Jose Guillermo Angel
Estación Estrategias Fatales, nombre de un libro de Jean Baudrillard, en el que el autor dice que el universo no es dual sino que se compone de extremos en los que, cuando todo se confunde y el calor es demasiado, un opuesto puede absorber al otro (la falsedad se puede tragar la verdad, por ejemplo), creando toda clase de diablos que entran y salen por cualquier hueco, se golpean de seguido entre ellos, marchan y contramarchan, amenazan con todo tipo de palabras (dándole primacía a las peores), mienten de manera enfebrecida y convierten el uso del tiempo en un delirio permanente en el que nada se da de manera definitiva (todo es una esperanza fallida) y entonces las incertidumbres crean toda clase demencias y desmesuras, los días se pierden y en las noches no se duerme. Y en este saltar permanente, lo que es deja de serlo, los dioses se esconden y todo, como en Las lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri, es un sol constante que fríe, reseca, restalla y cría toda clase de ojos asustados.
Venezuela, llamada así por los palafitos (casas sobre el agua) que vieron los conquistadores y que compararon con una pequeña Venecia, a lo largo de la historia ha sido tierra de encontrones, de ganado cimarrón y gobiernos acalorados. Desde que se nombró Capitanía (gobierno militar usado por los Borbones para detener invasores ingleses y franceses), fue de malas: después de la Independencia, bajo Páez (que sirvió y traicionó a Bolívar), que gobernó (unas veces dando la cara y otras a la sombra) entre 1830 y 1870, el asunto fue negro. Luego apareció Juan Vicente Gómez (Fernando González le escribió un libro, Mi compadre), dictador que inició su gobierno en 1908 y lo terminó en 1935 (dicen que gobernó dos años muerto), y en 1945, después de un golpe militar, aparece Marco Pérez Jiménez, que tiranizó al país hasta 1958 y todos se hicieron los de la vista gorda debido al auge del petróleo. Una buena novela sobre este período, Banco, la escribió Henry Charriere. Son los muchos calores.
Ya en 1999, Hugo Chaves toca el poder (juro sobre esta moribunda Constitución, dijo al posesionarse) y se queda en él hasta morir, dejando como herencia la extensión Maduro, que es una resultante de muchos desórdenes anteriores. Antes que Chaves, Carlos Andrés Pérez había saqueado prácticamente el país (la corrupción fue terrible) y así, de despiporre en despiporre, los calores venezolanos no paran de hervir. Que ahora pase lo que está pasando, es una consecuencia y no un azar. Un país es lo que construye, la ideología de tenencia de la tierra que tenga y los modelos que le han puesto al frente. Así de simple y sin excusas. Sí.
Acotación: durante la dictadura de Juan Vicente Gómez, Rómulo Betancourt (de quien se dice que ha sido el mejor presidente venezolano) protestaba en las calles contra el gobierno y las vacas de ese dictador que gobernaba desde su hacienda. Rómulo Gallegos, que fue presidente en 1948 y solo por nueves meses, escribió Doña Bárbara... Y bueno, exceso de calor.
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