Marisol Vicens Bello
La penosa situación que vive Venezuela parece no llegar a su fin, la cual se torna cada vez más compleja ante las ilegales, irracionales y peligrosas acciones que llevan a cabo Nicolás Maduro y sus acólitos para aferrarse al poder a costa de la destrucción total de su país.
Luego de impedir con todo tipo de artilugios que se cumpliera el año pasado con el mandato constitucional de convocar elecciones anticipadas y de llevarse de encuentro la Constitución y el sufragio de los electores que votaron por una Asamblea Nacional dominada por la oposición; ya no les basta seguir violando la Constitución que aprobó su mentor el Comandante Chávez sino que mediante una ilegal convocatoria pretenden realizar una asamblea constituyente para aprobar una nueva, eliminándole todo aquello que les resulte inconveniente.
De nuevo se hace evidente que una dictadura disfrazada de democracia como la que instauró la revolución bolivariana del siglo XXI es aun más peligrosa que los regímenes dictatoriales mismos, pues la manipulación de las instituciones y figuras de la democracia hacen más difícil la lucha contra las mismas.
El pueblo venezolano ha estado protestando masivamente y de forma continua en las calles contra los desvaríos de este demencial régimen, habiendo perdido la vida más de un centenar de ciudadanos, mientras muchos otros han sido apresados de forma ilegal y la población completa vive secuestrada por una banda de antidemocráticos, plagados de corrupción y carentes de visión, defensores de unas supuestas ideas revolucionarias que para lo único que han servido es para enriquecerlos en detrimento de la mayoría de la población y a costa de la destrucción del aparato productivo y la economía venezolanas.
Lamentablemente esto ha llegado a esos extremos gracias a algunos factores, la corrupción y narco corrupción que se alega le permite a Maduro mantener la fidelidad de las fuerzas militares y de buena parte de sus correligionarios, el petróleo que a pesar del desplome de sus precios y de la total debacle que el gobierno ha hecho de la otrora empresa modelo PDVSA los sigue financiando y el silencio cómplice o la timidez de una comunidad internacional que aunque ha despertado en sus reclamos frente a los groseros atentados democráticos perpetrados por ese desgobierno, todavía no logra la unificación y contundencia requeridas para significar una presión suficiente.
Las ilegales elecciones del próximo domingo convocadas por decreto en violación de la Constitución y del derecho exclusivo del pueblo venezolano en las que Maduro pretende elegir los miembros de una asamblea constituyente bajo unas absurdas y antidemocráticas reglas para asegurarse su dominio y con el despropósito de disolver la Asamblea Nacional opositora democráticamente electa y sustituirla por una asamblea constituyente que aprobaría una nueva Constitución afín a sus actuales propósitos, pues la vigente ya fue hecha por Chávez a su medida y sin embargo ha quedado demostrado que en desgobiernos ineptos, erráticos y antidemocráticos como este ninguna Constitución será cumplida pues sencillamente la vocación democrática y el respeto a la ley no existe en ellos.
Venezuela ha llegado al límite de lo imaginable y las mediaciones de ex presidentes y del mismo Santo Padre de poco han servido, así como el accionar de una OEA si bien activa gracias a su secretario general Almagro, inefectiva por la inexcusable actitud de países, incluyendo el nuestro, que han preferido asistir al entierro de la democracia venezolana que retirar el apoyo a su trasnochado régimen.
El liderazgo mundial debe dar pasos más firmes para hacer ver a Maduro y sus secuaces que no van a asistir impasibles a la destrucción total de la democracia en Venezuela, dejando que su cadáver les pase por el frente el próximo domingo, que se avizora trágico y peligroso, esperemos que no sangriento.
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