Narciso Isa Conde.
A este país le quieren atribuir la grotesca corrupción que derrama su clase dominante-gobernante y que hoy rompe records mundiales ocupando el octavo lugar entre los más degradados del planeta y el quinto latino-caribeño; y “poco me lo jayo” cuando observo las mafias políticas, militares y empresariales que saquean presupuestos, patrimonios públicos y el patrimonio natural de esta nación.
No es el país ni la mayoría de la sociedad la que se dedica a robar lo ajeno, traficar, abusar, extorsionar, matar, saquear y proteger o auto-protegerse frente a los reclamos de justicia.
El mal emana de arriba e incorpora franjas intermedias y sectores de abajo. Las fuerzas dominantes se han podrido y se erigen en un “modelo” de vida y consumo, en un ejercicio delictivo gubernamental y empresarial privado que se imita y reproduce caricaturescamente en escalas inferiores.
Esto se ha potenciado en esta fase de decadencia neoliberal y descomposición del capitalismo mundial, con la conversión del capitalismo-imperialismo en un lumpen capitalismo donde reina abrumadoramente la usura, la trampa, la estafa, las bombas financieras, la especulación, las guerras de conquista; donde imperan la fabricación de armas, la salud, educación, la justicia, la política, el uso del agua, la posesión de seres humanos, del suelo, subsuelo y sobresuelo… como negocios privados destructivos; donde se prostituye y se banaliza todo en medio de un flujo incontenible de egoísmo.
El yo aplastando al nosotros/as, traducido en minorías insolentes y ostentosas, rodeadas de mares de necesidades, penurias, discriminaciones y violencias de clase, de género, generaciones, racistas, xenófobas, religiosas…
Pero la inconformidad, insatisfacción, indignación… late en el corazón de las nuevas generaciones y las mayorías excluidas y maltratadas con diferentes intesidades por esos poderes establecidos dentro de un capitalismo caótico y un régimen peledeísta putrefacto, que traicionó al bochismo.
Eso explica el fenómeno que ha provocado en este país -integrado por un pueblo fundamentalmente honesto- la reciente visita de Pepe Mujica.
Porque el ex-presidente uruguayo, pese a renunciar a los cambios estructurales anticapitalistas y antiimperialistas en su país y en el continente – con el favor de gobernar una de las pocas naciones de capitalismo blando y arraigadas tradiciones liberales y social-demócratas- optó por acusar a la “clase dirigente” gansterizada que funge de gerente del planeta, con su propio y contundente ejemplo de sobriedad, honestidad y sensibilidad humana.
Importante aporte que hay que completar con la determinación de cambiarlo todo, refundar las instituciones, crear democracia real y sembrar socialismo.
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