Cada vez que se critica a Twitter se pasa por alto su utilidad como identificador de idiotas y cafres de diverso género. Nunca estuvieron tan localizados. Aunque se oculten entre la multitud y el anonimato, llegado el caso no supone mayor dificultad técnica descubrir el dispositivo y el lugar desde donde lanzan sus piedras. Sin necesidad de tantas pesquisas, la posibilidad de reconocerlos y dar parte de ellos al resto de la comunidad debería satisfacernos tanto como atrapar pokémons o cazar vampiros. Asumoque es mucho imaginar, pero si en los años 30 del pasado siglo Twitter hubiera estado activo, el mundo habría tenido noticia por anticipado de las disparatadas proclamas antisemitas del tuitero @nibelungo. Muy pronto le hubieran sido salido imitadores burlones como @SeñoritaAdolf o @norhitleriano a los que sería imposible distinguir del original. Quiero creer que la mofa generalizada habría aplacado los ánimos de los seguidores de #SonsOfWagner, porque está demostrado que el incontinente resiste mal el hedor de su propia incontinencia.
Durante la dictadura franquista, Twitter hubiera tenido un efecto igual de revitalizante. Dando por seguro el esfuerzo capador de las autoridades, los ciudadanos más inquietos no habrían viajado a Perpiñán para ver El último tango en París, sino para disfrutar de los memes de Franco en los cibercafés de la frontera.
Asunto distinto es que el dictador, en un arrebato populista, se hubiera abierto una cuenta. En ese caso, desde @RealPaco y arropado con los hashtags #FranCool #LoveNation #StopContubernio habría experimentado la misma sensación que tantos jefes incontestables que, después del primer contacto con Twitter, regresan a sus cuarteles abrumados por los tomatazos.
En los tiempos que nos toca vivir, costaría calibrar la estulticia de Donald Trump si no fuera por su meteorismo tuitero, y con los partidos políticos ocurre algo muy similar. La hemeroteca de Twitter, el mayor y más eficaz procesador de big data, nos recuerda que no somos nadie y algunos menos que eso.
No es un mal invento Twitter: aproxima, iguala y expone a los usuarios a una crítica muy tonificante. Además, identifica al primer contacto a los energúmenos que nos pasan inadvertidos por la calle. Quién sabe, tal vez corramos más riesgos paseando por la Gran Vía.
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