- 17 de octubre de 2016 - 12:08 am - 1
El término Populismo se usa generalmente, de manera peyorativo, no como una ideología, pues no lo es, sino más bien como un concepto político que manifiesta un tipo de tendencia de algunos gobiernos, mayormente en América Latina. Busca atraerse a las clases populares a través de argumentos demagógicos que resultan, la mayoría de las veces, ilógicos e irracionales. Como condición para que el Populismo se desarrolle debe aparecer un liderazgo carismático y oportunista, que no desperdicie una sola ocasión para hacer sus propuestas quiméricas de igualdad y de ascenso social, sin un esfuerzo individual que proyecte al futuro una vida digna y de provecho. Estos planteamientos se hacen conforme a una imprevisibilidad económica que con el tiempo tendrá repercusiones negativas sobre la estructura de producción y la generación de riquezas.
Con el Populismo se trata, en cierta forma, de fortalecer el rol del Estado, casi siempre con un aumento considerable y desproporcionado de la nómina del mismo, obviando el enfoque estratégico de desarrollo que plantea la “reducción del Estado para agrandar la Nación”, usando los recursos escasos y disponibles en su mejor uso, que no es más que en infraestructura tanto física como institucional, creando así las bases para el progreso.
Podríamos decir que una de las vertientes o sub-producto del Populismo lo es el llamado “clientelismo político”. El gobierno populista se adiciona “clientes”, además de los que ya forman parte del gobierno y que devengan uno o varios salarios en el Estado, por otros métodos más deformes y menos convencionales, como son la entrega de pagos o bonos a individuos o grupos con tal de mantener su apoyo en las próximas elecciones. La carga del Estado se hace muy pesada para el gobierno y para este entonces, el gasto publico corriente se desborda y parece incontrolable; se suceden los déficit fiscales y para cubrirlos se debe recurrir al endeudamiento; al aumentar la deuda pública se hace cada vez más difícil el servicio de esa deuda y cuando se alcanza el nivel donde el componente de interés de esos pagos se hace muy grande, entonces se hace necesario asumir más deuda solo para poder honrar los pagos establecidos. Esta es la consecuencia de la imprevisibilidad económica de los gobiernos populistas.
Los funcionarios del gobierno populista querrán esconder, con más promesas que nunca serán cumplidas, que sus acciones habrían empujado irresponsablemente a un abismo de pobreza a ese pueblo que decían proteger.
Con todo esto y en el tiempo, empieza la degradación del Populismo. Y se hace manifiesto que las ansias y embriaguez de poder, les empieza a resultar más intoxicante que nunca y que lesiona gravemente el “hígado social”, el que aguanta todo, que resulta ser la clase media. Se adoptan entonces, por necesidad, medidas de carácter impopulares como por ejemplo aumentar los impuestos a la población de cualquier forma posible. Pero ya esto no será suficiente y las finanzas públicas sufren un inmenso deterioro. Se acabo la fiesta…”ahora solo queda la borrachera y la resaca”.
Estos procesos de deterioro y carentes de racionalidad, generalmente terminan no solo en problemas económicos, sino también políticos. Habrían de ser los populistas los que crearon este caos al pretender interpretar a su conveniencia la “voluntad del pueblo”. El gasto social lo usaron más que como un derecho, como un premio a sus seguidores sin percatarse de que esas masas populares también pueden cambiar de rumbo en 180 grados sin una mayor explicación, solo por intuición de la soberanía popular.
“Entre los elementos que hacen que un gobierno no sea populista, se encuentra tener políticas públicas prudentes y sensatas”. Fernando Henrique Cardoso. Expresidente de Brasil.
Los grupos que no tienen una ideología definida, suelen ser cambiantes cuando logran asumir el poder político y pueden ir de un lado para otro y de vuelta también, y solo los guía la oportunidad que se le pueda ofrecer, en cada momento, para capitalizar algún esfuerzo que provoque un “logro” político. Ciertamente, no son confiables y con su proceder lastiman la institucionalidad democrática y el Estado de Derecho.
Los gobiernos Populistas, magnifican su supuestos logros sociales mediante la propaganda política para lo cual usan todos los medios de comunicación y comunicadores que puedan lograr atraerse mediante canonjías y pagos. Estos, a la vez, hostigan a la prensa independiente y a toda voz que intente dar un grito de alarma. Tratan de descalificar de cualquier modo, personas, comunicadores o no, que han mantenido un enfoque de acuerdo a sus creencias y convicciones. Todo el mundo tiene el derecho a tener una opinión y a expresarla. Así como lo tienen ellos, también lo tenemos los demás. Y creo que los verdaderos demócratas haríamos todo lo necesario para que ese derecho prevalezca por encima de todo. Si, el derecho a la libre expresión del pensamiento, y por supuesto a la libertad individual.
Cuando se invoca la voluntad del pueblo para pasarle por encima a la Constitución, modificándola en base a supuestos razonamientos que deliberadamente son de dinero, se abre una puerta inmensa hacia el autoritarismo. Surge, consecuentemente, el populismo autoritario y cuando se llega a este nivel, el marco institucional se prostituye y se deteriora de tal forma, que todo se compra y todo se vende a nivel político, como si fuera un negocio entre mercaderes. Los partidos de oposición los desprestigian y estos pierden todo el apoyo que anteriormente lo sustentaban. En adición, la separación de los Poderes del Estado les resulta inaceptable, pues molesta mucho las limitaciones que la independencia de ellos pueda imponerles. Por eso, les resulta imperativo tener todos los poderes: el Ejecutivo con el uso abusivo y desconsiderado de los recursos públicos, el Legislativo que le da legalidad a sus actuaciones y el Judicial que cubre con un manto de impunidad todas las violaciones que se cometen contra las leyes y las normas. Todo esto para lograr, supuestamente, un mejor país para todos y al final lo que realmente se conocen son las ventajas particulares de los gobernantes de turno.
Al llegar a esta fase de Populismo autoritario, la Democracia entra en crisis y se tiende a debilitar y el gobierno adopta posturas de fuerzas e intransigentes que lo llevan a profundizar aún más la crisis. Se pudiera pensar que el Populismo autoritario es un régimen hibrido entre Democracia y Autoritarismo, pero no es así. Es Autoritarismo y nada más, el cual usa la ya frágil democracia como fondo de telón político.
Haciendo un breve recuento de la historia reciente de algunos países Latinoamericanos, encontramos características muy singulares del Populismo. En Argentina, por ejemplo, la dinastía Kirchner, marido y mujer, sucesora una del otro, parecería que sería eterna. Y no solo acabo, si no que cuando finalmente acabo, dejo un grave problema económico así como uno político no menos grave.
En Brasil, Lula Da Silva escoge como su sucesora a su amiga y de su misma corriente política, Dilma Rousseff y cuando se extingue el sostenimiento político, se descubren hechos de corrupción tan asqueantes y vergonzosos que se hizo necesario, juzgar y condenar no tan solo a un grupo de políticos, sino también a empresarios muy destacados y conocidos internacionalmente con ramificaciones como las de un árbol muy frondoso que daba frutos y cobija a gobiernos de otros países dándose a conocer, por la prensa internacional, los manejos más sucios y groseros. Todo esto lleva a algunos congresistas a enfrentar a la Presidente del país llevándola a un juicio político que la sacaría definitivamente de la presidencia por haber violado la ley de Responsabilidad Fiscal que prohíbe el uso de fondos de bancos públicos para cubrir gastos del gobierno. No obstante, se siguen sucediendo casos de corrupción política de sus mismos adversarios que en algún momento también se beneficiaron. Y con esto luciría que nada les iba a pasar como: “si participamos todos nada nos ha de preocupar” y realmente no fue así. Y por suerte que no fue así.
En Venezuela, con el Chavismo, uno de los casos más complejos de ese Populismo absurdo e irresponsable, que paso rápidamente de un Populismo de derecha a otro de izquierda y en muy breve plazo paso a ser un Populismo autoritario de lo peor, llegando a desconocer rampantemente el derecho a la propiedad privada como si fuera una nueva versión del colectivismo de los socialistas. Daban a entender que el pueblo, por su apoyo político, participarían de manera activa de una sociedad rica materialmente, nada más falso; ni siquiera quitandole a los que tenían, muchas veces bien habidas, sus propiedades y sus negocios. Consecuentemente, se eliminaba la iniciativa individual que es la que verdaderamente crea riquezas en una nación. En todo esto no podía haber una evolución social, sino más bien un caos mayúsculo que habría de llegar más temprano que tarde.
El enfoque político correcto para cualquier nación seria lograr tres componentes fundamentales para que la misma sea viable, que son: la Eficacia Económica, el Estado de Derecho y la Libertad Individual. Todo esto se había perdido en Venezuela. La explicación para que pudiera suceder esto en un país con una de las democracias más sólida de Latinoamérica y en adición uno de los países más ricos del hemisferio, solo podía ser una: el funesto e irresponsable Populismo que al llegar a la fase de Autoritarismo entra en un proceso de deformación política, desconociendo las características más elementales de una democracia, como son: la alternabilidad del poder, el derecho a la propiedad, la libertad de expresión, las libertades individuales, la separación de los poderes del Estado, el Estado de Derecho y de forma más pragmática, la distribución de las cuotas de poder entre los sectores predominantes de la sociedad.
La consigna de campaña de los Populistas del Chavismo era “hasta el 2000-siempre”, algo parecido como en la República Dominicana cuando el Presidente del partido en el gobierno muy seguro de sí mismo anunció, en un arranque de soberbia y arrogancia, que el país tendría a ese partido en el poder por 40 años más, que para los que pasamos de 50 años significa, posiblemente para siempre. Esto lo que demuestra es una miopía política sin comparación. Los comunistas veían lograr el poder por el poder en sí y para siempre. Los demócratas vemos que lograr el poder es una forma de viabilizar una sociedad y proyectarla al futuro, aceptando la alternabilidad del poder como una condición básica de la Democracia.
El Populismo autoritario nos empuja a una verdadera dictadura donde solo la élite política y sus allegados se mantienen al margen de las intolerables condiciones sociales de todos los demás. Se presentan acciones de corte Populistas como si fueran verdaderos programas económicos. El deterioro social, político y económico se hace visible. Entonces y de repente presentan un culpable, buscando una especie de punto de inflexión donde se rompa la tangente, y acusan al imperialismo como el culpable de todo, para con esto esconder sus actuaciones populistas e irresponsables y su falta de claridad política.
En la Republica Dominicana, en los últimos 20 años se han manifestado muchas de las características enunciadas precedentemente. Un partido en el gobierno que pretende hacerse vitalicio, cuya alta dirigencia no concibe la alternabilidad del poder, ya sea por egoísmos o quizás por temores; donde tampoco se acepta la separación efectiva de los Poderes del Estado; donde jamás se piensa en un equilibrio de poder con las fuerzas políticas y con las fuerzas reales de la nación. Un partido en el cual se presentan marido y mujer intercambiando posiciones al más alto nivel del Estado; donde “amigos” del mismo partido, aunque sea por conveniencia, se escogen como sucesores a la Presidencia de la Republica; donde hermanos se presentan como dos cabezas de dos poderes independientes; donde los líderes del partido de gobierno no les importa en lo absoluto, si se ve o no, que sus actuaciones han convertido el sistema político nacional en Populismo autoritario o quizás más que eso, en una dictadura de partido. En adición han creado una súper-estructura de protección con las llamadas Altas Cortes.
El Secretario General del partido gobernante y actual Presidente del Senado, le ofreció la confirmación en su cargo, en caso de ganar las elecciones de Mayo del 2016, a nada menos que al Presidente de la Junta Central Electoral, de quien todo el mundo sabe que es un cuadro político de ese partido. Luce que “guardar las apariencias” ni siquiera ya es necesario. Todo lo pueden hacer en nombre del Populismo. Que…
Es también evidente que el deterioro de las finanzas nacionales es un hecho. Uno de los funcionarios del área económica, con mucha valentía, recientemente reconoció que la deuda pública alcanza ya un 50% del Producto Interno Bruto y que la misma absorbe una cantidad muy grande y creciente de los recursos fiscales. También debemos decir que la proporción de los intereses en el servicio o pago de esa deuda es cada vez mayor, lo que complica aún más el cuadro del endeudamiento.
Todo esto parecería que nos aproxima al final de un sendero. Si, el final de un camino de desbordamientos irresponsables que nos conducen inexorablemente a graves problemas económicos y sociales, y por consecuencia políticos.
El Presidente de la República, recientemente en el Debate General en la 71° Sesión ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, hizo planteamientos muy contundentes y se quejó de la hipocresía de los países grandes y ricos, y ciertamente sabemos que los países ricos del planeta así como los sectores ricos de una sociedad, siempre trataran de sacar mayor provecho de las circunstancias que se van presentando y podríamos decir que es hasta natural que lo hagan; sin embargo los gobiernos individualmente deben poner todo su empeño en evitar que esas ambiciones se materialicen a tal grado que lastimen el equilibrio de lo que es justo y adecuado. Además, los gobiernos deben tratar de disminuir la brecha entre ricos y pobres y para esto se supone que tienen el gobierno. Para lograrlo se debe empezar por reconocer los problemas existentes, como por ejemplo: la baja calidad del gasto público y el alto nivel de corrupción imperante. Esos recursos que se distraen de esa forma, podrían muy bien servir para reducirle la carga a los grupos más vulnerables de la sociedad y a sectores claves de nuestra estructura de producción.
Lamentablemente, todo lo planteado en esta y en otras entregas nos ha llevado a recorrer un sendero equivocado. El progreso y el desarrollo de nuestra sociedad serán imposibles de alcanzar si no cambiamos el rumbo y la orientación de nuestras propias actuaciones, si no buscamos un mejor equilibrio estructural. Necesitamos con urgencia, un nuevo pacto social, pero que sea real, ejecutable y sobre todo efectivo.
¡Es cuanto!
Nota del autor: No solo pretendo, con esta serie de artículos de “El Sendero Equivocado”, dar un grito de alarma, sino más bien hacer un llamado a la reflexión colectiva…a la conciencia nacional, para evitar llegar a donde nunca quisiéramos estar.
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