Por Huchi Lora
31 mayo, 2013
En este Día de la Libertad, produce una sentida satisfacción recibir la oportunidad de agradecer, como dominicanos, el heroísmo de los que, hace 52 años, en este mismo lugar, nos dieron la libertad al poner punto final a la larga y criminal dictadura que apagó todos los derechos de los ciudadanos de este país.
Queremos además expresar nuestra inmensa gratitud a la Fundación Héroes del 30 de Mayo, que ha dado su respaldo público a la película El Teniente Amado, la cual les mostramos en exhibición privada a los miembros de esta honorable entidad, todos familiares de los héroes de la libertad.
Hoy debemos destacar también la presencia de las Fuerzas Armadas en la persona del ministro, almirante Sigfrido Pared Pérez, y en la participación de todos los militares que han venido a rendir justos honores a su ejemplar compañero, el primer teniente Amado García Guerrero.
Si alguien se ha preguntado por qué hemos hecho una película con el teniente Amado García Guerrero como el personaje central, cuando hubo tantos héroes, y él ni siquiera fue uno de los líderes de la conspiración ni del ajusticiamiento, con mucho gusto les explicaremos el por qué de esa decisión.
Antonio de la Maza, Salvador Estrella Sahdalá y Juan Tomás Díaz, fueron los motores de la conspiración para interrumpir el largo apagón de libertades que sufrió el pueblo dominicano. Antonio Imbert Barrera, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda, Roberto Pastoriza, Luis Amiama Tió, Mario de la Maza, Ernesto de la Maza, Bolívar de la Maza, Pablo de la Maza, Luis Manuel Tunti- Cáceres Michel, Miguel Ángel Báez Díaz, Antonio García Vásquez, Bienvenido García Michel y Ángel Severo Cabral, conscientes de que arriesgaban sus vidas, conspiraron también para devolver la libertad al pueblo dominicano.
Pero el teniente García Guerrero tiene varias particularidades que nos llamaron la atención para resumir en él esta gesta heroica que hoy conmemoramos y agradecemos.
El teniente Amado era el único militar activo entre los conjurados. Antonio de la Maza, Juan Tomás Díaz y Pedro Livio Cedeño eran militares en retiro, pero sus fotografías estaban en el célebre cartel Los que mataron al Jefe. La imagen del teniente García Guerrero fue omitida para que la población no percibiera que había militares activos entre los participantes de la gesta libertaria.
El teniente Amado vio su vida rodeada de circunstancias extremadamente dramáticas, que le afectaron de manera personal, pero también pudo ver, a través de muchos casos que conoció, la forma en que una dictadura destruye los derechos, la dignidad y las personas.
El teniente Amado fue durante un tiempo el edecán militar del dictador, posición de la que pudo haberse aprovechado de manera personal, cosa que no hizo.
El régimen le obligó a interrumpir su noviazgo con la joven universitaria romanense Luisa Gil, con quien anhelaba contraer matrimonio, porque su hermano René Gil era desafecto al régimen, como se etiquetaba entonces la disensión.
En un macabro plan para comprometer a los oficiales jóvenes con la dictadura, el teniente Amado fue llevado a la cámara de torturas de La 40 y obligado a matar a un prisionero que había sido torturado, y luego le dijeron que el preso sacrificado era el hermano de su novia. Golpeado por esa tragedia personal, nunca cayó en la lógica del tigre cebado, que una vez que prueba carne humana sigue depredando a las personas, sino que encauzó su trauma tomando una decisión trascendental: Si el dictador lo convirtió en homicida, él iba a ser el homicida del dictador.
El teniente Amado, sin ser el líder de la conspiración, fue pieza clave, pues él dio las informaciones necesarias para montar la emboscada, y además, en la escena de la gesta heroica, si bien no hirió al dictador, fue el que puso fuera de combate al chofer, el capitán Zacarías de la Cruz, que hay que señalarlo: había frenado a los ajusticiadores vaciando dos ametralladoras.
A propósito de esto, hay una escena real que no quisimos incluir en la producción cinematográfica para evitar que la misma fuera catalogada como una película mala: Cuando el capitán De la Cruz vació la segunda ametralladora, después de herir al teniente Amado en un tobillo, pasó al asiento trasero del carro del dictador y tomó una Thompson. El teniente García Guerrero, con una carabina M-1, le dio un tiro en la frente
que no lo mató.
El capitán De la Cruz estaba uniformado y el disparo impactó en el escudo metálico del kepis. De la Cruz cayó hacia atrás, sin sentido y con la cara ensangrentada, pero el escudo se desplazó por su cabeza y le hizo un surco en el cuero cabelludo; una herida superficial, según nos explicó hace pocos años el entonces coronel médico doctor Abel González, quien atendió en el hospital militar al chofer herido. Haber incluido esta escena de la vida real, hubiera hecho inverosímil el argumento de la película, pues en este caso, la realidad superó a la ficción.
Finalmente la intención de seleccionar al teniente Amado como personaje protagónico de nuestra película, obedece a este trascendental significado: Aún entre los militares que participan en la peor dictadura, si hay hombres nobles, ellos pueden ser la semilla de la libertad.
Esto es lo que hace más especial esta conmemoración de hoy, con la presencia del ministro de las Fuerzas Armadas y de estos cadetes, militares jóvenes que forman parte de nuestros cuerpos armados dentro de un régimen democrático, porque hay que decirlo a toda voz: Nuestra democracia está llena de defectos que es preciso corregir, pero el pueblo dominicano vive hoy una etapa mucho más avanzada que la oscuridad ominosa de la dictadura, que la supresión de los derechos, que la voluntad de un individuo que se puso por encima de las reglas y las instituciones.
Esto nos lleva a una reflexión: La lucha de hoy no es armada. Para salvar la democracia, hay que avanzarla. La lucha es cívica. La lucha es de conciencia.
Los peligros de retroceso no están en fallidos e insignificantes candidatos que aspiran a continuar el carácter hereditario de aquel régimen de oprobio para ver qué más se llevan. Esos no tienen la menor oportunidad de seguir drenando las arcas nacionales. En realidad, la dictadura está viva en las prácticas autoritarias y caudillistas que hoy todavía se ejercen.
En esta lamentable realidad juega un papel importante la falta de sanción a los crímenes de la dictadura. En la sociedad dominicana ha hecho falta dilucidar el carácter criminal de la tiranía, como se ha hecho en otro países latinoamericanos como Argentina, Ecuador y ahora Brasil, donde una comisión de la verdad está actualmente ilustrando a la población con macabros pero necesarios testimonios de las mujeres que fueron horrendamente torturadas.
Nuestras nuevas generaciones no imaginan cómo es un dictador ni cómo se vive bajo una dictadura. Es preciso que lo sepan. Por eso, en El Teniente Amado, bajo la dirección de Félix Limardo, hemos recreado la ignominia en una película de acción orientada al gusto de la juventud. Pretendemos que nuestros jóvenes sientan el terror de un régimen dictatorial en el cine, como vacuna para que nunca lo permitan en la realidad.
Por eso verán y sentirán en El Teniente Amado el terror oficial y el culto a la personalidad de el benefactor de la patria, el padre de la patria nueva, el benefactor de la iglesia, el primer maestro de la República, el gran líder, el gran caudillo, el genio insustituible de la nación, el principal activo de la patria.
Tal vez muchos se pregunten si el culto a la personalidad se origina en la megalomanía de ciertos políticos, que cuando tienen el poder pasan con tanta facilidad de lo ridículo a lo trágico.
Quizás esa megalomanía patológica juegue un papel, pero en el fondo, el culto a la personalidad es una estrategia para colocarse por encima de las reglas, como mecanismo para perpetuarse en el poder, objetivo de todo dictador.
La democracia funciona con el ejercicio de la autoridad horizontal, que es la autoridad de las reglas, de la ley, de la Constitución, que nos hacen a todos iguales en nuestros deberes y en nuestros derechos.
Para vacunarnos contra el virus de la dictadura, los ciudadanos estamos en el deber de defender esos derechos, de ser exigentes con el ejercicio de aquellos a quienes les confiamos la administración del Estado, de pedir cuentas y desconfiar de aquellos dirigentes políticos que gustan de la adulación.
El primer síntoma del dictador en potencia es el afán de colocar su figura por encima de las reglas y las instituciones. Cuando compra una reforma constitucional para acomodar las reglas a sus ambiciones. Cuando reforma los estatutos de un partido para prevalecer sobre las normas. Cuando muestra un afán desmedido por controlar las instituciones.
El culto a la personalidad es la primera señal de peligro, pues a través de esta práctica pretenden los déspotas colocarse por encima de lo terrenal. Cuando la propaganda muestra a un gobernante por encima de lo humano, no hay duda: Estamos ante un dictador en ciernes.
Esa es la verdadera permanencia de una dictadura que perdió su condición de hereditaria, pero que por falta de sanción sigue contando con algunos seguidores que, si lo permitimos, reeditarán la más ominosa dictadura sufrida por el pueblo dominicano.
Dios y Trujillo, decía la blasfema frase acuñada con la intención de poner al dictador por encima de lo humano, y como a lo humano corresponden las leyes y la Constitución, éstos eran temas que no se podían discutir con aquel que estaba proyectado al lado del Creador.
Cada vez que vemos a un gobierno nacional donde todas las obras se le atribuyen al gobernante; cada vez que vemos un a un gobierno municipal donde el bacheo de una calle o el arreglo de una cuneta son acompañados de una foto del alcalde y una frase propagandística, estamos ante un pichón de dictador.
Estamos en presencia de un individuo que pretende que se delegue todo el poder en su persona, por encima de la regla general que es la ley.
Los dictadores, potenciales o consumados, tienen el común denominador de la intolerancia a la crítica, y pretenden que la razón es un privilegio de su exclusividad. Por eso no perdonan que se les demuestre la menor equivocación de su parte.
Los jóvenes de nuestra sociedad saben lo que es una democracia plagada de defectos, pero no saben lo que es una dictadura porque no la han vivido. El Teniente Amado muestra cómo es una dictadura y cómo es un dictador.
El culto a la personalidad promueve la autoridad personal de un caudillo que concentra todo el poder en sus manos y que es la antítesis de la autoridad horizontal que sostiene al sistema democrático.
Cuando un gobernante es realmente un estadista y verdaderamente un demócrata, respeta la Constitución, respeta la ley, promueve el diálogo, escucha las aspiraciones y los reclamos de la población.
Pero una sociedad no puede vivir corriendo el albur de que quien llegue al poder sea consciente o inconsciente, que esté bien o malintencionado, que tenga ideales democráticos o ínfulas dictatoriales: Cualquier gobierno será tan malo como lo permita la indolencia de los habitantes, o tan bueno como lo exija la responsabilidad de los ciudadanos.
El heroísmo que conmemoramos hoy fue un sacrificio personal de cada uno de los héroes, pero fue una siembra para el futuro.
Ese futuro es hoy y es mañana.
Las generaciones que hemos sucedido a los héroes que hicieron la siembra del 30 de mayo, si sentimos gratitud por su sacrificio, tenemos la responsabilidad de continuar esta plantación, ya no con las armas, sino con la exigencia, con el reclamo de que se cumpla con la autoridad horizontal de las leyes, que corresponde a todos, sin excepciones privilegiadas, conscientes de que para reclamar un derecho hay que respetar los derechos de los demás.
Esta sociedad ha visto recientemente luces de esperanza, con luchas exitosas, carentes de violencia porque han estado llenas de razón. Se ha demostrado que para que una lucha sea exitosa, lo que hace falta es tener razón y saber explicarla.
Así es la lucha en un sistema democrático y es el único camino que hemos visto en esta defectuosa democracia para llegar algún día a la cosecha promisoria de una vida digna y democrática para todos los ciudadanos dominicanos.
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