Jesús de Galíndez, publicó en la revista “Bohemia” de La Habana, el 20 de julio de 1952, que Ramfis Trujillo era hijo ilegítimo de dictador dominicano. Lo hizo 4 años antes de escribir su tesis sobre los 25 años de la dictadura de Trujillo, con la cual optó por un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Columbia, Nueva York. La tesis llamada “La Era de Trujillo”, es un legajo impecable de observaciones cuidadosamente sustentadas en datos y registros gubernamentales de aquel período. Llama la atención el estilo, el uso del lenguaje, la formalidad académica y el instrumental crítico del autor. Sólo cometió un desliz. No pudo contener el “alegato infame”, digamos, la alusión innecesaria, que políticamente no agregó nada al planteamiento cuestionador del régimen. Se trató de presentar, en un breve párrafo, la información de que Ramfis, el hijo mayor y más querido de Trujillo, era un hijo ilegítimo, o sea, fuera del matrimonio, ya que Ramfis había nacido, cuando aún Trujillo no se había casado legalmente con doña María Martínez y estaba casado con otra dama dominicana. En pleno siglo 21, esta afirmación podría carecer de importancia social o humana, pero en aquel tiempo, constituía una afrenta, violentaba los códigos éticos, religiosos y jurídicos de la familia. Galíndez, que ya había señalado esta condición del hijo de Trujillo, asimilado a una categoría bastarda, insistió en machacarlo, de manera temeraria, con dejos de perversidad.
La información era fiambre, pero él la reiteraba en su tesis, que aún no había sido publicada, pero que luego se difundiría masivamente. No fue Trujillo sino Ramfis, quien leyó en la revista cubana “Bohemia”, años antes, el artículo de Galíndez sobre su ilegitimidad, y fue Ramfis quien le pidió, airado, explicaciones a su padre en relación con esa alusión, ya que desconocía la misma. Trujillo de inmediato reaccionó herido y dispuso una operación homicida para vengarse de Galíndez, a quien tildaba de ingrato y bandido, luego de haber disfrutado del hospedaje brindado a los exilados republicanos españoles, y de la ayuda que prestó a Galíndez, quien laboró en el Ministerio de Trabajo y en la Cancillería, y que además, fue profesor particular de Ramfis, precisamente. Trujillo reaccionaba con emociones primarias, cuando se trataba de asuntos familiares, muchos de sus crímenes no revistieron la necesaria urgencia política, sino el demandante desquite de su orgullo herido. Trujillo ordenó que se contactara a Almoina, exilado español, quien se encontraba fuera del país y quien en un juego mortal, publicó una obra sobre Trujillo, con un seudónimo en Guatemala, lleno de alusiones despectivas y chismes, que trascendían el marco puramente político. Almoina, quien pensó burlar a Trujillo usando el seudónimo de “Gregorio Bustamante”, publicó de inmediato otra obra, “Yo fui secretario de Trujillo” (1950), lleno de alabanzas, intentando burlar al tirano. Trujillo le propuso a Almoina, al enterarse de la tesis de Galindez que refutara dicho escrito. Era una especie de “oportunidad” que Trujillo ofrecía a Almoina, para borrar su deuda del libro anónimo que había escrito. Almoina flaqueó y reculó, bajo inverosímiles pretextos, frustrándose el ajuste de cuentas narrativo con Galíndez, y quedando, Almoina, en definitiva desgracia con Trujillo. Todo esto sucedió meses antes del secuestro de Galíndez el 12 de marzo de 1956. No sabemos si Almoina llegó a conversar con Galindez sobre la proposición de Trujillo (Galíndez y Almoina tenían viejas animosidades desde Ciudad Trujillo), pero sin embargo, y de manera curiosa y hasta cierto punto desalmada, Galíndez, en su tesis, identifica a Almoina como el autor del libro, “Una satrapía en el Caribe”, una especie de libelo, publicado en Guatemala en 1949, señalando que “Gregorio Bustamante” era José Almoina. ¿Por qué Galíndez hizo eso? Aunque Trujillo lo sabía, al Galíndez hacerlo público, certificaba la decisión de eliminación de Almoina a corto plazo. ¿Estaría Galíndez vengándose de la travesura de Almoina, en la Cancillería Dominicana años atrás, cuando hizo, con malas artes, que una novia de Galíndez no pasara un examen de ingreso a la institución?
Galíndez, no entendió que a Trujillo no se le podía herir familiarmente, aunque fuera un asesino básicamente político, reaccionaba a flor de piel, cualquier alusión a sus seres queridos. Galíndez volvió a incurrir en el mismo yerro, de lo del “hijo ilegítimo”, cuando en su formidable obra, “La Era de Trujillo”, insertó, traído por los cabellos, la bastardía de Ramfis, que ya había publicado en la revista “Bohemia”. No fue Ramfis, quien se enteró de la alusión en la tesis, sino Minerva Bernardino, infausta embajadora de Trujillo en la ONU, quien obtuvo una copia de dicha tesis y subrayó el párrafo de marras. Los embajadores de Trujillo en su mayoría, estaban obligados a reportar informaciones sobre los enemigos del régimen en el extranjero, además Galíndez había distribuido copias de su tesis entre algunos amigos, uno de ellos resultó ser más amigo de la embajadora Bernardino, que de él.
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