Por Euclides Gutierrez Feliz
En el año de 1938, cuando Juan Bosch se ausentó del país, rumbo a Puerto Rico, la dictadura de Rafael Trujillo Molina tenía ocho años de haberse establecido. Los perfiles de intransigencia y agresividad del gobierno del caudillo estaban nítidamente definidos y Bosch sabía que su permanencia en el país lo llevaba por el camino de enfrentarse a la realidad que desde hacía tiempo venían arrastrando a los profesionales universitarios de más categoría y los intelectuales sobresalientes, frente a los requerimientos del régimen para que se incorporasen a funciones públicas y se convirtieran en colaboradores del Ggobierno.
Para ese momento Bosch se distinguía como una de las personalidades intelectuales de mayor proyección. Desde 1925 venía publicando cuentos y poemas en revistas y periódicos de provincias, los últimos bajo el seudónimo de Rigoberto de Fresni.
En 1931 publicó poemas en el Listín Diario y en 1932 escribió su cuento “La Mujer”, que sería traducido después a diferentes idiomas como modelo de ese género, considerado uno de los más difíciles en términos literarios. En 1933 publicó su primer libro de cuentos, Camino Real, y en 1935 Indios, apuntes históricos y leyendas y un año después, en 1936, su tercer libro, La Mañosa; la novela de las revoluciones.
Desde 1935 había creado y dirigido la sección literaria del Listín Diario, destacándose como crítico de arte y ensayista.
Bosch conoció a Trujillo personalmente tiempo después de haber sido detenido y encarcelado por denuncias de carácter político, acusado de conspirar contra el régimen por personas no identificadas, sin pruebas de ningún género, lo que obligó meses después a las autoridades a ponerlo en libertad.
Bosch conoció a Trujillo personalmente tiempo después de haber sido detenido y encarcelado por denuncias de carácter político, acusado de conspirar contra el régimen por personas no identificadas, sin pruebas de ningún género, lo que obligó meses después a las autoridades a ponerlo en libertad.
Residiendo en la calle Doctor Báez, cerca de la mansión presidencial, en horas de la mañana, Rafael Trujillo se presentó a su casa sin anunciarse y sorpresivamente entró a la sala donde Bosch escribía, saludándolo con su voz atiplada y diciéndole inmediatamente que había ido a visitarlo porque Marina, la hermana mayor de Trujillo, le había manifestado en reiteradas ocasiones que Bosch era un excelente escritor, advirtiéndole al mismo tiempo que no creía que fuera su enemigo.
Inmediatamente Trujillo le dijo a Bosch que a él le extrañaba que Fabio Fiallo, el poeta, que era su adversario, visitara la casa de Juan Bosch.
Don Juan, serenamente, le respondió a Trujillo, que permanecía de pies apoyado de su bastón, vestido de civil, cerca de la puerta, que Fabio Fiallo visitaba su casa como padrino de su hijo León y amigo personal y no enemigo de Trujillo.
Don Juan, serenamente, le respondió a Trujillo, que permanecía de pies apoyado de su bastón, vestido de civil, cerca de la puerta, que Fabio Fiallo visitaba su casa como padrino de su hijo León y amigo personal y no enemigo de Trujillo.
El presidente se despidió afablemente y se retiró; volvieron a encontrarse días después en el antiguo hotel Presidente, ubicado frente al parque Independencia, cuando Trujillo bajaba de la segunda planta, luego de haber visitado a Mario Fermín Cabral, porque el dictador sabía el vínculo de amistad que los unía. Días después, Mario Fermín Cabral llamó a Bosch y le informó que Trujillo lo iba a requerir para que aceptara la designación de diputado por la provincia La Vega; y al mismo tiempo le había platicado a Cabral, refiriéndose en términos elogiosos, a la persona de Bosch como escritor.
Esa fue la causa que determinó, en 1938, que don Juan se ausentara del país hacia Puerto Rico, lugar en el que se dedicó a la recopilación y reordenamiento de los trabajos de Eugenio María de Hostos, trasladándose luego a La Habana a dirigir la edición de las Obras Completas del gran maestro antillano.
En las obras de Hostos, según confesó Juan Bosch en múltiples ocasiones, encontró una nueva y definitiva motivación de su vida intelectual y patriota. Asimiló don Juan, profundamente, el pensamiento de unidad y solidaridad antillana de Hostos y lo incorporó, con firme decisión, a la idea de transitar por el camino de la militancia política.
Esa nueva perspectiva de la vida lo llevó a que aceptara la propuesta en La Habana, del doctor Enrique Cotubanamá Henríquez, de origen dominicano, de fundar una organización política junto a otros compatriotas, adversarios del régimen de Trujillo que recibiría el nombre de Partido Revolucionario Dominicano, organización enmarcada dentro de los lineamientos generales de las nuevas corrientes políticas americanas, entre las cuales se destacaban, más que otras, la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), fundada en mayo de 1924 por Víctor Raúl Haya de la Torre, de Perú, y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), de México, fundado para consolidar e institucionalizar las reformas motorizadas por la revolución iniciada en ese país a partir de 1910.
El anuncio en Cuba combatir a Trujillo
Bosch, el patriota, asumía públicamente la responsabilidad de combatir la dictadura unipersonal de Rafael Trujillo Molina, que había sentado las bases económicas, políticas y militares que le permitían adueñarse del destino del pueblo dominicano por espacio de largos años. Bosch convertido en militante político, no abandonó el ejercicio de la actividad literaria, para la cual había demostrado excepcionales condiciones. En 1938 había publicado “Mujeres en la vida de Hostos” y más tarde en 1939 en La Habana, comenzó a publicar cuentos y artículos en la revista Bohemia e inmediatamente después la biografía titulada Hostos: El sembrador.
En poco tiempo, don Juan se convirtió en uno de los intelectuales más importantes de la región del Caribe. Al mismo tiempo hizo amistad en Cuba, con algunos de los dirigentes más sobresalientes del Partido Revolucionario Cubano, quienes solicitaron su colaboración para la redacción de algunos artículos de la nueva Constitución, considerada como una de las más avanzadas de su época.
Escribe y publica otros cuentos, como “El Socio”, que le permite ganar el primer premio de los juegos Florales Hispanoamericanos de Santo Domingo, en 1941, no obstante ser un conocido adversario del régimen trujillista.
Más luego publicó “Dos pesos de agua” y también “El río y su enemigo “.
En 1943 obtuvo el premio “Hernández Catá”, de Cuba, el más preciado galardón con que se premiaba este género literario en América, con el cuento “Luis Pie”. Y al año siguiente, en 1944, le fue otorgado el premio extraordinario “Hatuey” con el trabajo La mayor aventura americana, concebido por la Sociedad Colombista Panamericana en La Habana con motivo del primer centenario de la Independencia de la República Dominicana.
Para entonces producía y escribía dos programas por la emisora CMQ, de La Habana, titulados “Forjadores de América” y “Memorias de una dama cubana” y se liga más íntimamente, como asesor, con el primer ministro del gobierno cubano, doctor Carlos Prío Socarrás, cuyo apoyo requería para ser viable la lucha contra la dictadura de Trujillo.
Además de sus actividades literarias y como publicista, el profesor Juan Bosch mantuvo una actividad extraordinaria como activista político e integró a partir de 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, un comité revolucionario que comenzó a dirigir esa lucha, organizado en Cayo Confite, junto a Juan Rodríguez, rico terrateniente, el doctor Leovigildo Cuello, licenciado Ángel Morales y el doctor Juan Isidro Jiménez Gullón, una brigada expedicionaria de más de mil hombres que desembarcaría en territorio dominicano para combatir en el terreno militar la dictadura.
El proyecto de expedición de Cayo Confite fracasó porque fue abortado por la complicidad y disposición con Trujillo del Jefe de Estado Mayor del ejército cubano, general Genoveno Pérez, durante el gobierno del presidente Grau San Martín. Bosch se trasladó a Venezuela y otros países de América Central, donde comenzó a desarrollar una activa campaña antitrujillista y consolidó su fama de escritor, cuentista y ensayista. Para entonces había escrito cuentos de profundo contenido social, entre los que pueden citarse “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”, “Luis Pie”, “Los Amos”, y “El Indio Manuel Sicurí”, verdaderas obras maestras del género, como lo fue el cuento “La Mujer” escrito años atrás.
De regreso a Cuba desempeñó importantes y notables papeles en la vida política de ese país, siendo reconocido como autor y promotor de algunas leyes y del elogiado discurso pronunciado por el presidente de la República, Carlos Prío Socarrás, cuando fueron trasladados los restos del apóstol José Martí al cementerio de Santiago de Cuba.
Para ese momento en el amplio campo de la literatura es donde Juan Bosch ha brillado y distinguido, haciendo sentir su extraordinaria calidad creadora. Tanto dentro como fuera del país, el trabajo del escritor fue perseverante y continuo, y por eso podemos decir que luego de “La Mañosa”, novela rural que determinó un estilo nuevo en la novelística nacional, Bosch pasó a ser el orientador de la cuentística antillana, reconocido en los años posteriores por la adjudicación de los premios que le fueron otorgados en diferentes oportunidades.
Aunque en el transcurso de ese determinante proceso de su vida, para nosotros existe algo significativo en Juan Bosch como lo hemos señalado en ocasiones anteriores y que en este justo homenaje no podemos dejar de mencionar.
Es la asombrosa facilidad con que transita el cuento, y más tarde en la novela, del escenario, los personajes, las costumbres y el lenguaje de la sociedad rural, al medio complejo y deshumanizado de la sociedad capitalista, particularidad que aunque la realizó Horacio Quiroga, gran maestro también del cuento americano, no lo hizo con el profundo contenido social de los cuentos, narraciones y novelas que ha escrito Juan Bosch, como lo hicieron, siguiendo esa escuela, creada por él, escritores como Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes.
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