A lo largo de sus más de cien años de existencia, el viejo campo de San Mamés fue testigo de todo tipo de emociones. Si en el campo hubo miles de abrazos, en sus tribunas también. Sin embargo, hubo un día en el que la antigua “catedral” del Athletic Club –demolida a mediados de 2013- cambió la pasión de los goles por el aplauso de los verdugos. El 19 de junio de 1939, mientras Euskadi sufría represión y hambre, el dictador Francisco Franco entraba a ese mismo campo para celebrar el segundo aniversario de la “liberación de Bilbao”, eufemismo utilizado para describir la caída de esa ciudad en manos de los sublevados.
De aquel maldito día sólo quedaban las fotos publicadas por la prensa adicta al régimen, en las que podía apreciarse un San Mamés decorado con un poco original “Franco, Franco, Franco” sobre tela blanca que colgaba detrás de una de las porterías, o también la imagen del genocida paseándose por Altos Hornos de Bizkaia, la fábrica ubicada en Sestao que empleó a varios presos de la dictadura como mano de obra esclava. Sin embargo, Público ha obtenido varios documentos que permiten conocer la otra cara de aquella visita: mientras todo el país se hundía en la miseria, el militar genocida mantenía excéntricos lujos para él y su mujer, Carmen Polo.
Tales detalles quedan al descubierto en las facturas de los servicios que fueron contratados por la Diputación de Bizkaia en vísperas de la llegada de Franco a Bilbao. Según esos documentos, 17 empresas afincadas en “Vascongadas” –término preferido por la dictadura para referirse a este territorio- se encargaron de suministrar los materiales y artículos necesarios para satisfacer los deseos del “generalísimo”.
Se encargaron los materiales y artículos necesarios para satisfacer los deseos del “generalísimo”
Una de las compañías que hizo negocios gracias a esa visita fue la empresa de fontanería Isaías Ortega, que el 30 de junio de 1939 envió una detallada factura a Diputación en la que daba cuenta de los trabajos que realizarían sus operarios en la sede de esa institución antes de la llegada de Franco. Entre otras tareas, debían instalar “dos lavabos de pedestal con agua caliente y fría” que habían sido adquiridos a la Sociedad de Artículos de Construcción por 466 pesetas. También se colocarían “dos juegos de grifos cremados alemanes especiales”, “dos baldas gres esmaltadas de Porcher” o “una banqueta de baño al ducco”, según se describe en el documento.
Otra de las facturas –emitida por Antigua Droguería de Somonte- permite conocer cuáles eran los gustos del dictador y su mujer a la hora de echarse perfume: loción tabú y colonia Flor de Basón. Para no quedarse cortos, la empresa vendió a Diputación dos frascos de cada producto. También dispondrían de cuatro toallas crepé, dos pastillas de jabón lavanda, una caja de limas, dos peines, un alicate de uñas o dos cepillos para la cabeza y otros dos para las uñas, entre otros artículos que sumaban, en total, 245 pesetas.
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