El 2016, un año de elecciones complejas que está a la vuelta de unos días, nos atrapará sin una Ley Electoral acorde con esa complejidad y sin una Ley de Partidos que modere prácticas que están haciendo de nuestra democracia una entelequia. Las irregularidades en las primarias del PLD, con alteraciones de padrón y otras travesuras, permiten calibrar el efecto nocivo de la falta de las dos leyes que hemos citado. Los padrones “a la carta” desconocen los derechos de los electores y de los aspirantes a nominaciones, y terminan desnaturalizando la esencia democrática de las elecciones internas. La JCE tendrá que lidiar con esas travesuras con lo que tiene a la mano.
Lo que ha debido ser para los partidos competencia entre aspirantes bajo igualdad de condiciones, es en realidad una traumática guerra en que se imponen los poderes, no las sanas preferencias. Nadie puede confiar en las listas de electores que arman a su manera las islas de poder de los partidos. Y la JCE, vulnerable por falta de dos leyes esenciales para su desempeño de árbitro, tendrá que valerse de lo que tiene a mano para lidiar con esta barbaridad. Los partidos del sistema, con el mismo descaro que vulneran sus estatutos y los derechos de elección de sus militantes para negociar candidaturas con otras organizaciones, violentan la esencia misma del sistema democrático, que tiene por regla la igualdad de oportunidades y condiciones.
El mensaje de un gran pastor
Francisco, el Sumo Pastor de la Iglesia Católica, ha dedicado un mensaje de Nochebuena a la medida de cada uno de nosotros. No tiene desperdicios, por cuanto está dirigido a moderar las pasiones que dominan el comportamiento de muchos individuos y sociedades. El consumismo, un mal que ignora la necesidad del prójimo, está enfocado en ese mensaje. Lo mismo aplica para la crueldad de las guerras y el terrorismo que acosan a muchos pueblos.
Los dominicanos, víctimas de muchas pasiones, tenemos que tomar nuestra parte en ese sermón. Menos consumismo y más humildad; menos indiferencia y más solidaridad para con el prójimo; cambiar la violencia por la búsqueda de la armonía y la comprensión. En fin, Francisco, el pastor, nos ha hablado en un lenguaje universal. Tomemos sus palabras para cada uno de nosotros.
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