Los dictadores también lloran

Bibiana Belsasso

Cuando leí en la cabeza de un periódico que en la Cumbre Iberoamericana realizada en Cartagena de Indias, Colombia, se denunciaba y rechazaban los “golpes de Estado blandos” me alegré y pensé: por fin los países de la región han decidido ponerle un hasta aquí al gobierno venezolano, al de Nicolás Maduro, al de Daniel Ortega en Nicaragua y otros que han conculcado los derechos de la oposición, intervenido las asambleas legislativas e ignorado la propia Constitución que esos regímenes se dieron. Leyendo la nota volvió el desencanto: el que decía eso en la Cumbre de Cartagena, —realizada el 28 y 29 de octubre—donde por cierto el venezolano Maduro no participó, fue ese socio menor del chavismo que es Rafael Correa, el presidente de Ecuador, que alarmado porque en lo que considera “golpes de Estado blandos” vio cómo Maduro ha perdido las elecciones aunque se aferre ilegalmente al poder. Cómo en “un golpe de Estado blando”, Mauricio Macri le ganó en una segunda vuelta en forma abrumadora —obtuvo el 51.4 por ciento de la votación— las elecciones a Cristina Fernández en Argentina. Para él es un golpe de Estado que se destituya a Dilma Rou-sseff utilizando todos los mecanismos legales del caso por acusaciones de corrupción o que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva esté siendo procesado por lo mismo. El temor de Correa, como el de Maduro, de los Ortega de Nicaragua, los Castro en Cuba y los pocos sobrevivientes de la ola chavista de la década pasada, es que ellos mismos sigan el camino de esos regímenes. ¿Cómo puede calificar Correa de golpes de Estado a procesos electorales abiertos como el de Argentina e incluso a triunfos de la oposición en sistemas tan cerrados y represivos como el de Venezuela? ¿Cómo puede decir que es un golpe de Estado la decisión de destituir a un mandatario cuando participa en ello una mayoría abrumadora de los legisladores de todos los partidos, en una cámara electa como resultado del voto democrático? Lo increíble es que para Correa y sus socios lo democrático es lo que ellos hacen: perpetuarse en el poder, crear constituciones a modo para acabar con sus oposiciones, bloquear o prohibir los medios de comunicación, mandar a prisión a los dirigentes de la oposición aunque no hayan cometido ningún delito. Los suyos sí son golpes de Estado realizados bajo el paraguas de un régimen aparentemente democrático, que de ello sólo tiene algunas formalidades. Todos ellos: Correa, Maduro (antes Chávez), los Castro, los Ortega y Evo Morales, dieron de alguna forma golpes de Estado en sus países para perpetuarse en el poder y acabar con sus oposiciones. Quizá pretendieron hacerlo también los Kichner en Argentina o Lula en Brasil, pero lo cierto es que en esos países la propia fuerza institucional lo impidió, utilizando simplemente el voto y las leyes. Correa y sus socios, como Maduro, podrán alegar que llegaron al poder vía elecciones democráticas (también Hitler), pero convirtieron sus regímenes en dictaduras apenas disfrazadas. Ahora se quejan de que, también por la vía del voto, los quieran echar del poder. bibibelsasso@hotmail.com Twitter:@bibianabelsasso