El benefactor.

Por: Mario Fernando Barona

Fechas precisas para recordar un hecho histórico de trascendencia pública, en realidad las hay innumerables, a decir: emancipaciones, gestas heróicas, guerras, y mil un hechos de júbilo y gran alegría para la humanidad, así como también lamentables y vergonzosos. Pero hay ocasiones que marcan la historia de tal forma que no merecen ser recordados únicamente en determinadas fechas, sino que cualquier momento resulta oportuno hacerlo precisamente por el compromiso histórico que mantiene la humanidad con las presentes y futuras generaciones, para que las primeras las recuerden o conozcan y para que las segundas las aprendan. Por ejemplo, el día hoy no representa ninguna fecha especial en el calendario como para recordar la enfermiza dictadura de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana, salvo que seguramente este mes de diciembre habrá sido contabilizado como uno más de los treinta y uno que se mantuvo como presidente - dictador de esta nación centro americana (1930 hasta 1961), y sobre todo porque lo que hizo y cómo lo hizo justifica sobre manera traer a la memoria algunos de sus escalofriantes pasajes. “El Jefe” o “El Benefactor” fueron solo dos de las más de cien “altísimas distinciones” que adornaron el culto a su personalidad, pasando por “El paladín de la democracia”, “Salvador de la patria”, el “Supremo coloso”, “El genio de la paz”, etc. Su hijo Ramfis fue nombrado a los tres años de edad coronel del ejército nacional, a los seis años el Congreso le concedió el título de “Protector de los niños pobres”, a los nueve años fue general de brigada y recibió la Cruz del Mérito Militar “por sus extraordinarias dotes demostradas en su tierna edad”, como consta en documentos oficiales. Su incalculable fortuna se estima habría llegado a los nueve mil millones de dólares producto de su participación directa e indirecta en negocios monopólicos que iban desde comestibles de todo tipo hasta fósforos, cemento, tabaco y muchos más, al punto que analistas llegaron a preguntarse ¿dónde acaba la propiedad estatal y comienza la propiedad privada del Benefactor? El 80% de la población laboral de República Dominicana dependía directamente de él. Como todo buen dictador (de esos despiadados) no podía dejar de lado los asesinatos, desapariciones, el miedo y el control. Aproximadamente cincuenta mil personas habrían muerto a manos de lo que se conoció como “una de las tiranías más sangrientas de América latina”. Su gobierno se caracterizó por el anticomunismo, la represión a toda oposición, la constante violación a los derechos humanos y la inexistente libertad civil. Fue tal su cínico delirio narcisita que la ciudad de Santo Domingo, capital de República Dominicana, fue rebautizada por él en 1936 como Ciudad Trujillo; al poco tiempo recibieron el mismo nombre incontables calles, parques, escuelas, plazas, hospitales, provincias enteras, finalmente incluso el monte más alto del país. El fin de todo tirano es dramático y la historia se encarga de juzgarlo. Rafael Leonidas Trujillo murió el 30 de mayo de 1961 en un misterioso y atroz asesinato que hasta la fecha no ha sido esclarecido. (O) Mail: mariofernandobarona@gmail.com