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martes, 1 de diciembre de 2015

Los islamistas son los hijos de las dictaduras que hemos vivido en el mundo arabe

Mahi Binebine: «Los islamistas son los hijos de las dictaduras que hemos vivido en los países árabes»

«Los caballos de Dios» es el título de la novela que recoge los atentados islamistas de Casablanca (2003). El libro fue un éxito, traducido a quince idiomas, y llevado al cine por Nabil Ayouch. Triunfó en Cannes y en Valladolid
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Mahi Binebine, en la sede de su editorial española - Isabel Permuy

Mahi Binebine nace en Marrakech en el año 1959, aunque ha pasado buena parte de su vida fuera de su país natal. Es novelista pero también se le conoce y es reconocido por su obra pictórica y escultórica (la colección Solomon R. Guggenheim cuenta con piezas suyas). Francia fue su última escala hasta que, comenta: «me encontré con Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Y me dije: “Tengo tres hijas y no quiero que crezcan en un país racista’’». De lo que encuentra a su regreso a Marruecos nace «Los caballos de Dios».
–¿Por qué elige el atentado de Casablanca como asunto central de su primera novela sobre terrorismo?
–Lo cierto es que no tenía intención de escribir sobre terrorismo. Simplemente, volví a Marruecos después de 23 años de un exilio cómodo en París, en Nueva York... Volví en el año 2002, y en 2003 se produjeron los atentados de Sidi Moumen, cuando 14 jóvenes salieron de un barrio de chabolas y se hicieron estallar por todo Casablanca. Mataron a 45 personas y causaron cientos de heridos. Quise entender lo que nos sucedió porque en Marruecos no tenemos una cultura de la violencia. De repente, nos despertamos una mañana y nos dimos cuenta de que el terrorismo podía existir también en nuestro país. Todos los chicos salieron de ese barrio de chabolas, por lo que fui a Casablanca, a ese barrio. Ahí me encontré con una ciudad, no con un barrio. Sidi Moumen es un vertedero enorme con cientos de miles de habitantes. Era terrorífico. La primera imagen que tuve al llegar fue la de unos niños que jugaban al fútbol en un vertedero público. Decidí que se convertirían en los protagonistas de la novela.
–Sus jóvenes también tienen problemas con las drogas, con la delincuencia..., pero es el terrorismo el que acaba con ellos. ¿Es este el mayor problema ahora en los barrios marginales de las ciudades?
En Marruecos no tenemos una cultura de la violencia. Hasta que un día nos despertamos y vimos que el terrorismo podía existir aquí
–Sí, pero no solo para los jóvenes de los países árabes. Todo el mundo está amenazado. Son personas fácilmente manipulables. Los islamistas se han instalado en barrios chabolistas. Es fácil reclutar y condicionar a esos niños. En París o en Madrid van a barrios periféricos, y buscan personas que proceden, sin duda, de la inmigración, y que se sienten excluidas de la civilización. Nos hemos dado cuenta de que en Europa -en Francia, por ejemplo, que conozco bien- han hacinado a gente en barrios periféricos durante 30 o 40 años, la han olvidado y nos hemos despertado un día y nos hemos dado cuenta de que esas personas eran franceses, españoles o belgas, y de que ya no tenían ningún vínculo con las grandes ciudades. Se sienten excluidos, que no pertenecen realmente a Francia, a España o a Bélgica, ni tampoco a Marruecos, a Argelia o a Túnez. Es fácil reclutar por internet entre esta población.
–Usted trata a estos jóvenes como víctimas, no carga las tintas contra ellos. ¿No resulta difícil mantener esa postura en estos momentos?
Siempre se habla del terrorista suicida como de un monstruo. Lo que me interesaba no era decir que habían matado, aunque es monstruoso lo que han hecho. Pero no son monstruos, son víctimas, primero de ellos mismos, porque se matan. Por otra parte, si hay una responsabilidad –y es lo que he intentado escribir en el libro–, es del Estado, que ha dejado este barrio de chabolas de 300.000 personas olvidado durante 40 años y que se ha convertido en una cloaca.
–¿Me lo podría detallar?
Hemos dejado a los islamistas entrar. En una determinada época, el enemigo de todos los dictadores que hemos tenido en el mundo árabe no eran los islamistas, sino los demócratas que podían ser una alternativa a su poder. Los únicos que han resistido a este asunto son los islamistas. En aquella época se pensaba que no eran peligrosos. Les dejaron instalarse con su dinero. ¿Dónde? En los lugares desfavorecidos, en los barrios chabolistas. Y prosperaron. Estos islamistas, que son una especie de pulpo, condicionaron a los chavales. Los responsables son el Estado y la mafia religiosa, que nada tiene que ver con la religión. El islam no es lo que predican, es un procedimiento político.
–¿Y cuándo se habla de la Primavera Árabe como germen?
Cuando nos dicen que los islamistas son los hijos de la Primavera Árabe no es verdad. Los islamistas son los hijos de las dictaduras que se han vivido en nuestros países durante 40 o 50 años. Cuando los dictadores cayeron, las únicas fuerzas organizadas eran los islamistas. Los tendremos durante 30 años más.
–¿Por qué elige como voz narrativa la de un muerto, la de uno de los jóvenes terroristas que se inmola?
En Europa se ha hacinado a gente en barrios periféricos durante 30 o 40 años, y la han olvidado
–Elegí esta técnica de narración porque tenía que poner en boca de los protagonistas cosas inteligentes que nunca hubieran dicho porque en realidad eran personas sin formación alguna. No habían ido al colegio. Por tanto, elegí un personaje muerto, pero que una vez muerto tenía una conciencia de toda su vida como para darse cuenta de los hechos y contarla.
–¿Le resultó muy complicado entender el engranaje de la manipulación por el que pasan estos muchachos?
–Es muy fácil. Se empieza sacando al niño del vertedero, de la suciedad. Lo limpian. Tiene que hacer sus abluciones para que rece. Se le convence para que rece. Por tanto, este niño se lava cinco veces al día para rezar. Se le saca del vertedero, ya no rebusca. Le encuentran pequeños trabajos.Empieza a ganar un poco de dinero, pero tiene que ir a las reuniones. Se corta el vínculo con su familia. El grupo terrorista, los salafistas, se convierte en su familia. A partir de ese momento empieza el trabajo de condicionamiento del espíritu para decirle cómo tiene que trabajar. Tiene que aprenderse el «Corán». Se hacen lecturas del «Corán» totalmente dirigidas y orientadas hacia un objetivo. Se le enseña los vídeos de los kamikazes palestinos y chechenos, y le dicen que son héroes, que son personas que defienden la nación islámica contra los judíos, los cruzados y los imperialistas estadounidenses. En un determinado momento aspira a convertirse en héroe.Se tarda dos años en fabricar una bomba humana.
–Me resulta curioso que el fútbol aparezca como otro de los protagonistas de la novela.
–Los islamistas vienen a buscar gente en los equipos de fútbol juveniles. Si a estos jóvenes les dejasen tranquilos quizás se convertirían en buenos futbolistas, porque todos sueñan con convertirse en el portero de mi novela. Mi héroe sueña con convertirse en Yashin, el portero ruso que fue el mejor de todos los tiempos.
–Me ha sorprendido que en una de sus respuestas haya dicho que se tardarán 30 años en solucionar todo esto. ¿Cómo?
La única vía para oponerse a la mafia religiosa es educar a los niños
Hay que erradicar los barrios chabolistas. Pero no como lo hace nuestro Estado, pues comete los errores que han cometido los Estados europeos: quitar el barrio chabolista y construir unos edificios enormes. Nada hace para volver a conectar a estas personas con la civilización. El director de cine que ha adaptado esta novela, Nabil Ayouch, y yo hemos ganado mucho dinero con este libro y su adaptación al cine y hemos decidido devolverle el dinero a esta gente. Para ello, abrimos un centro cultural en Sidi Moumen. Existe desde hace dos años, con un cine, una biblioteca, una sala de danza, de ordenadores...
–¿Se puede combatir al islamismo con la cultura?
–Se puede decir a esos niños que no vayan al garaje con los barbudos, quetienen una alternativa y que pueden venir aquí para ver una película, para bailar rap con las chicas, para hacer esto y lo otro... Lo que decimos es que la única vía posible para oponerse a esta mafia religiosa es educar a los niños, enseñarles y leer libros. Tenemos cursos de idiomas. Hacemos el trabajo que no hace el Estado.
–De alguna manera, hacen competencia a los islamistas. ¿No les da miedo?
–Estamos en guerra. Por ejemplo, después de la nueva película de Nabil AyouchMuch Loved, que ha sido prohibida en Marruecos, los islamistas vinieron al centro. Es una película sobre la prostitución. Los islamistas vinieron a sentarse delante del centro para decir que el director se tenía que marchar. Querían recuperar el centro, porque decían que estaba convirtiendo a sus hijas en prostitutas. Las familias de los niños inscritos nos defendieron, vinieron a echarlos. Entonces pensamos que estábamos en el buen camino.

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