El gobierno de Corea del Norte es una real y permanente amenaza a la paz mundial, incluso para aliados como China, y sus repetidos ensayos nucleares reconfirman su condición de octava potencia nuclear. El gobierno de Pyongyang es la más antigua tiranía existente, de origen anterior incluso a la de Castro en Cuba. Pero es sobre todo la nación menos desarrollada y con más alto nivel de pobreza de toda esa zona asiática. La población norcoreana alcanza los 23 millones de personas, alimentadas en parte por la ayuda humanitaria proveniente del exterior, incluso de su vecino y archienemigo pro-occidental Corea del Sur, donde rige una democracia. Su actual mandatario es Kim Jong-il, quien heredó el poder más que monárquico de su padre Kim Il Sung, un tenebroso personaje nacido en Siberia.
Entre las dos Corea ha habido negociación para bajar las tensiones fronterizas desde el año 2000. Pero los ensayos nucleares alejan toda posibilidad de entendimiento y crea tensiones aún mayores debido a los temores de naciones como Japón, que ven una amenaza real en la agresiva política norcoreana. Si la ayuda humanitaria dejara de fluir habría allí una hambruna terrible. Ese es un ejemplo típico de gobiernos tiránicos y militaristas, que dedican fabulosos recursos a la guerra y a la represión interna en detrimento del bienestar de la población.
Algo similar ocurre en Cuba, donde las remesas procedentes del exterior, de “gusanos” en la terminología castrista, constituyen una de las principales fuentes de sostenimiento de la economía del país antillano. La mayor parte de esos recursos proviene de cubanos residentes en Estados Unidos, país con el cual el régimen de la isla ha ido aumentando sus relaciones comerciales a despecho del pretendido bloqueo económico auspiciado por Washington. Dos casos de regímenes que rechazan la vía democrática, pero se benefician de su práctica por otros países.
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