Desde que en junio pasado la dictadura de Daniel Ortega tomó la decisión de impedir la participación de la principal fuerza opositora en las elecciones de este año, y las convirtió en una farsa electoral, se han realizado unas treinta marchas y otras demostraciones públicas de protesta popular, en demanda de comicios verdaderos, justos y transparentes.
Las protestas y demandas democráticas han sido organizadas por las dos coaliciones opositoras, Frente Amplio por la Democracia (FAD) y Coalición Nacional por la Democracia (CND), las cuales han demostrado que a pesar de sus diferencias políticas e ideológicas se puede lograr la unidad en la acción, coincidir en la lucha por el objetivo común de poner fin a la dictadura y recuperar la institucionalidad democrática de Nicaragua
No se puede ni se debe negar, que en general las marchas no han tenido una participación multitudinaria. Pero no ha sido por falta de interés y esfuerzo de la dirigencia y la militancia opositora, sino porque la mayoría de los ciudadanos no quiere todavía movilizarse por la recuperación de sus derechos democráticos.
Algo parecido ocurrió en 1974. La dictadura somocista montó ese año una farsa electoral como la de ahora y surgió el Movimiento de los 27 líderes democráticos, que lanzaron la proclama “No hay por quién votar” y llamaron a la abstención. En aquel momento la ciudadanía se encontraba políticamente desmovilizada, como ahora, aunque en el fondo crecía el deseo de cambio que no se notaba en la superficie. El país estaba aún bajo los efectos del Estado de Sitio que el somocismo impuso a raíz del terremoto de diciembre de 1972, lo prolongó hasta mediados de 1974 y lo restableció en diciembre de ese mismo año, cuando el FSLN secuestró en Managua a un grupo de funcionarios gubernamentales y diplomáticos extranjeros.
De manera que no hubo manifestaciones públicas en respaldo a la proclama “No hay por quién votar” y del llamado a la abstención electoral. Las muestras de apoyo fueron más bien testimoniales, de personas que firmaron actas de adhesión al llamamiento y de solidaridad con los 27, que fueron acusados judicialmente por la dictadura y condenados a la suspensión de sus derechos ciudadanos.
Sin embargo, en las votaciones del 1 de septiembre de 1974 hubo una abstención masiva, la dictadura somocista tuvo que alterar las cifras y con todo descaro reportó casi un setenta por ciento de participación electoral.
En aquellas circunstancias, el doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal expresó en el editorial de LA PRENSA del martes 3 de octubre de 1974 que, “si el señor Somoza cree que este fenómeno (de la abstención y el repudio callado del pueblo) carece de importancia, y si cree que con inventar números va a arreglar todo, se está dando la gran equivocada de su vida, porque las mayorías silenciosas son capaces de muchas cosas”.
Somoza se dio, en efecto, una tremenda equivocada, del mismo modo que se equivocan todos los dictadores que creen ser la encarnación de la voluntad del pueblo y tener derecho de detentar el poder para siempre.
No se puede ni se debe negar, que en general las marchas no han tenido una participación multitudinaria. Pero no ha sido por falta de interés y esfuerzo de la dirigencia y la militancia opositora, sino porque la mayoría de los ciudadanos no quiere todavía movilizarse por la recuperación de sus derechos democráticos.
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