En nuestro medio literario prevalece el amiguismo a todos los niveles
EL DISTANCIAMIENTO ENTRE LOS ESCRITORES LOCALES Y SUS COLEGAS EMIGRANTES, TIENE IMPLICACIONES QUE SUPERAN LA CREENCIA POPULAR
Franklin Gutiérrez habla sin remilgos y sin miedo. Está seguro de que el tema de las dictaduras es inagotable, que personajes como Trujillo siguen siendo materia prima para ensayistas, historiadores y narradores. Esto, a propósito de su libro Las Tumbas de los Trujillo, que ha sorprendido por la novedad, por el ángulo del tópico y las historias oscuras de una familia que detentó un poder omnímodo y destruyó la conciencia nacional en una época de muerte y persecución, hace décadas superada.
Tiene la firme convicción de que los escritores dominicanos no deberíamos dividirnos entre los que viven en el exterior y los que viven en el país, a propósito del término “de la diáspora”, que tantas ronchas causa en la epidermis de nuestros autores, que por una razón u otra, viven fuera del país.
“En República Dominicana se cree que los nacionales residentes en los Estados Unidos, Europa, Asia, Latinoamérica, o el Caribe, viven en la diáspora, como si “diáspora” fuera sinónimo de escenarios geográficos foráneos.
El distanciamiento entre los escritores locales y sus colegas emigrantes, tiene implicaciones que superan la creencia popular. A partir de la Guerra de Abril de 1965 los dominicanos comenzaron a salir masivamente de la isla y los escritores o intelectuales que lo hicieron durante el gobierno de Joaquín Balaguer comprendido entre 1966-1978 eran considerados, por sus compañeros de oficio o del partido político que militaban, como traidores de sus principios revolucionarios y de la Patria
Tiene opiniones fuertes, y lo demuestra al hablar de la crítica literaria:
“En nuestro medio literario prevalece el amiguismo a todos los niveles. Y así no vale. Quiérase o no, el crítico, cuando asume su rol como tal, juega un papel valioso. A eso debemos también sumar el hecho de que los medios de comunicación no ofrecen espacio para la difusión de la literatura ni tampoco tienen reporteros especializados en literatura y cultura para cubrir eventos de esa naturaleza”, dice.
Pone una vez más un dedo en la llaga al decir que nuestra realidad es un tanto más compleja en términos del crecimiento editorial y del desarrollo del escritor criollo. Plantea que carecemos de un sistema editorial profesional, de un mercado de lectores con quien el creador pueda contar.
“No creamos que todos los novelistas prestigiosos de otros países los son por sí mismos. Las grandes editoriales tienen personal especializado para lograr que sus ofertas literarias lleguen al consumidor con un nivel de calidad respetable. Hay escritores que quedan estupefactos cuando una editora de renombre le retorna una obra suya para que la rehagan o eliminen la mitad de lo escrito. A nosotros nos faltan ambas cosas: las editoriales reales y el personal profesional que garantice la calidad el producto final de nuestros creadores de largo aliento”.
En este intercambio Franklin Gutiérrez se expresa, sin desearlo provoca y provocando muestra la maestría de un intelectual de bajo perfil que tiene algo que decir y lo dice.
A continuación La Entrevista:
¿Un poema como Helen, 1986, marca lo que significa el abandono de lo nuestro, lo dominicano, por el progreso dominicano en Nueva York, el desquite por el abandono o es un canto a la nostalgia de un dominicano?
FG: Helen no marca el abandono por lo nuestro, tampoco es un canto de nostalgia. Es más bien una reflexión o cuestionamiento a la actitud del emigrante, llámese Helena, Pedro, José o Iluminada que piensa, por un lado, que el traslado físico de un individuo a un país que él considera superior al suyo, es sinónimo de superación personal. Y, por el otro, el conflicto de identidad que provoca la emigración en muchas personas. Las escritoras puertorriqueñas Ana Lidya Vega y Esmeralda Santiago tienen dos textos brillantes en ese sentido: “Pollito Chicken” (1982) y Cuando yo era puertorriqueña (1994), respectivamente, que caminan la misma ruta de Helen.
¿Por qué indagar sobre Trujillo en un mundo cada vez más alejado de su propia historia, sigue siendo el nombre de este dictador sólido para las ventas de libros?
FG: Es difícil agotar el tema de los dictadores. Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Francisco Franco, Augusto Pinochet, Rafael L. Trujillo, etc. siguen siendo materia prima para historiadores, ensayistas y narradores. Por más que se escriba de sobre ellos, siempre habrá nudos por desatar. En el caso de Trujillo, no creo que los dominicanos estén muy distantes de las secuelas de su dictadura. Además, dudo que quien haya escrito sobre él lo haya hecho simplemente para vender libros. Sobra decir que en nuestro país los libros se venden poco y ningún escritor local puede darse el lujo de sentarse en el patio de su casa a esperar que le lleguen los beneficios de sus libros, el hambre lo mataría. Pienso que el tema que he tratado (las tumbas de los Trujillo) era uno de esos nudos por desatar de la dictadura.
¿Es usted un escritor dominicano de la diáspora, un escritor dominicano o simplemente un escritor?
FG: Si los escritores no tuviéramos nacionalidad, sería simplemente un escritor; pero como no es así, entonces, soy un escritor dominicano. Aunque, honestamente hablando, los escritores no deberían tener nacionalidades.
¿Qué sugieren a su capacidad creativa o de asimilación de nuestro quehacer literario estos nombres: Juan Bosch, Peña Batlle, Pedro Henríquez Ureña, Salomé Ureña, Rita Indiana y Junot Díaz?
FG: Juan Bosch: cuentista formidable, maestro de la narrativa breve; Peña Batlle: firme en su planteamiento, pero pocas veces certero; Pedro Henríquez Ureña: sapiencia, luz, visión futurista; Salomé Ureña: arrojo, tejedora de caminos. Rita Indiana y Junot Díaz: esperemos que maduren más y completen su obra, como los anteriores, para evaluarlos.
En algunos escenarios se entiende que existe una dispersión entre los escritores dominicanos que viven en el exterior y los escritores dominicanos que viven en el país, ¿hasta qué punto es cierta esta aseveración?
FG: Los escritores dominicanos no deberíamos dividirnos, ni ser divididos, entre los residentes en la isla y los que viven en el extranjero porque, en esencia, somos escritores dominicanos donde quiera que estemos y debemos mantener esa condición por encima de cualquier mezquindad que la amenace. Vernos y actuar como una unidad indisoluble sería útil para ambas partes, dado que el intercambio de conocimientos y pareceres es siempre saludable. Pero no ocurre así. En República Dominicana se cree que los nacionales residentes en los Estados Unidos, Europa, Asia, Latinoamérica, o el Caribe, viven en la diáspora, como si “diáspora” fuera sinónimo de escenarios geográficos foráneos.
El distanciamiento entre los escritores locales y sus colegas emigrantes, tiene implicaciones que superan la creencia popular. A partir de la Guerra de Abril de 1965 los dominicanos comenzaron a salir masivamente de la isla y los escritores o intelectuales que lo hicieron durante el gobierno de Joaquín Balaguer comprendido entre 1966-1978 eran considerados, por sus compañeros de oficio o del partido político que militaban, como traidores de sus principios revolucionarios y de la Patria. Eran, en el sentido más despectivo del término: parias. Y esa percepción no ha cambiado mucho todavía. Aunque en esa disputa los escritores emigrantes han cargado con la peor parte, distanciar a unos de los otros, es una necedad. Debo señalar que José Rafael Lantigua, tanto desde su suplemento literario Biblioteca como desde su posición de Ministro de Cultura, ha sido quien más atención y apoyo les da dado a los escritores dominicanos residentes en el exterior.
Siempre hemos considerado a República Dominicana un país de poetas y de cuentistas y hay quienes dicen que los cultores de la novelística, quienes se dedican al ejercicio de la creación de la novela adolecen de muchas deficiencias técnicas, propias del oficio, de fondo, forma, ¿algún día tendremos la novela ideal en el país, qué nos puede sugerir en ese sentido?
FG: Ese modo de apreciar nuestra literatura, navegándola exclusivamente entre la poesía y el cuento, se ha convertido en un cliché. Me imagino que sí, que algún día tendremos la novelística que soñamos. Pero no carguemos toda la responsabilidad al escritor acusándolo de deficiente e incapaz. Nuestra realidad es un tanto más compleja: carecemos de un sistema editorial profesional, de un mercado de lectores con quien el creador pueda contar. No creamos que todos los novelistas prestigiosos de otros países los son por sí mismos. Las grandes editoriales tienen personal especializado para lograr que sus ofertas literarias lleguen al consumidor con un nivel de calidad respetable. Hay escritores que quedan estupefacto cuando una editora de renombre le retorna una obra suya para que la rehagan o eliminen la mitad de lo escrito. A nosotros nos faltan ambas cosas: las editoriales reales y el personal profesional que garantice la calidad el producto final de nuestros creadores de largo aliento.
Cuando nos remitimos a lo que se escribe en la actualidad, en eso que Juan Bosch llamó el tigre de la fauna literaria para referirse al cuento, ¿se está haciendo una narrativa de calidad en República Dominicana?
FG: Hay gente prometedora. Pienso en: Rita Indiana, Rey Andújar, José Acosta, Rubén Sánchez, Fernando Berroa, por señalar algunos nombres. Ojalá que la aceptación que están logrando tanto ellos como otras voces que han comenzado a mostrar talento en la República Dominicana le sirva de estímulo para mejorar cada día más sus textos. Ello así porque el mal de muchos jóvenes creadores es que cuando alguien los considera a la altura de las nubes, ellos piensan que están por encima del cielo.
¿Cómo mira Franklin Gutiérrez la presencia de los intelectuales en los grandes debates nacionales, hacen sus aportes o se mantienen indiferentes ante los eventos cruciales que atomizan la sociedad actual?
FG: Tenemos un alto porcentaje de intelectuales y de escritores cuyo sostenimiento estomacal está sujeto a un empleo gubernamental; consecuentemente, es ilusorio pensar que sus intervenciones en los debates nacionales quiebren el marco ideológico y el plan de acción de quien le provee los recursos económicos para su sobrevivencia. Más que indiferentes a la problemática social que deben combatir con su libre opinión, ellos se colocan una venda-coraza, para camuflar el alquiler de su consciencia. El resultado, no puede ser otro: cumplir cabalmente las demandas de su arrendador. Los que intentan alejarse de ese entorno, entran a la lista de los desafectos del sistema imperante.
¿Existe una crítica literaria en el país o simplemente debates, dimes y diretes más próximos al chisme y a la descalificación personal y si existe, quiénes son los críticos literarios nuestros?
FG: En el sentido propio de lo que debe ser la valoración de una obra literaria, nos faltan críticos y reseñistas ecuánimes. Aunque, siendo justo, la ecuanimidad es una virtud poco común en los emisores de juicios públicos, dado que cada individuo tiene una postura definida y un modo personal de sustentar sus planteamientos. Harold Bloom no es ecuánime, tampoco los es George Steiner, dos figuras importantes de la crítica literaria contemporánea. Pero el caso dominicano es bastante espinoso. Para nosotros la crítica literaria es un mecanismo de acercamiento al autor, no a la obra: se beneficia al amigo y su hunde o se ignora al enemigo. Si el crítico, reseñista o comentarista de libros no elogia al autor del texto objeto de estudio el enjuiciado tiende a descalificarlo como tal y, de paso, lo agrega a la lista de sus enemigos. Si ocurre lo contrario; es decir, si el comentarista se desata en elogios, el beneficiado lo sitúa entre los grandes críticos nacionales. En nuestro medio literario prevalece el amiguismo a todos los niveles. Y así no vale. Quiérase o no, el crítico, cuando asume su rol como tal, juega un papel valioso. A eso debemos también sumar el hecho de que los medios de comunicación no ofrecen espacio para la difusión de la literatura ni tampoco tienen reporteros especializados en literatura y cultura para cubrir eventos de esa naturaleza.
Hay quienes ven una ausencia profunda de apoyo a los autores dominicanos y aunque la situación no es la misma de hace veinte años y los accesos del escritor se han facilitado en cierto modo, ¿Qué cree que debe ocurrir para que los escritores, los artífices de la cultura en sentido general, sean protegidos y sustituyan una imagen vieja y corroída de parias en una sociedad que no consume libros?
FG: Necesitamos editoriales comprometidas con el escritor y el libro (no impresoras), agentes literarios, programas de incentivos de la lectura; leyes que fuercen a las instituciones educativas a implementar la lectura de autores nacionales, bibliotecas, muchas bibliotecas. Ya es tiempo de que el escritor dominicano deje de costear sus libros y almacenarlos en cajas que terminan comidas por las polillas, o vencidas por la humedad y el óxido.
Jean Price Mars es un nombre clave para la creación de una ideología que acusaba al dominicano de racista y a quien los historiadores dominicanos lejos de enmendarle la plana, han rendido culto, ¿cómo definir esa actitud? ¿La respalda?
FG: Cada pensador debe ser ubicado en su época y dentro de su contexto histórico. Posiblemente, de ser emitidos en esta segunda década del siglo XXI, los planteamientos de Price Mars con respecto a la República Dominicana no fueran tan radicales, porque las circunstancias históricas ahora no son las mismas. Es natural que él defendiera el origen africano de su pueblo con la agudeza que lo hizo. Esa es, desde su perspectiva, su contribución a la comprensión de la sociedad haitiana. Tal vez, en esa postura con vestimenta “nacionalista” radica el que muchos historiadores e intelectuales criollos lo admiren. Otros entienden, como señala tu pregunta, que Prince Mars es el exponente de una ideología que acusa al dominicano de racista. En ese sentido, Peña Batlle no actúa diferente a él, incluso a veces es más punzante. Son vientos de corrientes opuestas que han saltado la muralla-frontera física de ambas naciones para internarse en la ideológica. Mientras Price Mars sostiene que los dominicanos niegan su vínculo con Haití por considerarse superiores y blancos; Batlle promueve al pueblo haitiano como inútil, mísero, improductivo y perjudicial para la República Dominicana. Pero el conflicto dominico-haitiano no nace ni con Price Mars ni con Peña Batlle, sino desde el origen mismo de los dos pueblos cuando Francia y España jugaban dados con La Española para ver quien sacaba la mejor tajada del fraccionamiento territorial de la isla. A eso debemos sumarle los 22 años de ocupación haitiana a la Republica Dominicana y, posteriormente, en anti haitianismo del dictador Rafael Leonidas Trujillo.
Muchos consideran que el mundo de hoy es más abierto a la visión que se tenía hace décadas sobre las nociones de patriotismo y nacionalismo, es tan importante ser seguidor de Duarte en estos tiempos?
FG: Siempre será importante seguir los ideales de Duarte, porque en ellos hay nobleza y buena intención. Pero el programa duartiano ha sido lanzado a la cesta de la basura. En la mentalidad de Duarte no existían los corruptos ni los arribistas ni los extorsionistas. Tampoco cabían los hambrientos de enriquecimiento ilícito, los políticos vende patria ni los periodistas mercaderes. Y alimañas de esa y otras cataduras peores, hoy nos sobran.
Tuvimos a una Salomé Ureña, también a una Aida Cartagena Portalatín e incluso, en la narrativa a una Hilma Contreras, mujeres de una formación humanística reconocida, ¿cree que las jóvenes poetas y las jóvenes narradoras tienen posibilidad de ocupar parte del espacio que legaron esas creadoras?
FG: Cualquier predicción al respecto, es arriesgada, porque a las jóvenes que están escribiendo en este momento les falta un largo trecho por recorrer. Obviamente, como expone el Mateo bíblico: “muchas son las llamadas y pocas las escogidas”. Generalmente cada medio siglo deja tres o cuatros voces femenina ponderables a la literatura en un país. Al resto, para decirlo al modo de Margaret Mitchell, es parte de lo que el viento se llevó. Cuando hablamos de escritoras dominicanas destacadas solemos apoyarnos en Salomé Ureña, en Aída Cartagena y en Hilma Contreras, pero olvidamos decenas de contemporáneas suyas que el olvido y la indiferencia de los estudiosos de la literatura han ido sepultando. Anoto algunos nombres: Amelia Francasci, Virginia Elena Ortea, Melba Marrero de Munné, Virginia de Peña de Bordas, Delia Weber, Carmen Lara Fernández, Abigaíl Mejía.
¿Sigue siendo República Dominicana un país de poetas y cuentistas, o la novela rompió esos esquemas?
FG: Ni una cosa ni la otra. La República Dominicana sigue siendo un país donde se publican muchas obras en todos los géneros. Tal vez lo más saludable sería reducir la cantidad de publicaciones y aumentar la calidad de la escritura.
¿Qué cree que falta en República Dominicana para que el escritor y la escritora real, quien trabaja en un ejercicio sincero, cuente con las herramientas que faciliten su ejercicio, tomando en cuenta un mercado editorial prácticamente complejo cuando no inexistente?
FG: Mejorar nacional e internacionalmente la difusión de nuestra producción y crear programas funcionales de incentivo a la lectura. Eso estimularía a los escritores. Pero estamos forzados a librar la batalla en nuestro propio terreno, porque el mercado internacional y las grandes editoriales son casi impenetrables. Pongamos el caso de España, los emporios editoriales solamente reciben manuscritos a través de las agencias literarias y cuando el escritor acude a las agencias literarias éstas responden que no aceptan autores no establecidos. Entonces, ¿qué no queda?: librar nuestra propia lucha.
¿Qué opina del desdén que se muestra desde muchos ámbitos hacia los autores dominicanos y las preferencias de autores del exterior sobre nuestros escritores, es cierto que esto se debe a que tienen una mayor calidad o que se trata de una realidad impuesta por las propias deficiencias sistémicas del país?
FG: No es un fenómeno nuevo ni exclusivo del libro. La preferencia por lo extranjero nos persigue por todas partes: en la moda, en la tecnología, en los medios de transporte. Somos expertos reproductores de hábitos y costumbres foráneas. En la República Dominicana se celebra Thanksgiving, Halloween, Black Friday como si fueran fiestas y costumbres nuestras, y los jóvenes escasamente escuchan música en español. Por ende, no ha de extrañarnos que los escasos lectores que tenemos prefieran a los escritores extranjeros por encima de los locales. No es un asunto de mayor o menor calidad, sino de una transculturación que nos arropa sin que muchos nos percatemos de ello.
¿Qué escritor o escritora dominicana lo representa y por qué?
FG: No sé si me representan a cabalidad, pero hay dos por los que alzaría mi voz ante quienes pretendan minimizarlos: Pedro Henríquez Ureña, por la pluralidad de su pensamiento. Manuel de Cabral, por la multiplicidad de voces que concurren en su discurso poético.
¿Existen las fronteras en este mundo globalizado?
FG: Por supuesto, las fronteras están en todas partes. Claro, no las físicas o territoriales, sino las invisibles, las creadas por fuerzas perniciosas (potencias, imperios, corporaciones) para aplastar lentamente a sus oprimidos.
¿Cómo repensar una República Dominicana en la coyuntura actual y desde la perspectiva de la cultura?
FG: No solo desde la perspectiva cultural, la deficiencia cultural es tal vez un mal menor ante el caos general que nos arropa. La República Dominicana hay que repensarla en muchos órdenes: el institucional, el moral, el social, el individual. Actualmente nuestro país funciona como una parcela donde los políticos y un buen porcentaje de la población trazan las pautas de todo el accionar nacional, generando con ello una descomposición social insostenible.
¿Qué opina de la situación actual de los escritores dominicanos? ¿Quién es escritor, el que escribe o el que publica?
FG: Tenemos escritores para competir con otros mercados. Faltan quienes nos sitúen en esos espacios. Ni publicar ni escribir define a nadie como escritor. Las impresoras convierten el libro todo material que llegas a ellas con tal propósito. También hay quienes invierten tres cuarta parte de su vida escribiendo y no producen dos líneas salvables. Antes que escribir y publicar, quien aspire a ser escritor debe capacitarse, sea en la academia o mediante la lectura, para que sus frutos sean digeribles.
Biografía
Nació en Santiago de los Caballeros, República Dominicana, el 25 de enero de 1951. Ensayista, investigador literario, narrador, poeta y educador. Se licenció en Educación y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en 1975. Tiene una maestría y un doctorado en Literatura Hispanoamericana y Caribeña, ambos de The City University of New York. Sus investigaciones literarias, ensayos críticos, cuentos y poemas han aparecido en enciclopedias, suplementos, revistas y antologías literarias dominicanas y extranjeras. Es profesor de Lengua Española y Literatura Latinoamericana en The City University of New York (recinto York College) desde 1988. En el año 2000 su libro Enriquillo: radiografía de un héroe galvaniano obtuvo el Premio Nacional de Ensayo otorgado por la Secretaría de Estado de Educación y Cultura de República Dominicana. Sus aportes a la cultura y la literatura dominicana fueron reconocidos, en el 2005, con el más alto honor que concede el gobierno dominicano a los ciudadanos notables del país: la orden de los padres de la patria: Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de Comendador. Posteriormente recibió el premio Personalidad Cultural Dominicana 2008, otorgado por la Secretaría de Estado de Cultura de República Dominicana. Es coautor de las obras Enciclopedia Ilustrada de República Dominicana y Enciclopedia del Español en los Estados Unidos. Su poema "Helen" fue incluido recientemente (2010) en The Norton Anthology of Latino Literature. En el 2009 una calle de la Plaza de la Cultura, en Santo Domingo, fue bautizada con su nombre y, en el 2011, el Ministerio de Cultura de la República Dominicana junto al Comisionado Dominicano de Cultura en los Estados Unidos, le dedicaron la V Feria del Libro Dominicano en Nueva York.
BIBLIOGRAFIA ACTIVA
Poesía. Canto a mi pueblo sufrido. Santo Domingo Editora Arte y Cine, 1973. Hojas de octubre. Santo Domingo: Impresora Olga, 1982. Niveles del imán. (Selection of Dominican poets in New York). New York: Ediciones Alcance, 1983. Inriri. Santo Domingo: Editorial Gente, 1984. Helen. Santo Domingo: Ediciones de la Biblioteca Nacional, 1984.
Cuento. Seis historias casi falsas, New York: Editorial Mambrú, 1993.
Novela. El canal de la delicia. New York: Ediciones Alcance, 2009.
Ensayo. Los areítos en la Cultura taína. New York: Ediciones Alcance, 1985. | Reflexiones acerca de la literatura latinoamericana. New York: Editorial Mambrú, 1987. Aproximaciones a la narrativa de Juan Bosch. New York: Editorial Mambrú, 1989. Enriquillo: radiografía de un héroe galvaniano. Santo Domingo: Editora Búho, 1999. Literatura dominicana en los Estados Unidos. Santo Domingo: Editora Búho, 2001. [En colaboración con Daisy Cocco De Filippis]. |Palabras de ida y vuelta. New York: Ediciones Calíope, 2002.Diasporando. Santo Domingo: Editora Nacional, 2011. | De Cementerios, Varones y Tumbas. Santo Domingo: Editora Nacional, 2012. Las tumbas de los Trujillo. Santo Domingo: Editora Búho, 2016.
Diccionario. Evas terrenales: biobibliogtrafías de 150 autoras dominicanas. Santo Domingo: Ferilibro, 2000. 33 historiadores dominicanos. Santo Domingo: Librería La Trinitaria, 2002. Diccionario de la literatura dominicana. Santo Domingo: Editora Búho, 2004.
Antología. Niveles del imán. New York: Ediciones Alcance, 1983. Historias de Washington Heights y otros rincones del mundo/Stories from Washington Heights and other Corners of the World. New York: Latino Press, 1994. [En colaboración con Daisy Cocco De Filippis]. Antología histórica de la poesía dominicana del siglo XX. New York: ediciones Alcance, 1995, 446.
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