Adriano Miguel Tejada
Un amigo suele decir que parece que los dominicanos somos masoquistas: nos encanta que se digan cosas malas de nosotros, que somos los más corruptos, los peor calificados en cualquier renglón y una larga retahíla de diatribas.
Pero a muy pocos se les escucha alabar la calidad de lo nuestro con excepción de las playas y los peloteros de grandes ligas, porque ni la liga de invierno nos gusta.
Es cierto que muchas de las carencias de que nos acusa son verdaderas, pero al asimilar el golpe a nadie se le ocurre ponerse a analizar ¿qué parte de la culpa me toca a mí como ciudadano de que las cosas estén como las describen esos reportes e informes? ¿Qué he hecho para contribuir a remediar algunos de esos males? ¿He señalado al corrupto? ¿He denunciado lo mal hecho? O visto desde otro punto de vista, ¿contribuyo o no a violar las leyes, al caos del tránsito, a la intolerancia, a que se perpetúen prácticas abominables de los poderes públicos?
Es decir, una nación no se construye solamente por la obra de estadistas y napoleones. La verdadera construcción de una nación ocurre en el corazón de cada uno y en su manifestación visible: el comportamiento individual y colectivo.
Muchos dirán que no vale la pena la denuncia, pero la conducta siempre ayuda a cambiar las cosas. Vamos a involucrarnos en la educación no solo de nuestros hijos, sino en la de hacer mejores ciudadanos. Respetemos las leyes, las filas, el derecho de los demás. Seamos tolerantes pero firmes en demandar el respeto de nuestros derechos, pues a este país no lo hará grande la obra de los políticos que se prestan a todo, sino la de los ciudadanos conscientes y responsables. ¡Vamo’ arriba!
atejada@diariolibre.com
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