Sus palabras no fueron más que un espejo. Doloroso y triste, su discurso desnudó nuestra realidad en cada oración. Por ello, aunque no era a él a quien correspondía decirlo, causó roncha en muchos sectores.
Leer las 5,779 palabras que James -Wally- Brewster promunció ante la Cámara Americana de Comercio el miércoles pasado me dio duro. Aunque no dijo nada que no supiéramos, impacta que haya hecho una radiografía tan clara de todos nuestros males: habló de corrupción y sobornos, de fraudes, de trata y prostitución, de abuso en los precios, de la delincuencia y de la discriminación hacia la mujer, los miembros de la comunidad GLBTI y los dominicanos de ascendencia haitiana.
Cada cosa que él citó tiene su ejemplo. Si hablamos de la justicia encontramos una letrina en la que confluyen la corrupción, los sobornos, los fraudes y, por qué no, la prostitución (no sólo quien vende su cuerpo se prostituye); mientras que si queremos ver una muestra de la delincuencia y la inseguridad veamos el caso de Otto Viloria, quien fue tiroteado por ladrones cerca de la Uasd.
Pasando a la discriminación que sufrimos las mujeres y la comunidad GLBTI vale quedarse con la frase que el eminentísimo Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez le dedicó a Brewster para confirmar que están latentes: “como esposa que es de un señor, que se ocupe de la casa”. Homofóbico y misógino, el arzobispo muestra que el machismo está tan arraigado en nuestra sociedad que convierte a gays en señoras y nos dice que somos esclavas del hogar. Por suerte Dios nos ve de otra manera. Para él quien peca es quien excluye y maltrata.
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