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lunes, 7 de noviembre de 2016

Construcción democrática y competencias institucionales


Cándido Mercedes - 7 de noviembre de 2016 - 12:08 am -  0
Las elites académicas, intelectuales, económicas y políticas, deberían hacer un alto para reflexionar y cuestionarse: ¿Vamos hacia una mayor gobernanza democrática? La sociedad requiere nuevos vehículos de movilización en las distintas dimensiones de la esfera social que trastoque y desdibuje la costra que nos envuelve y nos convierte como duende; más allá de la contemporización y de la cultura de la autocomplacencia se amerita de un abordaje serio que trascienda los intereses meramente particularista y corporativista, para graficar con certidumbre una construcción democrática que nos permita desarrollar las competencias de las instituciones del Estado.
¿Por qué no existe esa arritmia abismal después de 55 años de desaparecer la dictadura y las competencias de las instituciones del Estado democrático? Más que transformaciones, en gran medida, lo que ha acontecido en el cuerpo social es un acomodamiento sintáctico que no engloba las mutaciones estructurales. De ahí la tautología sempiterna que nos caracteriza. Es que el sentido y praxis del poder se vislumbra no en el corolario de las instituciones, sino en el espejo y reflejo del personalismo de turno. El autoritarismo desde el poder se glorifica en el epicentro del Estado. No para hacerlo más democrático sino para convertir al Ejecutivo del momento en el oxiron de la alquimia que lo puede todo, capaz de todo y de las mayores luces, aunque solo sea sombra.
Evocar varias frases de la parálisis democrática nos resalta el candelero de las competencias de las instituciones del Estado:
       ¡Balaguer, sin ti, se hunde este país!
       ¡Juan Bosch: Es el guía y el PLD la vía!
       ¡Lo que diga Peña, eso es lo que va!
       ¡Leonel: Maestro, líder y guía!
       ¡Danilo: Es un estratega que administra su silencio!..
Son esas frases y lo que encierran que han “posibilitado” que el largo proceso de transición no haya contribuido de manera sustancial con el contenido de la democracia y con sus soportes medulares institucionales. Por ello comprobamos que con un crecimiento extraordinario de la economía en varios años, somos actualmente uno de los 5 países de la Región con más Ni – Ni (ni estudian ni trabajan). El 21.7% de la población, según el Banco Mundial, se encuentra en esta categoría.
La debilidad institucional, en gran medida por la poca calidad ética de los actores políticos, por su falta de compromiso con los valores de la democracia o por lo que decía Max Weber, que señaló la diferencia entre políticos que vivían para la política y políticos que elegían vivir de la política. Lo último ha hecho que el puente en la construcción de la democracia, más allá de lo que significa en su evolución permanente, no se asuma como espacio de inclusión y de una sistemática cohesión social.
Ese autoritarismo que nos desgarra y nos ahoga de manera secular, es reivindicado por los que tienen más poder. Para ellos, lo importante no es el país, no son las instituciones. Son ellos que se erigen en “instituciones”, en esa constante de “reproducirse” en la eternidad. Es, al mismo tiempo, su manera de “diferenciarse” en su afán de “convertirse” en “imprescindible”. Creen que el tiempo no transcurre y en medio de su fosilización, la visibilidad mediática, en la Era de la Comunicación, los desenmascara y los descascara, evidenciando todo el tropel de infamia y abyección que han traído sus paradas. Han propiciado instituciones demacradas, empobrecidas, vulgarizadas y despojadas de sus sentidos.
Ese desandar, instrumentalizado en la personalización, ha devenido en un desacoplamiento institucional donde lo “normal” es el desconocimiento y la desafición a las reglas, a las normas y al respeto a las competencias de las instituciones del Estado. Esa visión egocéntrica desde el Estado nos hace una sociedad en constante proceso disruptivo.
Es así como las políticas públicas, que han de constituir el andamiaje de las competencias de las instituciones, quedan en un estado de atrofia, subordinadas al incumbente del Poder Ejecutivo. Huelga decir: Las “visitas sorpresas”. Están bosquejadas como plan de marketing, de autopromoción y autoenaltecimiento de la figura presidencial; sustituyendo a las instituciones como: Ministerio de Agricultura, Banco Agrícola, FEDA, Instituto Agrario, INESPRE, etc., etc.
El desbordamiento del personalismo se verifica con más fuerza en los últimos 4 años con las evaluaciones de varias instituciones según Barómetro de Las Américas, las Encuestas de Gallup y el Foro Económico Mundial. En Barómetro de Las Américas, de su último Informe (2014) la institución Presidencial obtuvo 71%, en cambio: Policía Nacional 29; Partidos Políticos, 31; Congreso, 37; Justicia, 42. El Pilar Institucional del Foro, obtuvimos un promedio de 123/138 países; cuando el promedio general fue de 95/138. Esto representa una desviación negativa de -28 puntos. Una sociedad no puede colocarse nunca en un Índice de Desarrollo Humano alto por más que crezca su economía, dado que el pilar institucional, a través de la construcción democrática merced a las competencias de sus instituciones, es lo que permite la verdadera inclusión y evita los sesgos y desviaciones que carcomen la sana convivencia y el juego de los valores democráticos.Las competencias institucionales son el súmmum, el baluarte del salto cualitativo de la democracia.
Las competencias institucionales, que constituyen la asunción de las normas, coadyuvarán de manera medular a generar “procesos democráticos más sólidos y democracias más sostenibles, más efectivas y más legítimas”. Las estructuras socioeconómicas que nos “sostienen” no podrán seguir, ora porque no responden a los nuevos desafíos de la sociedad del conocimiento, ora o el enorme caudal de exclusión, marginación y pobreza con que ha venido anidándose ora porque las competencias institucionales han estado en la periferia, encontrándonos sin contrapeso, en el peso de una hegemonía que no brilla por la decencia en el ejercicio del poder.
¡El 10% que más tiene acumula en República Dominicana, 40 veces más que el 10% más pobre. Es la redistribución económica y la justicia, la palanca anclada, que están cercenando por la ausencia de las competencias de las instituciones, que como diría Zygmunt Bauman, en su libro Ceguera Moral “… El fenómeno de la gente en las calles ha demostrado hasta ahora su capacidad para eliminar a los objetos más odiosos de su indignación…”!

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