¡Qué lamentable espectáculo de homenaje al dictador Castro en la gran mayoría de los medios de comunicación del planeta en las últimas horas! Y qué instructivo, al mismo tiempo. Útil para mostrar la persistencia en el siglo XXI del gran problema ideológico y moral de la izquierda en el siglo XX. En el XX, fueron incapaces de aceptar la igual naturaleza totalitaria del comunismo y de los fascismos. En el XXI, su amor a los dictadores comunistas pervive con una fuerza asombrosa.
Lo ilustró brillantemente Jean-François Revel en el año 2000: "Los negacionistas pronazis no son más que un puñado, los negacionistas procomunistas son legión" (La grande parade). Y lo siguen siendo dieciséis años después. Baste repasar los tratamientos informativos de la muerte del dictador cubano en los medios de comunicación del planeta. La portada del domingo de este periódico, la esperable en cualquier país democrático, con un gran titular, "Muere el tirano de Cuba", y un subtítulo, "Fidel Castro falleció ayer a los noventa años tras más de medio siglo de opresión a su pueblo", era excepcional por su rareza. La inmensa mayoría de los medios de izquierdas, y bastantes de derechas, con honrosas excepciones como la del diario francés Le Monde, hablaban del "revolucionario", del "comandante", del "icono" y algunos como el diario argentino Clarín hasta de "El último líder del siglo XX". Como si hubiera muerto algún gran benefactor de la humanidad y no uno de los grandes dictadores del XX y del XXI, responsable de decenas de miles de asesinatos y encarcelamientos y de más de un millón y medio de exiliados. Ha habido, eso sí, un progre, John Carlin, el mismo que exigió al futbolista James su apoyo al acuerdo con los narcoterroristas de las FARC, que ha dado la razón a Donald Trump en su calificativo de "brutal dictador" a Castro… para añadir, a continuación, que se podría aplicar la misma descripción a… ¡Ronald Reagan!
Negacionismo procomunista en estado puro, pero en el siglo XXI. Tanto es así que los medios de la izquierda han planteado su condición de dictador como objeto de debate, como una opinión más que un hecho. Costaba o era más bien imposible encontrar los datos sobre sus crímenes y su historial represivo. Negacionismo y legitimación de una dictadura, y con el habitual intento de ridiculización y desprestigio de los exiliados cubanos de Miami que celebraban la muerte del tirano. Con la manipulación semántica de referirse a ellos como "los opuestos a la revolución", no los perseguidos por un dictador, sino los reaccionarios.
En medio de ese nauseabundo homenaje al dictador comunista, los líderes de la extrema izquierda, con Podemos al frente, le expresaban reconocimiento y admiración mientras también apoyaban a los procesados de Alsasua por ataque a la Guardia Civil. Y este es el partido, protestan tantos y tantos, que no podemos considerar como de extrema izquierda. Ni cuestionar sus convicciones democráticas, por mucho que amen las dictaduras comunistas.
La lamentable guinda del impúdico homenaje, la de Barack Obama, con aquello de que Castro "alteró de innumerables formas la trayectoria de personas, familias y la nación cubana" para eludir, ocultar y negar los crímenes del tirano. O que a fusilar, encarcelar y perseguir a los opositores políticos se le llama "alterar" en la presidencia de la mayor democracia del mundo. "La historia le juzgará", añadió, porque ni él y la izquierda mundial desean hacerlo. Quizá fuera un dictador, pero era de los suyos.
Edurne Uriarte
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