No hay cosa que atraiga más a un político que la filosofía del populismo, es decir, complacer a las masas, no importa lo que cueste, con tal de que me garantice los votos y la popularidad que necesito para acceder a y mantener el poder.
Por eso, mientras las cosas sigan como van, por más campañas que se hagan en contra, nada podrá contra los adornos navideños en forma de feria o de decoración que pululan ya por todos los pueblos que se respetan en este país.
Por eso, a nadie le importará que los ayuntamientos no planifiquen, y que tengan que acudir, sin nada de rubor, a solicitar un préstamo para cubrir lo que la ley los obliga.
Como tampoco a nadie parece importarle que el Gobierno haga fiesta con los dineros que pagan los contribuyentes y reparta desde mosquiteros (que tienen alguna utilidad en el Trópico), hasta canastas navideñas, pasando por todo lo que la imaginación pueda crear.
Por eso, mucha gente piensa que la pobreza es una política de Estado para mantener a grandes masas sometidas al golpeo del populismo.
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