Han transcurrido 53 años desde que los miedos nacionales y manipulaciones extranjeras derribaron el primer experimento democrático en el país después de la muerte de Trujillo. Fue un día aciago para una nación que había despertado a la libertad sin la experiencia para disfrutarla con responsabilidad.
El 24 de septiembre de 1963 fue un día muy ajetreado para el país, aparte de ser el día de la patrona de Nuestra Señora de Las Mercedes, por las actividades que se desarrollaban ese día con el ballet mejicano que estaba de visita enviado por el presidente mejicano López Mateo. También estaba de visita un destacado militar norteamericano a quienes se le ofrecía una recepción oficial.
El Palacio Nacional se encontraba sometido a una actividad inusual en el lado sur del mismo. Del lado sureste estaban las oficinas presidenciales del profesor Juan Bosch en una febril actividad presagio de lo que se le avecinaba. Él tenía un serio disgusto por la resistencia de la plana mayor de estamentos militares para que removieran de sus cargos a un coronel, un sacerdote católico y otro militar de menor rango dedicados a evidentes acciones conspirativas. En el lado suroeste, la plana mayor de los militares, reunidos desde por la mañana, deliberando y discutiendo la acción que pensaban tomar y que estaba ya en progreso. Entre ambos sectores del Palacio se mantenía en un correvedile permanente el jefe de los ayudantes militares que informaba a ambas partes de cuál era el estado de ánimo en cada uno de los despachos.
El presidente Bosch se mantuvo desde tempranas horas de la tarde acompañado del vice ministro Fabio Herrera Cabral, quien escuchaba los lamentos del presidente por sentirse maniatado y le informó que pensaba renunciar por la desobediencia que le habían hecho los militares. Entonces el viceministro le informó que de acuerdo con la Constitución vigente la renuncia tenía que presentarla en una reunión conjunta de ambas cámaras, previa convocatoria. Eso lo sugirió el viceministro para ver si ganaba tiempo y los militares recapacitaban de su decisión que estaba a escasas horas de consumarse.
Se avisaron a los presidentes de ambas cámaras, llegando al poco tiempo el de la de Diputados, Dr. Molina Ureña, mientras que la del Senado, Lic Casasnovas Garrido, tomaría más tiempo ya que se encontraba en su residencia de San Pedro de Macorís por ser un día no laborable. Cuando él llegara ya se había consumado el golpe y fue detenido junto a los demás miembros del gabinete que poco a poco se habían ido reuniendo en las oficinas palaciegas, ante la gravedad de los acontecimientos que se iban desarrollando.
El profesor Bosch le leyó la renuncia que había escrito a mano al viceministro Herrera y se la entregó, pero él se la devolvió diciéndole que todavía su historia no se había terminado. Le pidió que guardara el documento hasta que se reunieran las cámaras al día siguiente. Cuando el profesor Bosch leía su renuncia fue escuchada por el jefe de los ayudantes militares que de inmediato se dirigió al área del Palacio donde estaban reunidos los altos jefes militares.
Los altos jefes militares al oír el reporte del jefe de los ayudantes militares, enviaron al ministro de las Fuerzas Armadas a verificar la situación. Al poco tiempo los demás altos militares en trulla se dirigieron al despacho presidencial para detener al profesor Bosch y anunciarle su derrocamiento. Eran las primeras horas del día 25 y los complotados dejaron detenido al presidente Bosch en su despacho donde se le dispuso una pequeña cama para que pudiera descansar. Los miembros de su gabinete fueron agrupados en un área de la tercera planta custodiados por militares.
El alto mando militar anunció sus planes con la formación de un Triunvirato y con la decisión que iban a organizar elecciones. Mientras al profesor Bosch fue trasladado de su despacho a la tercera planta del Palacio a una de las habitaciones que se había preparado para la estadía de algunos de los presidentes latinoamericanos que vinieron a su toma de posesión el 27 de Febrero. Días después fue llevado a la fragata Mella, en donde levantó su huelga de hambre y transportado hasta la isla de Guadalupe para dar inicio a su exilio.
53 años es un período de tiempo muy largo y muchos aspectos de esos hechos se han ido sepultando en la memoria. Estos se trastruecan para ofrecer nuevas versiones acomodadas al interés del sector que representan emitiendo nuevas versiones de un evento lamentable a la vida de la nación. Es una pena que la imparcialidad se acomode a intereses hasta para aquellos que pretenden ser héroes de hechos que ni siquiera estuvieron presentes al momento de su ocurrencia.
El 24 de septiembre de 1963 fue un día muy ajetreado para el país, aparte de ser el día de la patrona de Nuestra Señora de Las Mercedes, por las actividades que se desarrollaban ese día con el ballet mejicano que estaba de visita enviado por el presidente mejicano López Mateo. También estaba de visita un destacado militar norteamericano a quienes se le ofrecía una recepción oficial.
El Palacio Nacional se encontraba sometido a una actividad inusual en el lado sur del mismo. Del lado sureste estaban las oficinas presidenciales del profesor Juan Bosch en una febril actividad presagio de lo que se le avecinaba. Él tenía un serio disgusto por la resistencia de la plana mayor de estamentos militares para que removieran de sus cargos a un coronel, un sacerdote católico y otro militar de menor rango dedicados a evidentes acciones conspirativas. En el lado suroeste, la plana mayor de los militares, reunidos desde por la mañana, deliberando y discutiendo la acción que pensaban tomar y que estaba ya en progreso. Entre ambos sectores del Palacio se mantenía en un correvedile permanente el jefe de los ayudantes militares que informaba a ambas partes de cuál era el estado de ánimo en cada uno de los despachos.
El presidente Bosch se mantuvo desde tempranas horas de la tarde acompañado del vice ministro Fabio Herrera Cabral, quien escuchaba los lamentos del presidente por sentirse maniatado y le informó que pensaba renunciar por la desobediencia que le habían hecho los militares. Entonces el viceministro le informó que de acuerdo con la Constitución vigente la renuncia tenía que presentarla en una reunión conjunta de ambas cámaras, previa convocatoria. Eso lo sugirió el viceministro para ver si ganaba tiempo y los militares recapacitaban de su decisión que estaba a escasas horas de consumarse.
Se avisaron a los presidentes de ambas cámaras, llegando al poco tiempo el de la de Diputados, Dr. Molina Ureña, mientras que la del Senado, Lic Casasnovas Garrido, tomaría más tiempo ya que se encontraba en su residencia de San Pedro de Macorís por ser un día no laborable. Cuando él llegara ya se había consumado el golpe y fue detenido junto a los demás miembros del gabinete que poco a poco se habían ido reuniendo en las oficinas palaciegas, ante la gravedad de los acontecimientos que se iban desarrollando.
El profesor Bosch le leyó la renuncia que había escrito a mano al viceministro Herrera y se la entregó, pero él se la devolvió diciéndole que todavía su historia no se había terminado. Le pidió que guardara el documento hasta que se reunieran las cámaras al día siguiente. Cuando el profesor Bosch leía su renuncia fue escuchada por el jefe de los ayudantes militares que de inmediato se dirigió al área del Palacio donde estaban reunidos los altos jefes militares.
Los altos jefes militares al oír el reporte del jefe de los ayudantes militares, enviaron al ministro de las Fuerzas Armadas a verificar la situación. Al poco tiempo los demás altos militares en trulla se dirigieron al despacho presidencial para detener al profesor Bosch y anunciarle su derrocamiento. Eran las primeras horas del día 25 y los complotados dejaron detenido al presidente Bosch en su despacho donde se le dispuso una pequeña cama para que pudiera descansar. Los miembros de su gabinete fueron agrupados en un área de la tercera planta custodiados por militares.
El alto mando militar anunció sus planes con la formación de un Triunvirato y con la decisión que iban a organizar elecciones. Mientras al profesor Bosch fue trasladado de su despacho a la tercera planta del Palacio a una de las habitaciones que se había preparado para la estadía de algunos de los presidentes latinoamericanos que vinieron a su toma de posesión el 27 de Febrero. Días después fue llevado a la fragata Mella, en donde levantó su huelga de hambre y transportado hasta la isla de Guadalupe para dar inicio a su exilio.
53 años es un período de tiempo muy largo y muchos aspectos de esos hechos se han ido sepultando en la memoria. Estos se trastruecan para ofrecer nuevas versiones acomodadas al interés del sector que representan emitiendo nuevas versiones de un evento lamentable a la vida de la nación. Es una pena que la imparcialidad se acomode a intereses hasta para aquellos que pretenden ser héroes de hechos que ni siquiera estuvieron presentes al momento de su ocurrencia.
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