30 de noviembre del 2016 | 01:00 am
Hace unos tres años, El País realizó una amplia entrevista a la socialista Elena Valenciano. Durante el encuentro, la periodista le lanzó la siguiente pregunta:
-- ¿Por qué debe dimitir Ana Mato, que no está imputada, y no debe dimitir José Blanco, que está imputado?
La respuesta de la entonces vicesecretaria general del PSOE fue la siguiente:
-- Hay imputaciones e imputaciones. Y una cosa es ser diputado y otra es estar en el Gobierno. La de Mato es una responsabilidad política.
La cosa tiene su miga porque esconde, me temo, ese razonamiento que demasiadas veces parece intuirse en las reacciones de algunos: las cosas no son como son, sino dependiendo del color del cristal con el que se mire.
Es algo muy relacionado con ese tema del momento: la posverdad. Por ese caminito, ancho y carretero, se alcanzan cimas muy peligrosas. Según me convenga, quizás pueda concluir que esto no es un robo sino una apropiación legítima de bienes ajenos. Total, la realidad apenas importa: hay hurtos y hurtos. Simple y puro subjetivismo. De locos.
Me ha venido a la cabeza todo esto al constatar la reacción de algunos medios de comunicación a la muerte de Fidel Castro. Por Twitter circula un montaje con dos portadas del diario El País. En la primera, publicada el pasado domingo 27 de noviembre, se abría a seis columnas con este encabezado:
-- “Muere Fidel Castro, símbolo del sueño revolucionario”.
La otra fue publicada el 11 de diciembre de 2006, cuando murió Augusto Pinochet, y abría a cuatro columnas así:
-- “Muere Pinochet sin responder a sus crímenes ante la justicia”.
Si uno busca un poco más, encontrará casos parecidos. Como El Periódico de Cataluña. Titular del pasado domingo: “Fidel es historia”. Titular de hace diez años: “Murió el tirano”.
Va a ser cierto lo que dice Elena Valenciano, aplicado al caso: que hay dictadores y dictadores.
Más en twitter: @javierfumero
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