Broward | 28/07/2017 1:23 pm
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La revista Time acaba de dar otro paso en el abandono de la posición aberrante de la prensa liberal sobre no se sabe qué complot de Trump con Putin. Ahora resulta que Putin buscaba más bien la pérdida de la confianza del elector americano en su sistema electoral, como si no la hubiera perdido hace rato en el establishment completo. Y de paso la administración Obama se lava la cara por haber elaborado el mejor de los planes secretos posibles para impedir la intromisión rusa.
Al artículo se le van todavía cositas como que el hackeo ruso contó con la ayuda “wittingly or otherwise” de Trump y que el contraespionaje americano tenía pruebas de que la inteligencia militar rusa “might try to damage the expected winner”, Hilaria Clinton. Los hackers integran un grupo conocido como Fancy Bear, brazo informático de la Inteligencia Militar Rusa (GRU), pero todo es embeleco: “The intel was incomplete (…) There was no forensic evidence, so we may never know for sure…”.
Remember Curveball
¿Se acuerdan de Jim Acosta? Fue aquel periodista de CNN que tanto ensalzó el anticastrismo tardío por preguntarle a Raúl Castro sobre los presos políticos, pero que profesionalmente hizo el papelazo de no tener a mano ninguna lista tras replicar a Castro que, de presentarla, serían liberados esa misma noche. Ni siquiera pudo articular un nombre. Al comparecer en New Day (CNN) el jueves 6 de julio, Acosta tachó a Trump de divulgar “fake news” en Polonia. Al preguntársele sobre el jelengue de lo rusos, Trump respondió: “Well, I keep hearing it is 17 intelligence agencies who said Russia interfered in the election. I thnk it is only three or four.” Acosta profirió: “¿De dónde sacó que fueron tres o cuatro?”
Resulta que Associated Press se había corregido ya sobre, digo: a sí misma, en que no era cierto, como venía reportando, que “17 U.S. intelligence agencies” coincidían en que el Kremlin orquestó ataques informáticos contra las elecciones 2016. La intel fue recopilada por el FBI, la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). La Oficina del Director Nacional de Inteligencia (ODNI) se encargó presentarla el 6 de enero de 2017 en la Evaluación Nacional de Inteligencia (NIA, por sus siglas en inglés) sobre “las actividades e intenciones de Rusia”. Así que Trump tenía razón en eso de “sólo tres o cuatro”.
Y tiene razón también al declarar: “Nobody really knows for sure. I remember (…) how everybody was 100 percent sure that Iraq had weapons of mass destruction [WMD]. Guess what? That led to one big mess. They were wrong”. Tal y como la intel sobre Sadam Husein y sus armas de destrucción masiva provenía casi toda del informante Rāfid Aḥmad Alwān (Curveball), la intel sobre el culillo de Putin con las elecciones de USA viene de un solo servicio de inteligencia, que se supone sea de Estonia. Y no sólo eso, sino que también la NIA a este respecto se elaboró al margen de las reglas de análisis competitivo que la propia ODIN dictó para evitar papelazos como aquel con Husein.
A tal efecto hay que contrarrestar el efecto sicológico de “groupthink”, esto es: que cada analista se amolde al consenso que imaginan o presuponen tiene el resto del grupo. Sin embargo, la NIA no derivó del trabajo conjunto de la comunidad de inteligencia, que forman unas 16 agencias, sino de analistas del FBI, la CIA y la NSA encuevados en Langley bajo supervisión del Director de la CIA, John Brennan, quien ni siquiera dio participación a dos especialistas obligatorios para este caso: el Oficial de Inteligencia Nacional (NIO) para Cyber Issues y el Administrador de Misión del Centro para Rusia y Eurasia.
Reality Show, digo: Winner
Para colmo un avatar de Snowden, la joven lingüista Reality Leigh Winner, filtró un informe de la NSA sobre cierto ataque de GRU al circo electoral de USA y en él apenas se señala que los piratas actuaban “probably within the GRU” y buscaban información sobre “software and hardware” relacionado con el proceso electoral, es decir: que GRU salió a pescar tecnología en vez de a cazar a Hilaria.
Y si no consta indubitadamente, como indican los informes, que los piratas se ubican dentro de GRU ni hay evidencia forense, sino que anda suelto por ahí un Fancy Bear, nada se sabe a ciencia cierta, tal y como dijo Trump, quien:
- No puede aseverar categóricamente que Rusia metió las narices informáticas en las elecciones 2016, porque ningún informe de inteligencia ofrece prueba convincente y así solo puede alegar, como ha hecho, que Rusia y otros países serían responsables.
- No debió estar al tanto de los planes secretos de la administración Obama para impedir el hackeo, que salen ahora para lavar la cara ante la debacle de la colusión, pero sí estaba al tanto del relajo de la seguridad informática, sobre todo en el Comité Nacional Demócrata (CND).
- No entró en ningún juego con los rusos al decir que las elecciones estaban amañadas, ante todo porque no sabía en que andaban los rusos, pero sí aludió a las mañas sucias de la bandería demócrata y con sobrada razón, como quedó demostrado en la posición del CDN contra Crazy Bernie y en el fraude detectado en Detroit sin rusos alrededor.
- No puede esperar otra cosa que la codificación de sanciones contra Rusia, tal como sucedió ya con el embargo contra Cuba (Ley Helms-Burton, 1996), porque así el Congreso limita el ejercicio del poder ejecutivo y ambas banderías del establishment no pierden oportunidad para ponerle cualquier zancadilla a un presidente que vino a estremecerlas.
Coda
Los correos electrónicos publicados voluntariamente por Trump Jr. fueron otros tantos dardos mortales contra la bandería Never Trump, pues son prueba prima facie de que no había colusión con Putin ni contactos con sus operativos. De haberla o haberlos, no tenía sentido reunirse con una abogada desconocida para obtener info sucia del Kremlin contra Hilaria, pues el Kremlin mismo se habría encargado de darla a Trump por los canales preestablecidos en la colusión. Así que no queda más remedio que tocar retirada y seguir echándole la culpa a los rusos, pero sin dar la cara por divulgar falsas imputaciones contra Trump ni asumir responsabilidad por trastornar el orden político con ellas.
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