10 de octubre de 2016 - 12:09 am
Si empujados por una incontrolable necesidad de verificar aquello que sospechamos, rebuscásemos en oscuros depósitos palaciegos, comprobaríamos que allí duerme una cantidad colosal de estudios, investigaciones, recomendaciones, y planes de desarrollo. Descansan en paz junto a centenas de pactos y promesas incumplidas. Y si cualquier día de estos, un curioso cuantificador va y audita esos folios, quedaremos estupefactos con el resultado.
De haberse atendido un tercio de esas propuestas, acumuladas por décadas gobierno tras gobierno, habríamos podido pisar los talones a Chile o a Costa Rica, quitándonos el atraso de encima. Cierto, algunas fueron implementadas: ha mejorado la administración pública y no pocas instituciones estatales; sería mezquino negarle al PLD el mérito de haber llevado a cabo muchas de esas transformaciones institucionales. Que luego se los pasaran por el Arco del Triunfo, es otra cosa.
Sucede, que el sector público sufre de una perenne incapacidad para ceñirse a reglamentos y ejecutar proyectos que no les sean de conveniencia inmediata. Coyunturas políticas, intereses grupales y turbios negocios bastan para brincarse cualquier ley, interrumpir cualquier plan, o pervertirlo. Es una enfermedad palaciega de carácter crónico y degenerativo.
Tozudamente, desprecian consultorías y expertos, incluidos a quienes ellos mismos convocan. Casi siempre, al terminar el espectáculo mediático del rimbombante anuncio de nuevas políticas y proyectos, comienzan a violentarlos. Retornan de inmediato a sus viejas fórmulas: “Olvídate de eso, yo te lo resuelvo”; “deja eso por ahí hasta nuevo aviso…” ¡Cuánto tiempo perdido! ¡Cuántas recomendaciones ignoradas!
Este lamento, eterno quejido, resurgió escuchando el documento de evaluación y recomendaciones elaborado por EDUCA sobre el progreso educativo en la República Dominicana, y la aplicación del 4%. Desglosado con claridad, sin entonaciones ni acusaciones, por el Director Ejecutivo de la entidad, Sr. Enrique Darwin Caraballo. Es un documento de impecable objetividad, a tomarse en cuenta con urgencia, antes de que termine pisoteado por el clientelismo y la improvisación como ha sucedido con propuestas similares.
Entidades como EDUCA estudian, concluyen y recomiendan. No obstante, debemos suponer – asimilando el desgobierno histórico – que el poder seguirá desoyendo consejos. Se les puede aparecer San Miguel Arcángel en un consejo de gobierno amenazando con su espada (“Oh Glorioso Príncipe de la Hueste Celestial, San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla y en el terrible combate que estamos librando contra los principados y potestades del aire, contra los dominadores de este mundo tenebroso…”) y nada cambiarían.
Esa constante, de saber lo que se tiene que hacer y no hacerlo – afirmando que se hace – es causa y síntoma del atraso dominicano. Sencillo: quien no sigue las instrucciones del manual, un consejo médico, o el acomodo de un contable, terminará sin usar el artefacto, en peor salud, y arruinado. En años más o años menos, nos daremos cuenta de la imposibilidad de manejar el Estado siguiendo caprichos circunstanciales ideados por egos y organizaciones ávidas de riquezas y perpetuidad.
Es peligrosa la pasividad de esta sociedad ante el desparpajo del gobierno, al que le hemos permitido hacer y deshacer como le venga en gana. Espantosa complicidad de pobres y ricos, que al parecer comienza a disminuir con una participación cada vez más enérgica de organizaciones ciudadanas.
Solamente presionando sin cesar, sin retirada, se podrá Impedir que continúen archivando nuestro futuro. De no ser así, los políticos seguirán guiados por el autismo de sus corruptelas.
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