Varias generaciones socializaron la dictadura trujillista. Unos entraron en desgracia, a otros las circunstancia y el chisme social los sacó de circulación; pocos se mantuvieron en el malabarismo de trabajar al lado de un hombre de reacciones impredecibles. Aun los que creyeron conocer al jefe y los que justificaron su propósitos no podían entender la “suerte” de Balaguer. Aquel hombre de baja estatura, silencioso, de pasos calculados, introvertido y de aspecto inocente, que daba la sensación de un espíritu ingenuo, sin pretensiones y sin ninguna necesidad existencial que le llevara a perder la cabeza.
Lo de Trujillo-Balaguer era incomprensible; era una relación desde el 1930, que se mantuvo hasta la propia desaparición del jefe, y se prolongó por lo menos en el método y la práctica, siendo ambos tan diferentes, pero no desiguales. Sin embargo, había alguien que olfateaba la no incondicionabilidad y la falta de apego sano, de vínculos, y de sentido de pertenencia a la causa y al jefe Trujillo por Joaquín Balaguer. Ese hombre era Johnny Abbes, tenía la certeza, el olfato, la percepción aguda y la lectura corporal de que el hombre de pequeña estatura no era de fiar, aunque no hacía nada extraño, ni desafiaba nada, pero algo visceralmente desintonizaba. Abbes le murmuraba al “jefe” “ese hombre no me gusta” “¿hay indicios contestaba el jefe” “no jefe”. “Es difícil de agarrar, no tiene vicios”; no se sabe cuál es su debilidad, ni de qué cojea, pero no es de nosotros”. Johnny Abbes, estaba graduado en eso; su depuración estaba sostenida en su propio instinto, habilidades y destreza, pero también, en la propia inteligencia perversa de la psicopatía. El complemento visto desde la geometría es lo que falta añadir a un ángulo agudo para obtener un ángulo recto. Desde la psicología, el complemento es lo que nos falta, que la otra persona lo aporta, ya sea en lo emocional, lo afectivo, lo espiritual, o en el sistema de carencia existencial, donde la persona se siente validado, reforzado, aceptado, comprendido, proyectado o reconocido; llegando a crear la dependencia, la co-dependencia, o angustia de separatividad no resuelta que le lleva a sentirse amado, influenciado o riesgoso si sale de la relación.
Abbes, volvía, “jefe aún no hay nada, pero no es de fiar; “no tiene cuenta bancaria, no tiene casa, ni finca, no tiene esposa, no posee vicios, no tiene juntilla y no presume”, “pero de que no me gusta, no me gusta”. Ese instinto del psicópata, le habla y le martillaba la mente. De tanto insinuarle el chisme al jefe, Abbes le desató los demonios, y fue cuando Trujillo molesto en pleno palacio le gritó a Balaguer: “usted que quiere, que busca al lado mío, aquí todos buscan algo, usted no bebe, no fuma, no come, no corre tras faldas, no roba, no dice qué quiere”. Balaguer, con esa prudencia patológica y esos límites bien reconocidos, con su lenguaje de tono bajo y de curso lento, respondió: “Yo estoy para servirle a usted, hasta que usted quiera”. Trujillo volvió a su estado natural.
Como psiquiatra sé que el complemento Trujillo-Balaguer estaba dado por los rasgos de personalidad de cada uno: Trujillo de temperamento colérico-sanguíneo; Balaguer flemático, introvertido, aléxitimicos, con rasgo esquizoide, solitario, huidizo, callado, frío y distante, de carencia y afecto administrado, de emociones controladas, y de pocas demandas sociales. Trujillo, extrovertido, de rasgos narcisista, histriónico, antisocial, con una percepción exagerada de su importancia, egocentrista, buscador insaciable de poder, prestigio y de validación y reconocimiento.
Ambos diferentes, pero complementado. Terminaron siendo aliados, amigos y padecieron de la misma adicción: el poder. Quizás por necesidades distintas. Uno logró más que otro. Alcanzaron su propósito: ambos temido y amado, pero ninguno trascendió en un proyecto político sano, ni en la dinámica familiar sana y funcional.
Por:José Miguez Gómez...
Fuente: Periódico HOY.
Fuente: Periódico HOY.
No hay comentarios:
Publicar un comentario