Publicado el: 23 noviembre, 2016
Por: Rafael Acevedo
e-mail: r.acevedo@hoy.com.doEn todos los tiempos y lugares ha existido una brecha, pequeña o grande, entre el ser y el deber ser, entre hechos y opiniones.Los estudiosos distinguen entre moral pública y moral privada, entre lo formal y lo informal, lo institucional y lo personal. También se diferencia entre lo que está jurídicamente establecido y las muchas cosas que no están bien definidas en los libros ni en los códigos. Es distinta la realidad afuera d
e nosotros y las apreciaciones y los juicios que hacemos de esa realidad. Los filósofos se fatigaron de tanto discutir acerca de era posible lograr “la objetividad”, y terminaron transándose por la “intersubjetividad”, que es como decir que nos podemos poner de acuerdo sobre lo que creemos que las cosas son.
Los pueblos, y en especial, los pobres, suelen cansarse tratando inútilmente de comportarse de acuerdo a las normas morales y de buen gusto de los ricos. Y llegan a darse licencias especiales para comportarse como puedan, sin poner asunto a los gustos y “prejuicios burgueses”. Mientras las clases medias, por ejemplo, se esfuerzan a menudo por ser puritanas (o parecerlo), muchos pobres tienen sus propias ideas y prácticas acerca del amor, el sexo y el apareamiento. Desde siempre, las mujeres muy pobres no se casan: ¡Se van!, simplemente. Pero nadie puede negar las conveniencias de tratar de obtener un buen matrimonio, con alguien de buenas costumbres y que por lo menos respeta las normas religiosas y sociales. Es la aspiración de las mayorías.
Los sociólogos establecieron que las normas morales, las pautas de buen gusto y buen vivir, aunque no siempre se cumplan, siempre sirven para orientar la conducta individual y colectiva. Esa tensión entre lo deseado y lo posible, entre lo ideal y lo factual, es a menudo muy saludable en un país.
Tiranos del pasado a menudo trataron la Constitución de “pedazo de papel”, y a la religión como un simple mito. La realidad demuestra que ambas cosas, como mito o como realidad, tienen un peso enorme.
Sin embargo, la cosa se complica bastante cuando a la imposibilidad material de cumplir las pautas ideales y los valores, se le agregan la mentira y el error. El error es consecuencia de la gran ignorancia que nos arropa en diversos campos del saber, y eso solo se resuelve con horas de pupitre (información y disciplina). Pero la mentira es consecuencia de la falta de formación espiritual y moral (familia, hogar, iglesia).
En todo caso, mientras la oposición, con bastante hipocresía, grita contra las tramposerías del gobierno, este último manipula los medios informativos y otros instrumentos para desvirtuar el conflicto y su solución. Los oficialistas satanizan a las organizaciones de la sociedad civil que podrían ayudar en las soluciones, al tiempo que la procura de la salida oportuna suele confundirse con oportunismo. Ignorancia y mala fe no dan buenas soluciones. Viene siendo tiempo que se llegue a un consenso (intersubjetivo) sobre cuáles son los verdaderos problemas nacionales y cuáles sus soluciones. Ignorancia, egoísmo y mala fe puestos aparte.
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