Editorial Diario Libre.
Ser honrado era uno de los valores más importantes de la sociedad dominicana de otros tiempos. Éramos pobres, pero honrados y nos llenábamos de orgullo al decirlo.
Hoy, el valor de la honradez se ha ido por la tapa del desagüe y de una u otra manera todos somos cómplices del crecimiento de la deshonestidad en el país.
Esto no quiere decir que no exista gente honrada en el país, sino que la deshonestidad no es vista con ojos de desprecio en estos días. Hasta se aplaude al deshonesto, sobre todo si algo le cae a mi mano.
Por eso es tan importante el caso Odebrecht y cuantas persecuciones se realicen para extirpar el cáncer de la corrupción de la esfera nacional.
Por eso es que la escuela no puede tolerar los fraudes, ni se pueden tolerar las “mordidas” para lograr un favor oficial, ni las travesuras de los que creen que todo lo pueden.
No podemos darle sepulcro a la honradez. Ningún país desarrolla sin honradez en los actos y las palabras, sin jueces probos y sin un sector privado, es decir todos, que respeten reglas de conducta honorable.
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