Venezuela se ha hundido en un precipicio que no parece tocar fondo desde que Hugo Chávez tomó el poder en 1999. Su sucesor, Nicolás Maduro se ha encargado de rebajar aún más el país, acabar con toda institucionalidad y apariencia mínima de la misma y está destruyendo su país, su república y su Constitución.
La propuesta de una Asamblea Constituyente que pretende anular a la Asamblea Nacional, dominada por la oposición y hacerse una Constitución a la medida del dictador que es, acabará con todo resquicio de democracia que quedaba, bajo la mirada cómplice de los gobernantes del hemisferio que ha financiado con sus petrodólares.
Es un guión terrible que ya empiezan a repetir aquí en El Salvador los dirigentes del FMLN. Es el guión del Foro de Sao Paulo: apoderarse de todo, de la institucionalidad, del Órgano Judicial, de los medios de comunicación y de los militares para reprimir y acallar toda voz disidente.
El régimen venezolano tiene con hambre y una represión sin precedentes a su pueblo. Pero esta fanfarronería de la Constituyente es la última patada de ahogado de un régimen agonizante, que busca desesperadamente una salida, con la complicidad de Cuba, Rodríguez Zapatero y sus acólitos del Alba. El pueblo venezolano que siempre ha sabido salir de sus dictadores, no cesa en una lucha admirable y valiente.
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