TASKENT, Uzbekistán.- En medio del mayor de los secretos murió ayer Islam Karimov, el implacable presidente de la ex república soviética de Uzbekistán, en Asia Central, donde gobernó con mano de hierro durante 27 años, cuando aún flameaba la bandera comunista de la hoz y el martillo.
Fue el primer ministro turco, Binali Yildirim, y no funcionarios del gobierno ni medios locales, quien dio la primicia sobre el deceso, a los 78 años, del dictador Karimov, a consecuencia de un derrame cerebral. El gobierno se había limitado a señalar durante horas que el líder eterno se encontraba hospitalizado en condiciones "críticas".
Karimov gobernó el país primero como secretario del Partido Comunista de Uzbekistán, cargo al que accedió en 1989, y luego como presidente de LA NACION, reelegido sistemáticamente desde 1990 con porcentajes cercanos al 90% de los votos, en un sistema electoral y de gobierno que combinaba fraude con represión.
"Dios lo tenga en su gloria. Como república de Turquía, compartimos el dolor del pueblo uzbeko", dijo Yildirim, cuyo país está muy vinculado culturalmente a Uzbekistán. La mayoría de los 32 millones de ciudadanos uzbekos son de origen turco.
También el presidente ruso, Vladimir Putin, expresó sus condolencias y destacó el aporte del fallecido líder a las relaciones bilaterales.
Otras voces fueron menos elogiosas que las del líder ruso y el primer ministro turco. Karimov hizo de la lucha contra el integrismo islámico su bandera, y con esa gesta como coartada sacrificó los derechos humanos más elementales de su pueblo. Todo tipo de oposición era aniquilada gracias a un eficiente servicio secreto, diseñado al estilo de la KGB soviética.
Human Rights Watch (HRW) señaló que Karimov "deja un legado de represión política y religiosa", y que "su muerte representa una oportunidad para que los gobiernos afectados hagan presión por derechos humanos concretos y reformas democráticas".
"Durante los más de 26 años que Karimov gobernó en Uzbekistán fueron detenidas miles de personas por motivos políticos, se torturó rutinariamente a los detenidos y se obligó a los millones de ciudadanos, niños incluidos, a cosechar algodón en condiciones abusivas", agregó HRW sobre el hombre que creó el régimen más despiadado de la región. Amnistía Internacional sumó sus críticas al legado de represión y brutalidad que dejaron las casi tres décadas de un gobierno a prueba de críticas.
El gran interrogante es saber qué pasará en la nueva era sin Karimov. Como la sucesión presidencial no está regulada en Uzbekistán -el autócrata jamás pensó dejar el cargo-, se teme que se desate una lucha por el poder. El tema es crucial para Rusia y para el resto de la zona: todos los países vecinos tienen interés en que LA NACION más poblada de Asia Central permanezca estable políticamente.
Los analistas estiman que el temor a la inestabilidad fue el que estuvo detrás de la falta de noticias y de certezas con respecto al estado de salud del dictador, que permanecía internado en Taskent desde el sábado pasado. Tras la primicia sobre su muerte que lanzó el gobierno turco, se desató una ola de afirmaciones y desmentidas que alcanzó su clímax en las primeras horas de ayer, cuando la confirmación oficial de su muerte fue anunciada por la agencia rusa Interfax, noticia luego retirada y anulada del servicio.
En esa lucha de poder arranca con ventaja el primer ministro uzbeko, Shavkat Mirsiyaiev, a cargo de dirigir el funeral en la milenaria Samarkanda, la ciudad natal del dictador. También está en carrera el jefe de los servicios secretos, Rustam Inoiatov. Los dos son prorrusos. Otro candidato es el viceprimer ministro, Rustam Azimov, que estudió en Oxford y se afirma que tiene conexiones con Occidente.
La agencia digital Fergana.news difundió un video en el que se ve a mucha gente congregada en una calle de Samarkanda para ver pasar un cortejo oficial que presuntamente llevaba el coche fúnebre con los restos del dictador. El gobierno declaró tres días de duelo nacional. Habituados a su eterna presencia, algunos quizás sí lo extrañen.
El país, marcado por la represión
Karimov edificó un férreo sistema autoritario
Reliquia soviética
Bajo la órbita de Moscú desde el siglo XIX, Uzbekistán se independizó en 1991, con la caída de la URSS
Dictadura
Karimov manejó desde entonces los hilos del país mediante un fuerte sistema represivo
Sucesión
Las leyes uzbekas no prevén ningún sistema formal de sucesión, lo que hace temer una lucha de poder
Agencias EFE, ANSA y DPA
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