Editorial Diario Libre
Ines Aizpun.
La democracia exige un liderazgo opositor fuerte. La sociedad civil tiene sus espacios y responsabilidades, pero quien ha ganado su puesto en el Congreso y tiene la misión de controlar al Poder Ejecutivo es la oposición. Y no queda muy claro que esté cumpliendo su tarea.
Esa es la forma de democracia que nos hemos dado, independientemente de que la estructura sea presidencialista, parlamentaria, populista... esos son apellidos. Lo que necesita la democracia, tal como la entendemos en Occidente, es una oposición fuerte y eficiente.
La Marcha Verde canaliza un sentimiento y una convicción que la sociedad no tenía cómo expresar. Ha unido voces que hablaban aisladas y ha articulado un espacio para demostrar el hartazgo que la corrupción y sobre todo la impunidad han provocado en los ciudadanos.
Ahora se necesita dar otro paso. Se necesita un liderazgo opositor en las instituciones donde se concreta la política. No basta la calle. Odebrecht y la batalla ciudadana que ha generado el caso eran el campo perfecto para que una oposición realista y combativa se hubiera hecho dueña de la escena.
Al conglomerado de partidos opositores le sobran muchas letras. Tenemos unos partidos que existen por el oxígeno que les da el PLD y otros que resurgen antes de unas elecciones para pillar unos puestos públicos con los que mantener a sus dirigentes. Esos partidos sobran.
La Ley de Partidos, eternizada en los pasillos del Congreso, debería ser la herramienta para sincerizar el espectro de organizaciones que encarece un esquema excesivamente costoso para el tamaño de nuestro país.
El caso Odebrecht ha puesto en aprietos al gobierno, sí, pero también ha desnudado a la oposición.
IAizpun@diariolibre.com
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