I.- Las inconductas sin sanción hoy
1.- Se me hace difícil explicar el motivo, la causa real del cambio de actitud, el porqué del comportamiento que asume hoy la generalidad de nuestro pueblo ante el proceder de personas que en un pasado reciente ejecutaron actos reñidos con la decencia, la moral y las buenas costumbres.
2.- Los hechos bochornosos realizados por politiqueros han sido tan repugnantes que resulta muy difícil olvidarlos, y se mantienen tan presentes como si los hubieran cometido ahora mismo. La perdida de la memoria nunca puede afectar a toda una comunidad humana
3.- No resiste el menor análisis ver la forma complaciente de como son aceptados algunos grupos políticos que en su oportunidad santificaron e hicieron causa con los que con saña persiguieron y reprimieron a los que accionaban defendiendo los derechos y las libertades públicas.
4.- En algunas mentes parece que ha ocurrido un extravío, algo así como una perturbación, un desquiciamiento por conveniencia, o por sinvergüencería, para borrar los actos despreciables perpetrados por individuos que ahora son actores destacados dentro de la democracia cochina que padecemos.
5.- Una persona debe haber dejado de ser sensible, cuidadosa y sensata, para alegremente compartir, sin ruborizarse aguantar las babosidades de quienes lo único que han hecho es dañar anímica y moralmente al pueblo dominicano. La compasión no se puede confundir con la transigencia en los principios y el decoro.
6.- Solamente cuando a una persona se le agotó el recuerdo y está cansada de tener vergüenza, puede dejar de repugnarle, rechazar, rehuir el encuentro con aquellos que tienen con el pueblo cuentas pendientes de sangre y peculado.
7.- Aquí ha desaparecido el derecho de expresar reprobación hacia quienes están marcados por acciones ultrajantes, ofensivas e hirientes contra lo que en verdad se llama pueblo; se acepta por igual al que es merecedor de aprecio, distinción y encomio, que aquel que con su sola presencia debiera generar indignación, asco y desprecio.
8.- Sólo en un ambiente apestoso como está el dominicano ahora, pueden relucir truhanes de la politiquería pervertida, que tanto daño ha causado a las aspiraciones democráticas de nuestro pueblo. Los tigres de las malas artes en la política nunca se apagan, siempre están ahí, como las malas hierbas.
9.- Hay que admitir que la escasez de respeto a si mismo ha hecho posible la permanencia en el medio político dominicano de políticos que hace tiempo debieron de estar cumpliendo condenas por las fechorías cometidas; porque personalmente constituyen una afrenta en cualquier sociedad medianamente organizada; pero aquí la ausencia de sanción ha prolongado el no escarmiento, y cada quien se cree libre, eximido de condena.
10.- La tranquilidad como se mueven en el país los responsables de ejecutar actos deshonrosos contra el erario, revela la tolerancia que hay aquí contra quienes se colocan al margen de la ley lesionando al pueblo con la sustracción de sus recursos económicos. La complacencia, la condescendencia hacia el que delinque demuestra confabulación, componenda con la inmoralidad, algo así como un acuerdo transaccional para dispensarse favores sucios mutuos.
11.- Un país tiene que haber llegado a un alto grado de transigencia con las inconductas para ser permisible a las inmoralidades que practican aquellos que cuando han administrado fondos públicos los manejaron como suyos. La condescendencia con el despreciable hace posible que los delincuentes de cuello blanco se crean admisibles por sus fortunas hechas al vapor desde el Estado.
12.- Aquellos que aquí han hecho de la política un medio normal de enriquecimiento ilícito, con la mayor desfachatez se presentan en los círculos sociales más encumbrados, sólo porque el impudor y la poca o ninguna vergüenza son formas culturales de consentir por la flexibilidad y el respeto mal entendido o burlado.
13.- Mientras en menos de tres meses mueren 300 niños prematuros en hospitales públicos del país, el que roba durante desempeña un alto cargo público, y se retira con una pensión de 500 mil pesos mensuales, para hacer politiquería, es recibido con congratulaciones, aplausos y sonrisas. Al parecer se ha perdido la capacidad de sonrojarse, ponerse de mil colores por la presencia de alguien que constituye un bochorno social.
14.- Hay que estar dispuesto aceptar la degeneración como algo tolerable, para aguantar tranquilamente a quien con su ladronismo ha ofendido a la sociedad; estar en permanente estado de somnolencia; haber caído en un profundo letargo, o estar en un conforme azorramiento. Se está imponiendo el comportamiento de aceptación ante el corrupto, beneplácito para el delincuente de la política; conformidad, placer con los depredadores de los bienes del Estado.
15.- En tiempos pasados, en nuestro país aquellos que realizaban acciones indeseables, estaban conscientes de que de alguna forma el pueblo le demostraría rechazo a su incorrecto proceder; pero hoy no es lo mismo, porque el desvergonzado sabe que seguirá su vida normal, como si nada hubiera hecho, porque el procaz se cree igual al pudoroso, y el granuja se asemeja al decente.
II.- Aquí, ya nada asombra
16.- Hechos vergonzosos ocurren a diario en nuestro país, y los responsables se muestran tranquilos, imperturbables, fríos, serenos, amparados en el comportamiento impertérrito de la sociedad; convencidos de los impasibles, sosegados e indiferentes que se mantienen amplios sectores de nuestra sociedad.
17.- Es posible creer que la delincuencia política se ha conservado porque, al parecer, en nuestro país ya se perdió la capacidad de asombro; la admiración y la extrañeza abandonaron el medio ahora dominado por la impasibilidad. Lo que antes se veía como un hecho sorprendente, ahora pasa como lo más normal; nada deslumbra a nadie; lo insólito se ve como corriente, y de tantas y tantas vagabunderías toleradas se tornan frecuentes, como algo cultural. Pasó a la historia llevarse las manos a la cabeza porque fulano de tal fue condecorado luego de robarse mil millones de pesos de los dineros del erario.
18.- Por más desconcierto que produzca un acto repudiable, no hay conmoción en el seno de la sociedad dominicana, porque la naturalidad repugnante se ha impuesto. Lo que se observa es una comunidad de mujeres y hombres formados para dejar hacer, y por todo quedarse despatarrado. Tener conocimiento de una acción corrupta de parte de un político, aquí no deja a nadie sin respiración.
19.- En el país ocurren hechos vergonzosos y sus actores andan por ahí, llevando una vida placentera, santificados; demostrando que ya el corrupto no motiva asco, no desagrada, que, por el contrario, atrae, cautiva, sirve de deleite a cómplices y apáticos. Aquel que con sus inconductas daña, en lugar de generar fastidio es objeto de lisonjas, es recibido como individuo de buen aspecto, bien encarado, aplaciente.
20.- Es tan profundo el grado de deterioro ético y moral de la sociedad dominicana de ahora, que pasó de moda avergonzarse por una acción pecaminosa. No se le cae la cara al legislador que levanta su mano derecha aprobando un proyecto por paga, ni al regidor que vende su aprobación para instalar una planta de gas al lado de un hospital o un colegio infantil. Abrumarse por lo mal hecho es cuestión del pasado, lo mismo que luce de tontos salir con el rabo entre las piernas porque le digan político ladrón.
21.- En nuestro medio no motiva antipatía ser identificado como corrupto, porque el dinero, aunque sea robado, atrae; y es una mercancía que impulsa atracción hacia quien dispone de ella, no importa que sea obtenida en forma ilícita. No da grima el que sustrae fondos públicos, sino aquel que lo censura.
22.- La inversión de valores ha llegado a un grado tal que nadie se preocupa por la forma como un infeliz politiquero de ayer, luego de pasar por el Estado, hoy es multimillonario; no es de interés saber, no concierne a la comunidad el origen limpio o sucio del patrimonio de quienes desde el gobierno la dirigen. No atañe distinguir entre el dinero de proceder laborioso y el hurtado; da lo mismo, es igual disfrutar la vida por el esfuerzo realizado, que gozarla con los dineros robados al pueblo.
23.- Forma parte de la lucha política del pasado, hacerle saber a los que sustraen fondos públicos que, por adueñarse del dinero del pueblo, no son bien vistos en determinados lugares de diversión que visitan; que por el hecho de hacerse amos de los bienes del Estado merecen el repudio colectivo.
24.- Amplias razones tienen aquellos que demostrando lo mucho que han robado se comportan insolentes, con arrogancia; haciendo galas de sus influencias políticas basadas en recursos sustraídos. Prueban ser osados, que no tienen el menor respeto a los hombres y mujeres de bien; el comedimiento no cuadra en aquel que sin ningún esfuerzo ha hecho fortuna económica, demostrando así que no es más que un sorrastrado preñado de audacia.
25.- Lo que a diario presenciamos en el país es que estamos en una etapa en la que prima el engreimiento de los vagabundos, por lo que se impone higienizar el ambiente que está sumamente infectado; limpiarlo es una necesidad, asearlo un deber cívico, esterilizarlo un compromiso impostergable. Continuar viviendo en este fango donde se aplauden las acciones de los maliciosos, obscenos e indecentes de toda laya, debe avergonzar a los que se comportan indiferentes.
Reflexiones finales
a.- A la juventud dominicana se le está enviando un mal mensaje al aceptarse que aquel que ejecuta acciones dolosas no reciba una sanción, si no penal, por lo menos moral. De alguna forma hay que demostrarle al que se coloca al margen del correcto procede, que su accionar no tiene el beneplácito de lo que sirve en el medio social donde vive.
b.- El rechazo a los que demuestran inconductas notorias y desvergüenzas, es una forma de manifestar oposición a la actitud de los que están en el accionar político para hacer diabluras, y con ellas burlar la buena fe del pueblo.
c.- Compartir con los que sobresalen sólo por el dinero que han obtenido mediante operaciones corruptas, entraña confabulación con la delincuencia política que ha contaminado la parte sana de la política con sentido social y honesto.
d.- Aquel que ha sido cómplice de gobiernos odiosos, despóticos y corruptos, no puede continuar incidiendo en la política del país como si nada hubiera hecho; aceptarlo sería demostrar conformidad con su despreciable pasado, y propiciar que en el futuro otros adopten igual proceder.
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