. Miñín Soto, quien residía entonces en casa de los Pedemonte.
Estudiantes de la Universidad de Chile presentes en la actividad retengo a Federico Nadal, Arístides Victoria, Freddy Santana, Livinio Viñas. Sonia Besonias y Cristóbal Paulino, quien estudiaba en la Católica. Por Chile en esos días, los dirigentes socialcristianos Lucas Rojas y Quico Tabar. Una distinguida dama dominicana, Elsa Sánchez -hermana de Mario y René Sánchez Córdoba casada con un republicano español-, fungía como la matriarca de la pequeña colonia caribeña y convidó a degustar luego un suculento sancocho en su hospitalario hogar. Debió asistir al acto el Dr. Aybar Nicolás, naturalizado chileno, quien gozaba de gran prestigio.
Cursaban entonces carreras universitarias o entrenamientos especiales Rafael Acevedo, Emmanuel Castillo, Raúl Hierro, Washington Lithgow, Orlando Alvarado, Vivian Mota, Bienvenido Brito, Amable Padilla, Ricardo Santana, Frank de Moya Espinal, Fernando Mangual, Luis Eduardo Tonos, Radhamés Martínez Aponte, Julio Sánchez, Héctor Valdez Albizu, Carlos Pimentel y Picho Alcántara. A los cuales se agregarían luego Jesús Herasme, Vicente Bengoa, Magda Acosta, Isis Duarte, Cholo Brenes, Efrén Iturbides. Y funcionarios de CEPAL como Ramón Martínez Aponte, así como los combatientes constitucionalistas Arturo Pujol, Noboa Garnes y Evelio Hernández.
Antes de dar lectura a su composición elaborada para la ocasión, el poeta se dirigió al auditorio en los siguientes términos: "Yo escribí muchas canciones desesperadas y muchos versos tristísimos. Pero después de una vida que ha sido larga aunque a mí me parece corta, me ha dado por escribir versos alegres". A seguidas pidió al público, ironizando, que durante la velada "de cuando en cuando" se riera. Entonces arrancó con su Versainograma, facturado en su residencia de Isla Negra en febrero de 1966.
"Perdonen si les digo unas locuras/en esta dulce tarde de febrero/y si se va mi corazón cantando/hacia Santo Domingo, compañeros". Iniciando la narración histórica: "Vamos a recordar lo que ha pasado/desde que don Cristóbal marinero/puso los pies y descubrió la isla./¡Ay mejor no la hubiera descubierto!/Porque ha sufrido tanto desde entonces/que parece que el Diablo y no Jesús/se entendió con Colón en este aspecto./ Estos conquistadores españoles/que llegaron de España con lo puesto/buscaban oro, y lo buscaban tanto, /como si les sirviese de alimento./Enarbolando a Cristo con su cruz/los garrotazos fueron argumentos/tan poderosos que los indios vivos/se convirtieron en cristianos muertos". Para situarnos en las independencias: "Ya se sabe que un día declaramos/la independencia azul de nuestros pueblos/uva por uva América Latina/se desgranó como un racimo negro de nacionalidades diminutas."
"Cuando tuvimos pantalones largos /nos escogimos pésimos gobiernos/(rivalizamos mucho en este asunto:/Santo Domingo se sacó los premios). Tuvo de presidentes singulares/déspotas sanos, déspotas enfermos,/tiranos tontos y tiranos ricos,/mandones locos y mandones viejos./En esta variedad un tanto triste/tuvieron a Trujillo sempiterno". Para acotar: "Podríamos decir de este Trujillo/ (a juzgar por las cosas que sabemos)/que fue el hombre más malo de este mundo/(si no existiese Johnson, por supuesto). (Se sabrá quién ha sido más malvado/cuando los dos estén en el infierno.)" Neruda nos señala que "cuando murió Trujillo respiró/ aquella pobre patria de tormentos/ y en un escalofrío de esperanzas/ subió la luna sobre el sufrimiento./ Corre por los caminos la noticia,/ Santo Domingo sale del infierno,/ por fin elige un presidente puro:/ es Juan Bosch que regresa del destierro./ Pero no les conviene un hombre honrado/ a los gorilas ni a los usureros./Decretaron un golpe en Nueva York:/ lo echan abajo con cualquier pretexto,/ lo destierran con su Constitución,/ instalan a cualquier sepulturero/ en el trono del mando y del castigo./ Y los verdugos vuelven a sus puestos."
Entonces el Versainograma nos ubica en el episodio del levantamiento de abril del 65 y la ocupación norteamericana: "Santo Domingo con su pueblo armado/borró la imposición de los violentos:/tomó ciudades, campos, y en el puente,/con el pecho desnudo y descubierto,/aplastó tanques, desafió cañones./ Y corría impetuoso como el viento/ hacia la libertad y la victoria,/cuando el texano Johnson, el funesto,/con la sangre de muchos en las manos,/hizo desembarcar sus marineros." Para remachar más adelante: "Y allí están disparando cada día/ contra dominicanos indefensos". Aprovecha el poeta en función política por encargo para conectar con la guerra de Vietnam y provocar un cierre climático hilarante: "Como en Vietnam, el asesino es fuerte,/pero a la larga vencerán los pueblos./La moraleja de este cuento amargo/se la voy a decir en un momento/(no se lo vayan a contar a nadie:/soy pacifista por fuera y por dentro!):/Ahí va:/Me gusta en Nueva York el yanqui vivo/y sus lindas muchachas, por supuesto,/pero en Santo Domingo y en Vietnam/prefiero norteamericanos muertos."
A la salida del acto un grupo de dominicanos abordó a Neruda. Ante el vate chileno, uno de los concurrentes hizo galas de haber "enfrentado al invasor con las armas en las manos". Este entrañable amigo mejor calificado para las artes cívicas -quien ciertamente tomó lecciones de entrenamiento en la academia que operó el 14 de Junio en el parque Eugenio María de Hostos- recibió un balde de agua fría del terrible Neruda. "¿Y qué hace usted en Chile mientras su país está ocupado? ¿Por qué no está en Santo Domingo combatiendo a las tropas yanquis?", fue la salida inesperada y en cierto modo descortés del semidiós de Isla Negra. Este desplante enfogonaría con razón al dominicano, quien habría argumentado luego, en desquite, que Neruda "se había aburguesado", que no era un "real revolucionario" como Fidel y el Che. Proponiendo la pertinencia de su "fusilamiento" sumario aunque sólo fuera figurado. Como solía decir, con voz aguardentosa, mi compañero de tertulias Máximo Luis Vidal: "fusiladlo, por sus malos versos".
Estar allí esa mañana, era saltar de El Conde
nervio político del país y de la UASD contestataria,
a la sombra de la ocupación, al Santiago de amplias
alamedas poblado por banderas promisorias. Plural y
hospitalario. "O la patria será de los libres/ o el asilo
contra la opresión", reza el hermoso himno chileno.
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