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viernes, 16 de septiembre de 2016

Puñalada en la espalda de los gaboneses

Survie

Traducido del francés para Rebelión por Caty R.

Los comicios de Gabón acaban de cerrar un ciclo de cuatro elecciones presidenciales en los países claves de la Francáfrica (1). Sin sorpresas, como en Yibuti, el Chad y el Congo belga, el dictador que gobierna el país, Ali Bongo, se ha impuesto con trampas y a la fuerza. En Gabón, como en otros lugares, se han manipulado los resultados sin pudor con un resultado asombroso, una burla más, atribuido al hijo de Bongo en su feudo y esgrimido como un corte de mangas a los observadores de la comunidad internacional o de la oposición que creían en la posibilidad de una alternancia por medio de las urnas.
Para vencer a su oponente en el último minuto, defendido por una parte del clan y considerado«tranquilizador» por los medios diplomáticos y económicos (el Elíseo y Total en primer lugar), Ali tuvo que superarse en aritmética electoral. ¡99,93 % de participación en Haut - Ogooué! Solo Sadam Hussein se atrevió a hacerlo mejor (o peor, según se mire) declarando un 100 % de participación (¡Y de votos favorables!) en su plebiscito de 2002. ¡Un resultado abracadabrante!, como habría podido decir Jacques Chirac, un experto en fraudes diversos, que lúcidamente declaró en 1999 que si los dictadores no ganasen las elecciones no las organizarían.
A la primera vuelta (la famosa «vuelta K.O» para noquear a la oposición) o llegando a las dos, con unos resultados al estilo de Sadam o al de Ali Bongo, con el único barniz democrático del pluripartidismo, las elecciones fraudulentas permanecen en los bastiones tradicionales de laFrancáfrica y suscitan numerosos dilemas a los electores, a los candidatos y a los observadores internacionales: ¿ir o no ir a las elecciones? ¿Aceptar cubrir u observar una campaña o boicotearla? ¿En qué momento de la campaña lanzar la señal de alarma? Más quelas misiones de observación de organismos internacionales y los medios de comunicación, a menudo alejados de los desafíos, solo la organización de las fuerzas opositoras y de la sociedad civil permite actualmente reducir el margen de fraude o desenmascararlo. Como ha ocurrido claramente al régimen gabonés, desbordado y acorralado, que ha tenido que conformarse con una diferencia de solo 5.594 votos aparte del burdo inflado del resultado de una provincia, lo que suministra un sólido argumento a los que reclaman el recuento de los votos. Pero frente a la arbitrariedad, los blindados y los helicópteros, la vigilancia de la oposición, una vez más, no ha bastado. Se ha vuelto a derramar la sangre de los que se han atrevido a exigir el respeto del veredicto de las urnas y Gabón abre una nueva página muy sombría.
En ese contexto trágico las indignaciones selectivas y circunstanciales de la comunidad internacional, de Francia en primer lugar, aparecen como vanas gesticulaciones. Incluso como un insulto a las víctimas, ya que dichas gesticulaciones proceden de responsables que han ridiculizado, pero nunca rechazado la elección trucada de Ali Bongo en 2009. Un dictador considerado «frecuentable» como casi todos los demás, que ha podido figurar sin dificultades en las fotos de familia de las últimas cumbres UE-África, ha sido recibido en varias ocasiones en el Elíseo y ha recibido en Libreville a varios ministros franceses (Laurent Fabius, después Annick Girardin y Ségolène Royal hace justo un año).
Los periodistas y los diplomáticos que ahora ven desplegarse sin tapujos la dimensión policial y represiva de ese régimen no pueden ignorar que las fuerzas armadas y la policía gabonesa están desde siempre apoyadas por Francia a través de los acuerdos de cooperación militar y por el suministro de armas. « La Francáfrica está sobre nuestra espalda », respondió Jean­-Marc Ayrault a las acusaciones de apoyo disimulado de la diplomacia francesa a Jean Ping denunciadas por el poder gabonés. En todo caso la Francáfrica está desde hace mucho tiempo sobre la espalda de los gaboneses como un puñal que Francia se niega a retirar manteniendo su cordón de seguridad y sus relaciones políticas y económicas con el clan Bongo.
Nota de la traductora:
(1) Francáfrica (en francés Françafrique) es el término con el que se expresa la política neocolonial francesa en África. «La Francáfrica ha sido el instrumento de una política hegemónica de Francia frente a sus excolonias, una hegemonía que posteriormente se extendió a otros países no francófonos» (Noel Kodia).
Fabrice Tarrit es el presidente de la ONG Survie desde septiembre de 2011.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

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