domingo 10 de enero de 2016 - 12:00 a.m.Fue el representante de Estados Unidos en Panamá desde 1960 y hasta agosto de 1963
En el pequeño poblado de Clarksbourg, West Virginia, una mujer de 77 años de nombre Grace Simpson se mantenía pegada a la televisión, dando seguimiento a los acontecimientos que se sucedían en Panamá desde la tarde del 9 de enero de 1964.
Cada vez más inquieta por los 22 muertos, centenares de heridos y la crisis diplomática que se gestaba, decidió hacer una llamada a la ciudad de Washington.
Sin perder tiempo para saludar a la voz que salía del otro lado del teléfono, la anciana preguntó: ‘Joe, ¿te van a culpar por lo sucedido?'.
‘Tranquila, mamá. No es mi responsabilidad', contestó su hijo.
‘¿Pero ellos pueden creerlo así?", insistió la anciana.
‘Salí de Panamá hace muchos meses', respondió, intentando tranquilizar a su madre, que fallecería esa misma noche.
Es posible que no se llegara a convencer, pero Grace Simpson pudo haber muerto tranquila, segura de que su hijo Joseph Farland, el último embajador de Estados Unidos en Panamá antes de la crisis del 9 de enero, había hecho todo lo posible para evitar la tragedia.
UN NUEVO EMBAJADOR
‘Lo del 9 de enero fue un asunto muy desafortunado. Yo trabajé como el diablo durante casi tres años para mejorar las relaciones entre ambos países', comentó Farland, en una entrevista publicada por el programa de Historia Oral de la Asociación de Estudios Diplomáticos, en la que rememora sus experiencias en Panamá.
Llegó al país en 1960, nombrado por el presidente estadounidense Dwight Eisenhower y, por circunstancias singulares, permaneció en su puesto tras la toma de posesión de John Kennedy, el 1 de enero de 1961.
Renunciaría a su cargo en julio de 1963, frustrado por la displicencia de los funcionarios del Departamento de Estado, que, en su opinión, no entendían la realidad panameña. Desde entonces y hasta el 9 de enero de 1964, su cargo había quedado vacío.
La historia, como la cuenta el diplomático, es la de un gobierno de mil cabezas, de egos encontrados, de arrogancia, mezquindad y miopía. Es la historia que contamos hoy domingo, en esta y las dos próximos entregas de Publicando Historia.
DEL CARIBE A PANAMÁ
El embajador, ex funcionario del FBI con un doctorado en derecho de la Universidad de Stanford, era un exitoso minero de 43 años cuando ingresó a la carrera diplomática, al ser nombrado (1957) embajador en la República Dominicana de Rafael Leonidas Trujillo con la misión de convencer al dictador de dejar el poder.
Amenazado de muerte por Trujillo y con los recuerdos más surrealistas que pueda imaginarse, salió de la isla caribeña en 1960, para ser asignado a Panamá como reemplazo de Julian Harrington, cuya gestión había estado marcada por los disturbios y protestas anti yanquis.
El último de los disturbios, premonitorio del 9 de enero del 64, había ocurrido el 3 y 4 de noviembre de 1959, producto de la llamada ‘Operación Siembra de Banderas', dirigida por Aquilino Boyd y Ernesto Castillero.
Los jóvenes estudiantes planeaban colocar 75 enseñas patrias en la Zona del Canal para demandar la revisión de los tratados Hay Buneau Varilla. La manifestación comenzó de forma pacífica, pero, cuando el gobierno zoneíta ordenó prohibir la entrada de manifestantes y uno de los policías estadounidenses vejó la bandera panameña, los ánimos de los panameños se salieron de control, y se movilizó un destacamento del ejército estadounidense.
LA MISIÓN
Uno de los primeros encargos que le hizo el presidente a Farland fue el de investigar y emitir una opinión sobre la idea de ondear la bandera panameña en el llamado Triángulo Shaler, ubicado en la zona colindante entre la Zona del Canal yla ciudad de Panamá, frente al Palacio Legislativo.
El presidente, que había estado en Panamá durante la II Guerra Mundial, se sentía inclinado a establecer un símbolo de reconocimiento de la soberanía panameña en la Zona del Canal para apaciguar los ánimos, pero su secretario de Estado, John Dulles, y miembros del congreso se oponían por considerar que las ‘generaciones futuras de panameños mirarían a este act of grace (acto de concesión) como un gran primer paso en la entrega de los derechos estadounidenses'.
ONDEAR O NO ONDEAR
Cuando Farland llegó a Panamá, se dio cuenta de que el puesto era muy complicado e inusual. No solo había un embajador (Julian Harrington), sino un general (el Comandante en Jefe de los Ejércitos del Caribe, William Potter) y un gobernador (William Arnold Carter), tres prima donnas , cuyas rivalidades e inseguridades les impedían, literalmente, hablarse el uno al otro.
Además de estos tres poderes, había en la Zona un grupo reducido, según el embajador, de ‘cabezas calientes', dispuestos a hacer mucho ruido para defender sus privilegios. azuzados, además, por el juez de la jurisdicción americana, el chauvinista Guthrie F. Crowe, ‘un tipo que no me gustaba nada', diría Farland.
Así como en la Zona del Canal no se ondeaba la bandera panameña, en la ciudad de Panamá, el embajador Harrington no se atrevía a ondear la bandera estadounidense por temor a que esta volviera a ser vejada por los estudiantes, como había sucedido.
Poco tiempo necesitó Farland para darse cuenta de que 60 años de tensa convivencia, de discriminación y de reclamos soberanistas estaban a punto de explotar. Y eso fue lo que se propuso evitar.
RECOMENDACIÓN
Después de hacer un diagnóstico de la situación, conversando con panameños, zonians y funcionarios de la embajada, Farland se convenció de que era necesario desarrollar una nueva actitud y recomendó a Eisenhower izar la bandera, lo que el presidente acogió de inmediato, haciendo la salvedad de que ‘no ponía en riesgo los tratados'.
Al recibir la confirmación de que la bandera panameña se izaría todos los días junto a la norteamericana en el triángulo Shaler, el embajador se dirigió al Palacio de las Garzas para comunicarle la noticia al presidente Ernesto de la Guardia, un hombre al que describe en la entrevista citada como un hombre ‘encantador' , y ‘cuya compañía disfrutaba mucho' .
Farland le comentó sus planes de hacer una ceremonia protocolar de izada de bandera, con bandas de guerra. De la Guardia le pidió izar él la bandera panameña, en lo que podría interpretarse como un gesto de esperanza a sus compatriotas.
A este requerimiento, el diplomático aseguró que haría todas las gestiones necesarias y que no habría mayor problema al respecto.
Sin embargo, pocos días después, recibía con sorpresa la primera de una serie de señales que le hacía ver la rigidez y falta de sensibilidad con que el Departamento de Estado llevaba los asuntos de Panamá.
Un telegrama le informaba que el presidente panameño no podía tocar la bandera. Farland insistió, pero la respuesta fue la misma: el presidente panameño no puede tocar la bandera. Era la última palabra.
Farland relata cómo, apenado, tomó su limosina y manejó hasta la casa del presidente en Las Cumbres, donde éste lo recibió en su terraza, sobremirando las montañas.
‘Tan gentilmente como me fue posible le expliqué que no podía tocar la bandera. Al presidente se le salieron las lágrimas', relata Farland.
‘Tú sabes, Joe... yo conozco Estados Unidos, yo me gradué de la Universidad de Darmouth, y he vivido tanto allá como en mi país. Hasta que los funcionarios del Departamento de Estado se den cuenta de que los latinos pensamos diferente y que para nosotros la forma es a veces más importante que la sustancia, nunca habrá una comprensión real entre ambos países', le confesó De la Guardia, según la versión del embajador.
SE IZA LA BANDERA
El 16 de septiembre de 1960, tras 56 años, la bandera panameña ondeó por primera vez en el territorio ocupado por Estados Unidos, en una ceremonia en la que participó casi la totalidad del Gabinete y las autoridades estadounidenses en el país.
Al día siguiente La Estrella de Panamá reportaba los hechos, con la declaración del presidente Ernesto de la Guardia: ‘el enarbolamiento de la enseña nacional en el territorio de la Zona del Canal es un acto que habrá de colocar en pie de mejor comprensión la relación entre ambos países'.
Pero el presidente revelaba que no había asistido acto ‘por no haberse podido hacer los arreglos para que el jefe del gobierno panameño pudiera elevar su propia bandera en su propio territorio'.
El acto, cubierto por La Estrella de Panamá , no tuvo el lustre previsto. El centenario diario reportó: ‘el lugar donde se iza la bandera es parte de los terrenos del ferrocarril, que pronto serán traspasados a la República de Panamá'. No había ninguna gran concesión
No hay comentarios:
Publicar un comentario