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sábado, 22 de julio de 2017

Intelectuales dan su punto de vista sobre migración haitiana en el país

Por Tania Molina
SANTO DOMINGO. Cuando se aborda la migración haitiana en el país, sea regulada o no, salen a relucir planteamientos que apuntan a las debilidades del Estado para mantener control de los puntos fronterizos, el negocio que se teje tras el tráfico de indocumentados y la necesidad o no de la mano de obra que proporciona esa población extranjera.
Los discursos de quienes tratan la temática desde distintas ámbitos, también ponen de manifiesto las denuncias sobre la presunta invasión de haitianos, la pérdida de la soberanía, el odio racial y xenofobia hacia la población de un país que comparte la isla. Cuatro profesionales de distintos áreas del saber abordan estos aspectos de la migración haitiana, que vuelve a tomar vigencia en la agenda nacional, tras las denuncias del incremento de indocumentados haitianos en el territorio dominicano.
Pavel Isa Contreras, economista
Pavel Isa Contreras, economista
El economista Pavel Isa Contreras entiende que siempre habrá una presión migratoria de los países de menor nivel de desarrollo hacia donde los ingresos son mayores, por lo que considera esperable el flujo de migrantes desde Haití a República Dominicana. El problema que advierte es lo porosa que es la frontera domínico-haitiana ante la falta de control estatal y los intereses de quienes se benefician con el tráfico y la extorsión a quienes se aventuran a cruzar al lado dominicano de manera irregular.
Pese a esa irregularidad, el economista plantea que esa migración resulta beneficiosa para la economía nacional, pues, genera mano de obra barata en áreas importantes de la producción nacional como la agricultura, ganadería, construcción y turismo. “En la medida que esas personas se emplean en condiciones irregulares en la agricultura, significa que es la que hace posible la producción de alimentos y su bajo costo de mano de obra hace que las pequeñas empresas sobrevivan y produzcan a bajo costo”. Dice que “son los haitianos irregulares los que permiten que fluyan los alimentos a las zonas urbanas y permiten que los salarios sean más bajos. Sin los haitianos, habría más pobreza en las zonas urbanas y la economía se vería forzada a aumentar los salarios”.
Otro efecto que señala es que la migración descontrolada contribuye a un rezago tecnológico, pues en la medida que el productor tiene mano de obra barata, no se esfuerza en invertir en tecnología. “No tenerla no significa que habrá más modernidad productiva de manera automática, pero sí es una presión”.
Por ello ve necesario que se tomen las medidas para controlar la migración, pero sin cerrar la frontera. “Tener una política contra la discriminación, pues una política migratoria no puede basarse en la discriminación del migrante, sino respetándole sus derechos. No se debe promulgar lenguaje de odio y rechazo”.
José del Castillo, historiador
José del Castillo, historiador
El historiador José del Castillo enmarca el inicio del proceso migratorio haitiano en el periodo 1914 – 1934, cuando fuerzas militares de Estados Unidos ocuparon Haití y República Dominicana. Para ese entonces hubo un auge de la industria azucarera mediante el cultivo de la caña de azúcar que se expande en el país con la instalación del Central Romana y Central Barahona.
“En ese contexto de ocupación de la isla por Estados Unidos que se facilita el trasiego de trabajadores haitianos para cortar caña en los ingenios. Antes la caña la cortaban dominicanos y fueron sustituidos por los cocolos, de las islas del Caribe. Los haitianos vienen a desplazar a los cocolos en el corte de la caña”. Durante la ocupación también se empleó a los haitianos en la construcción de obras públicas, recuerda.
Narra que durante el período de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, se permitió que los dueños de ingenios, negociaran con Haití la traída de braceros, aunque fue bajo un estricto control migratorio, que se mantuvo durante los doce años del presidente Joaquín Balaguer, basados en convenios para traer al país trabajadores a los campos de caña, que tenían que salir del territorio una vez terminaba la zafra.
Pero en los gobiernos subsiguientes la situación con los migrantes generó crisis, debido a las críticas a ambos gobierno, por las condiciones de trabajo a las que eran sometidos los inmigrantes y la crisis hizo pico en el 1970 cuando, se intentó hacer una zafra sin mano de obra haitiana y fue todo un fracaso. Su viaje histórico pasa por las gestiones para aprobar en 2004 la Ley de Migración y el Plan Nacional de Regularización que prosiguió a la sentencia del Tribunal Constitucional 168-13.
“Creo que ha habido una falta de control. Las autoridades encargadas, sea Migración, Policía o Fuerzas Armadas, tienen que hacer un plan no coyuntural, sino permanente con el programa de deportaciones. No operativos cuando están desbordados, tiene que ser un tema constante, y a los regularizados darle seguimiento”. Y agrega: “La visibilidad de la presencia haitiana se ha incrementado significativamente. No se puede seguir evadiendo a costa de que se afecten servicios básicos públicos. Se puede alegar razones humanitarias, pero nuestra capacidad es limitada”.
Francisco Cáceres, demógrafo
Francisco Cáceres, demógrafo
Francisco Cáceres es doctor en Demografía y le ha tocado trabajar en varios censos de población realizados en el país. Su conocimiento en el área le permite afirmar que la migración haitiana ni es masiva ni descontrolada. “Eso es un discurso de un grupito que ha secuestrado el tema con fines interesados y le ha dado lucros políticos, económicos y cierta vigencia histórica”.
Para Cáceres, la migración no es un problema, sino un fenómeno con aspectos positivos y otros no tan positivos. “La migración es el único negocio en el mundo donde todo el mundo gana, porque gana el país de origen y el país de destino”.
Pone de ejemplo el hecho de que, hasta lograr que una persona esté en condiciones de trabajar tiene que nacer un niño, cuidarlo intensivamente durante cinco años, mandarlo a la escuela otros doce años y después a la universidad. “Eso tiene un costo económico y emocional para el país, la familia y la comunidad, pero resulta que cuando llega un inmigrante, al otro día ya está trabajando, entonces el país de destino se ahorró todo ese tiempo y dinero en producir ese recurso humano”, comenta.
Plantea la migración como un mecanismo de ajuste poblacional natural, donde las corrientes migratorias van donde hay espacio. “Entonces, esa farsa del discurso de que los migrantes quitan fuerza de trabajo es la cosa más perversa y mentirosa. Los dominicanos no le quitan puestos de trabajo a los americanos o los españoles, sino que van a ocupar las plazas de trabajo vacantes porque la dinámica de trabajo es progresiva y se va especializando”.
Para el demógrafo no existe la migración descontrolada y recurre a las cifras para probarlo. “En 2012 se hizo una medición y la población de migrantes eran apenas 460 mil personas, más 210 mil hijos de padres y/o madres de haitianos, por tanto no es masiva”.
Cita que, en 1920 se hizo el primer censo nacional y la población inmigrante era el 4.5% del total y que al 2012 cuando se realizó la encuesta de migrantes, la población de inmigrante era de 4.4%. “Es porque es el volumen de migrantes que necesita el país y lo mantiene. En el análisis demográfico se llama el equilibrio homeostático, que es una fuerza natural donde la población se equilibra sola, se autoregula”. Señala que, según los resultados de la encuesta, los migrantes trabajan en mucho más alta proporción que los nativos, y eso se debe a que llegan a trabajar y si no encuentran trabajo, se regresan a su país.
“No hay razones para hablar de inmigración descontrolada, eso es un discurso mal intencionado para sembrar odio entre dos pueblos que son hermanos y que se necesitan uno al otro”.
Mario Serrano, sociólogo y sacerdote
Mario Serrano, sociólogo y sacerdote
El sacerdote Mario Serrano trabajó en los equipos de discusión que llevaron a la aprobación en 2004 de la Ley de Migración, cuyo reglamente de aplicación se aprobó siete años más tarde. Esos años sin reglamento son –a su juicio- una muestra de la irresponsabilidad con la que se ha manejado el tema migratorio, tanto de parte de los gobierno dominicanos como de “algunos sectores que lo que hacen es poner el tema para mantener un discurso político en la opinión pública, más que una verdadera intención para hacer una buena gestión de la migración en el país”.
Señala que la dinámica del cruce de haitianos de forma irregular es conocida por todos y pero que cuando se pone el tema, la frontera es la que más sufre, por la manera en que se estigmatiza. “La frontera se estigmatiza como un lugar donde hay caos, cuando en realidad la mayoría de los inmigrantes ilegales se encuentran en las ciudades, pues el inmigrante haitiano lo que busca es insertarse”.
Para Serrano, el tema migratorio no debe tratarse con alocuciones seudonacionalistas, sino viendo qué necesidad laboral requiere el país, qué procedimiento de regulación se requieren para que los migrantes puedan acceder, de forma regular, a su documentación; qué mano de obra necesitan los empresarios y el campesino de las montañas que siembra café, yuca o plátano.
“Esas discusiones de realidades importantes es lo que hay que encarar y no en base a un discurso de colocar más militares en la frontera que no van a gestionar el tema del flujo migratorio y tampoco en base a repatriaciones indiscriminadas que por lo general lo que hacen es violentar derechos humanos, en lugar de buscar procesos adecuados para la regularización y desarrollar procesos de deportaciones apegados a los procedimientos que la misma ley dominicana establece”.
Considera que el proceso que se da en las fronteras de relación comercial, es necesario para esos pueblos donde la inversión estatal es casi irrelevante, presentando los mayores índices de pobreza y donde la gente sobrevive gracias a los mercados binacionales entre los pequeños y mediados comerciantes haitianos y dominicanos. Esas relaciones que desarrollan les permiten sobrevivir y es un beneficio mutuo, por lo que entiende que se debe preparar a la comunidades receptoras de migrantes sobre las conveniencias y la convivencia con los extranjeros.

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